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Compras públicas: herramienta clave para la innovación

Sin el accionar de este instrumento, difícilmente hubieran aparecido innovaciones que han cambiado la vida de las personas.

26 septiembre de 2016

por Daniel Schteingart (*) y Pablo Dragún (**)

En la última década ha resurgido el interés, en múltiples países, por las compras públicas, vistas como una política clave para el fomento de la innovación. En particular, se trata de un tipo de política pública que hace hincapié en que la innovación es traccionada por la demanda.

Sin embargo, el uso de las compras públicas como catalizador de la innovación y el desarrollo no es un fenómeno nuevo, sino que se retrotrae mayormente a la segunda posguerra. Por ese entonces, las compras públicas en muchos países estuvieron ligadas a objetivos de defensa nacional. Innovaciones radicales como Internet, el GPS o la industria de los semiconductores surgieron en Estados Unidos gracias, en buena medida, al impulso estatal y por medio de programas de compras públicas.

Otros países, como Japón, Suecia, Noruega o Francia, entre muchos otros, también han hecho de las compras públicas un instrumento clave de sus políticas de desarrollo. La diferencia entre la actualidad y el pasado tiene que ver con que ahora se pone a las compras públicas como una herramienta central para el impulso a la innovación en tanto que antes ésta era un objetivo secundario, vinculado a cuestiones militares o de seguridad.

En la actualidad, las compras públicas constituyen una de las herramientas de política pública más poderosas que tienen los países sin infringir las normas multilaterales del comercio, de modo tal que hay un gran margen para el diseño e implementación.

Las compras públicas tienen diversos modos de fomentar la innovación. Uno es que garantizan al proveedor privado una certidumbre en cuanto a ventas. Teniendo en cuenta que la innovación es por definición muy riesgosa y de resultados inciertos, las compras públicas disminuyen enormemente el riesgo al garantizar demanda. El Estado también muchas veces sirve como prueba para que el sector privado pueda ir refinando y mejorando sus nuevos productos.

La mirada más convencional tiende a ser crítica del sistema de compras públicas, ya que considera que conduce a una asignación ineficiente de recursos, limita el acceso a mercados externos, genera rigideces en el mercado doméstico, aumenta injustificadamente el gasto público y afecta a la competitividad de la economía. Dicha visión aboga por regímenes de compras públicas en que no haya preferencias de ningún tipo de origen nacional y que, por tanto, sea un universo de libre competencia de contratistas, donde la mera competencia sea el principal estímulo a la innovación.

Sin embargo, innumerables estudios han mostrado que sin el accionar de este instrumento de política pública, difícilmente hubieran aparecido innovaciones que han cambiado la vida de las personas. El razonamiento es el que se mencionó anteriormente: las innovaciones, mientras más radicales sean, implican una enorme incertidumbre. Las compras públicas permiten minimizarla significativamente, ya que aportan un horizonte certero de demanda. Es por tal razón que detrás de las grandes innovaciones radicales del Siglo XX (la aviación supersónica, el láser, Internet, el GPS o las energías verdes, entre otras) siempre estuvo el Estado para contribuir a disminuir tal enorme incertidumbre.

Estados Unidos es uno de los países que más ha utilizado las compras públicas como forma de nacionalismo económico. Los orígenes de las compras públicas como instrumento de impulso al sector privado norteamericano pueden rastrearse en la Guerra Civil de la década de 1860. Sin embargo, 1933 marcó un punto de inflexión, con una innovación institucional: la Buy American Act, una normativa en pos del “compre americano”, la cual ha sido enmendada muchas veces, pero sin perder su espíritu originario de promover la inversión y el trabajo nacional. Empresas como Boeing, IBM, Lockheed, Intel, DuPont, Monsanto o Pfizer, entre muchas otras, tuvieron un gran despegue gracias a la demanda estatal. La Buy American Act fue el pilar normativo clave de dicho despegue. Desde la segunda posguerra, el “compre nacional” estadounidense estuvo asociado al doble objetivo de fortalecer el sistema de defensa por un lado y el desarrollo tecnológico con potencialidades civiles por el otro.

El éxito del “compre nacional” estadounidense como política clave de desarrollo tecnológico ha recibido relativamente escasa atención. Sin embargo, cada vez más gobiernos de Europa y Asia están estudiándolo para extraer potenciales enseñanzas. Si bien ninguna experiencia es fácilmente copiable, y mucho menos la estadounidense, tan vinculada a objetivos de defensa nacional, se observa que las compras públicas pueden ser una palanca muy eficaz para el avance tecnológico de los países.

(*) Magister en Sociología Económica (IDAES-UNSAM), doctorando en Sociología (IDAESUNSAM), becario Conicet y docente UNQUBA.

(**) Coordinador del Centro de Estudios de la UIA.

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