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Repensar el futuro a partir de un propósito compartido

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13 abril de 2021

Por Juan Carlos Lynch (*)

En su libro “La economía de la vida”, el economista francés Jacques Attali manifiesta su sorpresa por el hecho de que gran parte de la humanidad coincida en el deseo ferviente de que la pandemia llegue a su fin y volvamos de una vez por todas al mundo de antes.

La sorpresa de Attali tiene su lógica. No logra entender que la mayoría de la gente se imagine un futuro en el que una vacuna o algún otro medicamento elimina el virus y recuperamos entonces la magia de la vida anterior. Especialmente porque, bien dice, fue justamente esa vida anterior la que nos llevó a esta crisis.

A partir de esta reflexión, Attali elabora una tesis a la que quiero adherirme para poder hablar de la relevancia de un propósito compartido como herramienta para repensar el futuro.

La tesis de Attali es que esta pandemia tendrá el efecto que históricamente han tenido las guerras globales y disparará cambios brutales en términos sociales y económicos, pero también filosóficos y culturales. Cambios que podrían ser desastrosos o positivos, de acuerdo con las decisiones que tome la comunidad internacional.

En la elaboración de esa tesis, cita los ejemplos de las guerras iniciadas en 1914 y 1939, de las cuales la primera disparó el surgimiento del comunismo en Rusia y del nazismo y el fascismo en Alemania y en Italia, con sus consecuencias de tiranía, odio y muerte, mientras que la segunda sentó las bases de un mundo más libre y fue seguida por casi cincuenta años de progreso y prosperidad.

En esa línea, el ensayista francés remarca que una de las certezas que tenemos hacia adelante es que el mundo volverá a enfrentarse a crisis globales, ya sea en forma de pandemia, de desastres climáticos y de alguna otra índole, y que el desafío, casi binario, es tomar decisiones que permitan reducir la posibilidad de ocurrencia y prevenir el impacto de esos problemas, o volver “al mundo de antes” y que una nueva pandemia vuelva a matar a millones de seres humanos, como está pasando en estos días.

Lo interesante de su planteo, es que no se mete en los problemas concretos como pobreza, hambre o cambio climático, pese a que los reconoce, sino que va más al fondo, planteando un gran interrogante: ¿Qué queremos hacer después?

Mi reflexión, a partir, como dije, de la tesis de Attali, es que el mundo se encuentra ante la oportunidad única de encontrar un propósito compartido.

Así como la condición humana se entiende como la manera en que los seres humanos reaccionan a acontecimientos biológicamente determinados que son comunes a las vidas humana, un propósito compartido global es la respuesta que el conjunto de las naciones debe dar a los desafíos que nos presenta un futuro que, aunque suene paradójico, no puede ser igual al pasado, sino que debe ser sustancialmente distinto.

En los últimos 20 o 25 años el mundo ha cambiado dramáticamente como consecuencia del desarrollo tecnológico. La combinación de teléfonos inteligentes, Internet satelital de alta velocidad, redes sociales e inteligencia artificial ha convertido a las personas en actores empoderados, capaces de fijar agendas aún en las conversaciones con los que hasta ahora eran considerados factores de poder o líderes de opinión. Y para conectarse y tener conversaciones interesantes y productivas en ese nuevo escenario se requiere de un propósito común. Un propósito compartido. Esto es así. No es un planteo teórico, sino algo que ya está ocurriendo.

¿Por qué entonces no repensar el futuro desde esta nueva lógica, para encontrar coincidencias básicas en temas tan esenciales como la prevención de problemas que pueden terminar con la vida de millones de seres humanos, definiéndolas de manera colaborativa, a los efectos de contar con los consensos necesarios para que lo que deba hacerse efectivamente se haga?

Es la oportunidad de disparar una gran conversación sobre qué queremos causar como sociedad global, hacia dónde queremos ir y cómo vamos a hacerlo, conscientes de nuestras enormes debilidades.

Estamos enfrentando una pandemia global que puede y debe servirnos de alerta, contamos con ámbitos como para llevar adelante este proceso de diálogo, existen líderes globales capaces de impulsar la iniciativa. Sólo falta tomar la decisión.

(*) Director General de Newlink Argentina, miembro del comité ejecutivo del Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires y académico de número en la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación

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