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El país industrial no admite desvíos ni desvaríos

Estamos en la víspera de una gran Argentina. De lo que se trata ahora es no dudar en la encrucijada ni flaquear en la incertidumbre: ninguna alquimia nos va a llevar al desarrollo industrial que anhelamos y estamos construyendo.

Hay un nuevo escenario global y la buena noticia es que Argentina tiene la potencialidad, los recursos naturales y humanos y el conocimiento técnico.
Hay un nuevo escenario global y la buena noticia es que Argentina tiene la potencialidad, los recursos naturales y humanos y el conocimiento técnico.
José Ignacio De Mendiguren 04 septiembre de 2023

Los datos muestran que la Argentina tiene una industria pujante. En el primer semestre, el sector creció 1,3% y alcanzó la producción acumulada más alta de los últimos siete años. En ese mismo período, la utilización de la capacidad instalada registró el mayor nivel en al menos siete años. Tras tres años de caída de la actividad industrial, transitamos dos años y medio de crecimiento productivo.

Y sin embargo, hoy la industria argentina está ante una encrucijada.

A contramano de lo que pasa en el mundo desarrollado, Argentina vuelve a enfrentar un debate de modelos. Muchos vuelven a prometer estabilizar la economía con alquimias imposibles y soluciones mágicas que siempre van en detrimento de la economía que necesitamos para la producción. Es un modelo financierista que este año tiene dos candidatos -un original y su copia en blanco y negro-, y que promete un país sometido al flujo caprichoso del mercado y la especulación. Su pico máximo es la dolarización, una entelequia peligrosa que supone un país sin moneda ni voluntad nacional, que viene con una apertura indiscriminada e ingenua y que sólo traerá más pobreza y caída de la actividad. 

Para peor, es un déjà vu de aquel 2001, con la explosión de esa otra entelequia llamada convertibilidad. Entonces, por decisión y acuerdos políticos, pudimos salir de una crisis que casi significa la disolución del país e ir al ciclo de crecimiento más prolongado de la historia argentina (2002-2011). ¿Cómo lo logramos? Con un modelo económico normal, como tiene cualquier país que se quiere desarrollar.

¿Podemos repetir hoy esa salida virtuosa de la crisis? Sí. Y podemos romper el péndulo y sostener ese crecimiento en el tiempo. Desde el día uno de su gestión, Sergio Massa trabajó para consolidar un modelo productivo-competitivo que nos permita incrementar la producción, el empleo y las exportaciones. 

Hoy todas las economías importantes del planeta llevan adelante iniciativas de política productiva. Este nuevo ciclo de reindustrialización empezó con la crisis financiera de 2008 y se profundizó con la pandemia de 2020: para enfrentar los desafíos del cambio tecnológico y la transición energética, los países desarrollados comenzaron a impulsar políticas industriales que fortalezcan, sobre todo, los llamados "sectores estratégicos".

En ese marco, a fines del año pasado lanzamos Crédito Argentino (CreAr), el programa de crédito a la inversión más grande que se tenga memoria. Lo hicimos en contra de esa "racionalidad de mercado" que no cree que la política deba fijar rumbos, ritmos y prioridades. Con más de 1 billón de pesos disponibles, CreAr tuvo una respuesta fenomenal, con 4.000 proyectos concretados en todo el país. 

Empresas globales de primer nivel entienden el proceso que estamos encarando y lo confirman con sus decisiones de inversión. 

Abundan los ejemplos. Este año la empresa surcoreana Posco inició la segunda fase del proyecto Sal de Oro, que produce carbonato de litio y supone una inversión de US$ 1.600 millones, en un plan que proyecta unos US$ 4.000 millones para 2030. La japonesa Toyota puso en marcha un nuevo proyecto para fabricar aquí el utilitario HIACE. Ford Argentina inició la producción de la nueva generación de pick-ups Ranger en Pacheco, con una inversión de US$ 660 millones. En Corrientes, con una inversión de US$ 250 millones, la firma Acon Timber construye el aserradero más moderno de América Latina que exportará el 100% de su producción y posicionará a la Argentina como un jugador foresto-industrial internacional. En Mar del Plata, Lamb Weston invierte US$ 300 millones en una nueva planta productora de papas que exportará el 90% de su producción. 

No son casos aislados, sino las semillas de un ciclo de crecimiento y desarrollo exportador que ya está en marcha. Hay un nuevo escenario global y la buena noticia es que Argentina tiene la potencialidad, los recursos naturales y humanos y el conocimiento técnico para posicionarse en un mundo desafiante, que avanza hacia la transición energética y la industria 4.0. 

Estamos en la víspera de una gran Argentina. De lo que se trata ahora es no dudar en la encrucijada ni flaquear en la incertidumbre: ninguna alquimia nos va a llevar al desarrollo industrial que anhelamos y estamos construyendo.

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