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Del triángulo al cuadrángulo libertario

La exitosa política de control de la inflación es el motor político que mantiene aislados a los hermanos Milei de cualquier injerencia externa y, a la vez, permite sostener la actual división del trabajo entre ambos.

Del triángulo al cuadrángulo libertario
Daniel Montoya 30 mayo de 2024

Al final, el revolucionario mayo no concluyó para Javier Milei con la firma del pomposo pacto, sino apenas con un acto regado por el tradicional chocolate caliente patrio y el módico anuncio de un Consejo con cierta reminiscencia de la fallida gestión albertista. 

Semejante señal de debilidad política, sumada a las crecientes señales de fatiga del severo plan de ajuste económico, más que abrir el camino, le pusieron estricta fecha de vencimiento a una arquitectura política libertaria que acaba de pasar del triángulo inicial a un cuadrángulo.

En particular, uno de sus tres vértices originales, Victoria Villarruel, emitió a fines de marzo una serie de fuertes mensajes de incomodidad y presión sobre el virtual binomio presidencial que desfiló triunfalmente sobre el descapotable que, en la previa, insinuaron que sería el Cadillac V8 adquirido por Perón en 1955. "Esto no es un reino, este es un poder. Y es un poder deliberativo". En términos de lo que fue la preparación del célebre asalto al Banco Río de Acassuso en 2006, la vicepresidente abrió EL boquete.

Por cierto, un portal no sólo peligroso en términos del juego interno de un "jamoncito" atrapado en la puja entre una dama que ostenta votos propios versus otra que acredita portación de apellido y una historia familiar de altísimo voltaje, sino también riesgoso en virtud del embate de actores externos que pujan por su supervivencia, por un espacio en el gabinete, por ingresar a la mesa ratona de los Milei o, en última instancia, por influir sobre el programa y el rumbo aún incierto del gobierno.

En tal sentido, la actual vicepresidente resulta la ventanilla de atención ideal para una diversidad de gobernadores, legisladores y dirigentes intermedios originarios de provincias donde el voto conservador sostiene con firmeza el experimento político libertario y cobra pleno sentido la expresión "familia militar", así como ciertas tradiciones culturales y religiosas habitualmente menoscabadas o, como mínimo, desatendidas por el electorado progresista del área metropolitana o de las grandes capitales provinciales.

Mandíbula o bocado

Casi en simultáneo a aquella aparición rutilante de Villarruel a través del micrófono militante de Jonathan Viale, el ex presidente Mauricio Macri, ¿casualmente?, puso en el freezer su perfil de celebrity internacional hoy encarnada en su silla en la Fundación FIFA o en la participación en glamorosos torneos de bridge, para dejar lugar a un perfil inédito en él: meterse en el barro de la política local, consagrándose por primera vez en 20 años como presidente de la fuerza política que fundó y lo ungió en la ciudad y la Nación.

¿Qué circunstancia pudo impulsar a tamaño figurón nacido y criado en la alfombra roja de los negocios, las fiestas esteñas y las revistas del corazón, para pelear por una posición menor que, usando la reciente expresión de Milei, es liliputiense respecto a otra ya de poca importancia como la presidencia de la Nación, in honorem Héctor Magnetto? La supervivencia. No hay otra explicación posible. En este aspecto, su apreciación es certera. Con la afirmación de un flamante espacio libertario, Macri terminará siendo bocado.

Para muestra, sobra el botón de la reciente cena de la Fundación Libertad. A la hora del besamanos a Milei, el flamante presidente del PRO quedó en la mesa más sólo que Horacio Rodríguez Larreta a la hora de la derrota interna con Patricia Bullrich. Vale decir, un problema que de ninguna manera tiene una Cristina Kirchner que, en su cancha sea chica o grande, por ahora no comparte cartel francés con nadie. En ese terreno, a Macri hoy le quedan dos canales posibles de influencia.

En primer término, el más directo pasa por la tropa legislativa que, hasta ahora, funcionó en tándem, engrosando una escasa presencia libertaria que ya sufrió su división y conflicto interno. Por otra parte, y volviendo al boquete abierto por Villarruel, ¿quién puede, sino Macri, ofrecer una plataforma de aterrizaje para un eventual proyecto libertario fallido que hoy apuesta, a todo o nada, a una alta política internacional que hoy recibe a Milei entre señales de simpatía, desconfianza y pocas efectividades conducentes?

Francos, tapón político

En 2021, escribí una columna en La Voz del Interior denominada "El New Deal Argentino es recuperar la moneda". Es decir, todo lo que no hizo el Frente de Todos y, en especial, su último y fallido ensayo de salvación, Sergio Massa, es el guante que terminó levantando y consagrando al outsider Milei. En ese marco, la bronca fue apenas la guarnición de color del plato principal demandado por los votantes de todos los espacios políticos: el restablecimiento del orden económico a cómo dé lugar.

Puesto en blanco sobre negro, esa es el alma de los dos vértices ocupados tanto por Milei como por su hermana Karina. En particular, la exitosa política de control del principal síntoma de desorden material, la inflación, es el motor político que mantiene aislados a los hermanos de cualquier injerencia externa y, a la vez, permite sostener la actual división del trabajo entre ambos: Javier como rockstar internacional y "El Jefe" administrando los mínimos detalles alrededor del metro cuadrado de su hermano.

 En esa zona, el flamante premier Guillermo Francos no pinchará ni cortará. El acceso a la intimidad del presidente, al igual que los correctivos internos, los seguirá manejando su alma gemela. Lo mismo vale en el plano de la única turbina económica que sostiene este proyecto político. Ahí Francos, al igual que ocurría en los '90 con los funcionarios políticos de Menem con relación al entonces súper ministro Cavallo, no tendrá gravitación en el área de competencia de Luis "Toto" Caputo ni, en lo que viene por delante, en el ámbito de Federico Sturzenegger.

No es ello lo que explica la conformación del cuarto vértice a su cargo, sino su misión de tapón político del ángulo ocupado por la vicepresidente Villarruel, por cierto, un andarivel peligroso de contacto fluido hacia el exterior de un sistema político hoy en llamas por doble vía. Ya sea a nivel de un socio político hoy en peligro de extinción y en pie de guerra a partir de la entrada en cancha de Macri. 

En simultáneo, por la presión de numerosos actores políticos que demandan una ventanilla política y un interlocutor que comprenda que Argentina no es una monarquía ni de sangre ni plebeya. Cómo dice el viejo adagio, quienes se quemaron casi por dos décadas hoy vuelven a ver la vaca y lloran.

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