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La actividad se recupera, pero el futuro es incierto

27 junio de 2019

Por Florencia Hernández Economista M&F Consultora y Matías Carugati Economista Jefe M&F Consultora

El nivel de actividad dio “señales de vida”. Después de un marzo muy complicado, la economía se recuperó (un poco) en abril, con una expansión de 0,8% mensual (sin estacionalidad). En términos anuales, la variación sigue teñida por un esperable rojo (-1,3%), ya que la comparación se hace entre una situación muy deteriorada como la actual frente a otra que recién comenzaba a notar los efectos del combo sequía-crisis cambiaria. De todas formas, la caída interanual va aflojando con el paso del tiempo (por caso, fue de -6,9% en marzo). En gran medida, por la base de comparación. Pero también por una tenue mejora, que trastabilló en marzo debido al salto cambiario.

La recuperación habría continuado en mayo, aunque sin cambio de ritmo. Los datos parciales no muestran rupturas respecto a abril. Con los salarios corriendo detrás de la inflación y el repunte de las tasas de interés, los sectores vinculados al consumo continúan deprimidos. Particularmente la actividad comercial, que muestra cifras en rojo en los distintos segmentos. En tanto, datos parciales de la industria, la construcción y del agro reflejan una expansión en el margen. No casualmente, la estimación de Orlando Ferreres arrojó una expansión de la actividad de 0,8% en mayo (sin estacionalidad), lo que llevó la variación anual a terreno positivo (0,3%) por primera vez desde marzo del año pasado.

La dinámica económica reciente puede explicarse con las letras del alfabeto. Los más pesimistas no ven señales de recuperación alguna tras el “sudden stop” de 2018 y plantean una L: economía estancada hasta nuevo aviso. Otros (¿realistas o menos pesimistas?), vemos una lenta y gradual recuperación, con el crecimiento adoptando la forma de una U. La demanda externa (sobre todo Brasil) no es tan robusta como se esperaba, la inversión está paralizada por la incertidumbre, el alto costo financiero y una demanda interna retraída, y el ajuste de las finanzas públicas impide tomar medidas de impulso fiscal típicos de años electorales. El consumo responde poco, por ahora, ya que la recuperación de los ingresos reales se demora pero el gobierno suple esta falencia con otros estímulos (Precios Esenciales, tarifas congeladas, Ahora 12, Créditos y Beneficios Anses, Plan Junio 0km). Las proyecciones de consenso hoy estiman que el año promediará una contracción de 1,5% (la segunda consecutiva), aunque esta baja “esconde” una reactivación a partir del segundo trimestre.

Las perspectivas para el 2020 estarán marcadas por quien sea electo presidente. Las proyecciones de mercado hoy apuntan a un crecimiento de 2% el año próximo, pero conviene tomar la cifra con recaudos. El futuro depende exclusivamente del resultado electoral. Más allá de la continuidad de ciertos lineamientos (por voluntad propia u obligados por la realidad), un segundo mandato de Mauricio Macri sería distinto a un eventual Gobierno de Alberto Fernández. En el primer caso se descuenta, en lo central, una continuidad de la estrategia económica actual. A lo que se agrega la agenda de reformas estructurales. No hay éxito asegurado, por cierto. Pero pueden hacerse conjeturas con algún grado razonable de probabilidad.

Si el año próximo encuentra al kirchnerismo de vuelta en la Casa Rosada, la incertidumbre es mayor. ¿La moderación del discurso de Alberto Fernández se traducirá en una política económica “razonable”? ¿Qué parte de la fórmula presidencial ejercerá el verdadero poder? ¿Los mercados darán su “voto de confianza”? Proyectar una cifra de crecimiento concreta implica suponer un escenario electoral (hoy bastante parejo) y contestar estas (y otras) preguntas. La campaña posiblemente ayude a descifrar parte de este futuro lleno de interrogantes.

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