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Ecuador descartó el retorno al populismo

Guillermo-Lasso
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Atilio Molteni 20 abril de 2021

Por Atilio Molteni Embajador

Mientras en Perú el candidato más votado en la primera vuelta fue Pedro Castillo de Perú Libre, que parece tener ideas populistas y forma parte de un partido de izquierda marxista y, en Brasil, el Supremo Tribunal Federal decidió anular una sentencia que despeja el camino para una eventual candidatura en 2022 del expresidente Lula da Silva, Ecuador acaba de demostrar que, por ahora, la ciudadanía no tuvo mayor nostalgia por la gestión “revolucionaria” del expresidente Rafael Correa.

Las elecciones que culminaron el pasado 11 de abril ungieron como Primer Mandatario a Guillermo Lasso (65), líder del Movimiento Creando Oportunidades (CREO), que representa la antítesis del anterior sociopopulismo.

Se trata de un político de derecha, millonario y exbanquero, completamente volcado a las ideas liberales, con el enfoque adecuado para concitar el apoyo del Partido Social Cristiano. Al igual que el presidente boliviano Luis Arce, Lasso también fue Ministro de Economía tras gobernar en forma eficiente una provincia a fines de los años '90.

El Presidente electo se impuso al candidato de izquierda Andrés Arauz (36), de la Unión por la Esperanza (UNES), elegido y respaldado por el expresidente Correa, quien no logró pasar por el colador de la Justicia cuando quiso reciclarse en el poder con una candidatura vicepresidencial. Tal decisión quemó el frustrado intento de volver al poder por la puerta trasera.

La elección impuso un notable cambio en la política ecuatoriana que se caracterizó por estar ideológicamente muy fragmentada, mientras ahora parece inclinada a respaldar con cierta vehemencia, y bajo circunstancias extremadamente difíciles, un claro adiós al populismo.

La actual fue la tercera vez que Lasso se presenta como candidato de la derecha en una elección general. La primera vez fue como oponente de Rafael Correa (2013) y, en la segunda, le disputó el cargo a Lenín Moreno (2017).

Resultados contundentes

Los comicios del 11 de abril fueron contundentes. Lasso obtuvo el 52,36% de los votos y Arauz el remanente 47,64%. Pero ese resultado volvió a desconcertar a los encuestadores de la región, quienes daban como ganador a Arauz, por el apoyo tradicional que el correísmo recibió en la costa y en el norte del país.

Además, Arauz fue el contendiente más votado de los 16 candidatos de la primera vuelta con 32% de los votos, superando a Lasso que sólo estuvo cerca del 20%.

Sin embargo, éste no se acobardó y, con gran habilidad para modificar su imagen y atraer a votantes de otros rincones de la sociedad logró vencer a Arauz, a quien el conocido y estrecho vínculo con Correa le jugó en contra, sumado a los errores cometidos en la campaña y en su discurso electoral de corte populista inspirado en su mentor. En definitiva, el correísmo perdió 830.000 votos con relación a la segunda vuelta de las elecciones de 2017.

Otro factor que incidió con un peso determinante en el balotaje fue el crecimiento del voto nulo y en menor proporción del voto en blanco (16,3%, o 1.761.000 sufragantes) de quienes no apoyaron a ninguno de los dos candidatos finalistas.

Muchos de ellos representan a un sector importante del Movimiento Pachakutic, cuyo candidato fue Yaku Pérez, quien se caracteriza por defender los postulados medioambientales, la economía comunitaria y la identidad étnica indigenista, argumentación que ganó notoriedad por su lucha contra los proyectos mineros de Correa.

Hoy la aludida agrupación, que es muy importante en las regiones de la Sierra y la Amazonia, constituye una fuerza que representa al centro izquierda, que fue auspiciada por la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (CONAIE), en un país donde el 10% de la población total (17,4 millones) es básicamente mestiza e indígena.

En la primera vuelta electoral, Pérez estuvo muy cerca de Lasso (19,74% y 19,39%, respectivamente). Luego sostuvo que existió fraude ante la Justicia Electoral y pidió recontar los sufragios sin lograr éxito en sus cuestionamientos, debido al desinterés por sus demandas tanto de la izquierda como de la derecha del país, que tuvieron en cuenta sus propios objetivos electorales. Su opción fue auspiciar el voto nulo.

El futuro correísta

Pero el correísmo no se da por vencido. Ahora puede ensamblar una fuerte oposición a Lasso en la Asamblea Nacional (unicameral, de 137 bancas), pues dispone de 49 legisladores de UNES, la primera fuerza parlamentaria. Otros elegidos fueron 27 representantes de Pachakutic y 18 de la Izquierda Democrática, mientras CREO en soledad sólo obtuvo 12 escaños y el respaldo de los 18 legisladores del Partido Social Cristiano.

Esta distribución parlamentaria facilita la inestabilidad política, situación que puede revertirse si las distintas fuerzas políticas demuestran interés en llegar a acuerdos pragmáticos, que el Presidente electo promociona a través de su visión del “Ecuador del Encuentro”.

