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La productividad vuelve

¿Dónde estamos parados y cuáles son los desafíos?

21 diciembre de 2015

El presidente Mauricio Macri está colocando a la productividad nuevamente en la agenda de Argentina. A partir de ahora, este factor del crecimiento económico, que representa aspectos como la tecnología, la innovación y la organización, asumirá un papel cada vez más importante. Pero la tarea por delante es difícil, ya que el declive de la productividad es un problema a nivel mundial y Argentina quedó muy rezagada en los últimos años, lo que requerirá una postura constructiva en las próximas discusiones salariales. La productividad es una cuestión tan relevante en el programa del nuevo Gobierno que Macri le dedicó gran parte de su presentación en la Unión Industrial Argentina (UIA). Ante los empresarios, el Presidente se refirió a “fijar marcos, planes estratégicos de mediano y largo plazos que tengan tremendas, por ambiciosas, metas de productividad, donde el primero que tiene que ponerse a trabajar es el Estado”. El ministro de Trabajo, Jorge Triaca, tomó la iniciativa y habló de incluirla como criterio para los aumentos en las paritarias. El desafío dista de ser algo sencillo. Para empezar, el declive crónico de la productividad es un problema global. En su último informe sobre el tema, el grupo estadounidense The Conference Board calificó directamente como “alarmante” al hecho de que en 2014 el ritmo de incremento de la productividad de todos los países en conjunto siguió estancado 0% por tercer año seguido. En Latinoamérica, “el colapso de la productividad es casi total”, según esta organización privada. Contribución decreciente  El aporte menguante de la productividad a la expansión de la actividad es una característica de la maduración de la economía de la posguerra. Las distintas etapas de la revolución de las tecnologías de la información y las ideas originales para optimizar los procesos significaron sucesivos saltos de productividad desde mediados del Siglo XX. Pero los aumentos de la eficiencia fueron reduciéndose, en una sociedad cada vez más orientada a lo que se conoce como la “economía de la felicidad”. Para los países más desarrollados, esto plantea el desafío de recuperar el equilibrio entre el esfuerzo y la búsqueda de la satisfacción fuera del trabajo. Para Argentina, el problema es salir del pozo. En 2014, según The Conference Board, la productividad total de los factores del país se derrumbó 5%, el segundo peor resultado en la región después de Venezuela. Así, Argentina se puso al frente del desempeño económico ineficiente de la región, que registró una baja de 2,8% el año pasado. Es claro que las mediciones de la productividad, aparte de ser imperfectas, pueden resumir realidades muy diferentes. En Argentina, no hay ni punto de comparación entre los pujantes emprendedores de las grandes ciudades o el impulso de los chacareros conectados al mundo, y diferentes grupos que se fueron enquistando en el Estado y organizaciones satélites típicas de la década pasada ?un universo aparte de la economía local que recién ahora está saliendo a la luz?. Justamente por tratarse de casos extremos, la resolución de esos focos improductivos va a ser muy directa. Hay áreas que fueron identificadas con facilidad por la nueva Administración, como el Indec, donde los que cobran sin trabajar tienen los días contados. Lo realmente complicado será cómo encarar el esquema del vasto empleo estatal y la dinámica hostil con los gremios que quedaron de la era de CFK. En diálogo con El Economista, Ariel Coremberg, coordinador del proyecto ARKLEMS, enfocado en los temas de la productividad, explica que la rotura de este motor del crecimiento en el país a partir del 2007 dejó al mercado laboral en una situación insostenible y de conflicto. La caída de la productividad hace que las alzas salariales de los empleados estén debajo de la inflación. Al mismo tiempo, las empresas vienen recortando márgenes de ganancias para atender ajustes de sueldos altos en dólares. En el arranque de los '90, Argentina atacó la cuestión con despidos. Al comienzo de la década siguiente, el país fue al otro extremo, con la megadevaluación. Pero “la magia de la productividad sólo ocurre en el largo plazo y en países normales”, dice Coremberg, lo que significa que, esta vez, se deberá avanzar de a poco. El primer paso será apuntar a una inflación de un dígito con un tipo de cambio competitivo. Sobre esta base, trabajadores y empresarios deberán reemplazar las viejas discusiones con creatividad para volver a crecer.

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