Correa se desempeñó como presidente de Ecuador entre 2007 y 2017, ciclo en el que intentó adquirir la figura ideal para continuar con su llamada Revolución Ciudadana o el Socialismo del Siglo XXI: parecerse, a imagen y semejanza, al excaudillo venezolano Hugo Chávez.

A diferencia de sus antecesores neoliberales, el exprimer mandatario consolidó su gestión populista utilizando los ingresos originados por el alto precio del petróleo. Adicionalmente contrajo deudas importantes con China para dar vida a una ficción que le permitió llevar a cabo obras de infraestructura y otorgar diversos estímulos sociales.

Entre 2010 y 2014, el crecimiento del PIB ecuatoriano promedió 5%, nivel que fue decreciendo hasta transformarse en contracción económica en 2016, debido a la caída internacional de los precios del petróleo (58% de sus exportaciones). Otro factor que afectó la economía fue la apreciación del dólar estadounidense, divisa que se convirtió en la moneda del país en el 2000.

Una cláusula transitoria de la Constitución le impidió a Correa presentarse en las elecciones de 2017, hecho que facilitó el acceso al poder de Moreno, quien entre 2007 y 2013 había sido su vicepresidente. Ambos provenían del Partido Alianza País creado en 2006. Para algunos analistas fue una estructura de base clientelista y montada con el sólo fin de ganar elecciones con vocabulario izquierdista.

En cambio, una vez en el poder Moreno dio prioridad a la lucha contra la corrupción, protagonizó una amplia apertura económica neoliberal y abandonó la OPEP y la “Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América” (ALBA).

Asimismo, denunció a la gestión de Correa como autoritaria y corrupta e impulsó, con éxito (en febrero de 2018), un referéndum orientado a introducir sustantivos cambios, entre ellos la pérdida de derechos políticos para los condenados por casos de corrupción y las reglas que hasta entonces posibilitaban las reelecciones indefinidas.

Estos hechos explican la fragmentación de la Alianza País, en el momento en que 28 de sus legisladores se unieron a la cruzada de Correa “Revolución Ciudadana”, con lo que Moreno perdió el control de la Asamblea Nacional. Eso no impidió que, en abril de 2020, el expresidente Correa fuese condenado (en ausencia) a 8 años de cárcel por un Tribunal ecuatoriano, debido a un presunto caso de corrupción. En la actualidad, vive un exilio voluntario en Bélgica.

Por otra parte, en octubre de 2019, Moreno enfrentó una violenta reacción popular, con gran participación del movimiento indígena de la CONAIE, por la duplicación de los precios de los combustibles hasta entonces subsidiados en el contexto de un programa concertado con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Como se sabe, el año pasado Ecuador reestructuró su deuda soberana de US$ 17.684 millones y acordó con esta institución un Fondo de Facilidades Extendidas por US$ 6.500 millones.

Tras esa gesta, Moreno decidió no competir en las elecciones presidenciales y dejó el poder con una pobre imagen por el enfoque defectuoso que adoptó ante la crisis sanitaria del Covid-19, por la cual Ecuador alcanza un número muy alto en la relación víctimas/población dentro de esta pandemia. Tal proceso fue acompañado por la persistencia de serios problemas económicos, en tanto el PIB se contrajo 7,8% en 2020, y quedó demostrada una pobre gestión gubernamental.

Semejante alineación de los astros dejó en la cima al Presidente electo Lasso, con su visión ajena al populismo pero que hereda un escenario muy difícil y enormes desafíos. El país registra una decreciente producción petrolera (500.000 bpd), más de 5 millones de trabajadores informales y desempleados, que incluyen refugiados venezolanos (son 400.000) y una deuda que supera los US$ 70.000 millones (69% del PIB).

Esa apabullante situación no impidió que, una mayoría de los votantes, llegaran a la conclusión de que Lasso es el político mejor dotado para gobernar Ecuador en estas circunstancias, mientras otros lo prefirieron para evitar regresar al correísmo.

Los observadores especulan con la idea de que Lasso se propone gestionar algunas modificaciones al programa acordado con el FMI. En especial, el compromiso relacionado con la noción de aplicar mayores impuestos, buscando una mayor inversión privada y externa.

El futuro mandatario también anunció que conforme a su plan de Gobierno buscará crear 2 millones de puestos de trabajo; duplicar la producción de petróleo; continuar con el uso del dólar estadounidense como moneda oficial; reducir el gasto público y equilibrar el presupuesto en 4 años; intensificar la lucha contra la corrupción, implementar un urgente proceso de vacunación (9 millones en los primeros 100 días de mandato) y consolidar la libertad de prensa.

Es un programa ambicioso que, de resultar exitoso, podría influir sobre los vientos que soplan en el resto de América Latina, que se caracteriza por diferencias notables en las tendencias de sus gobiernos.

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