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La macroeconomía, una ciencia de asimetrías

Uno de las hipótesis de partida más comunes a la hora de utilizar modelos económicos para realizar diagnósticos y evaluaciones de política es el supuesto de simetría.

01 octubre de 2019

Por Pablo Mira Docente e investigador de la UBA

Uno de las hipótesis de partida más comunes a la hora de utilizar modelos económicos para realizar diagnósticos y evaluaciones de política es el supuesto de simetría. Cuando se asume esta propiedad, se espera que los efectos de una determinada política sean similares, sean que se produzcan en uno u otro sentido.

Un caso paradigmático es el de asumir que las políticas funcionan de la misma manera (aunque con signo opuesto) respecto de sus efectos sobre el ciclo económico. Tomemos el caso de una suba de la tasa de interés, cuya consecuencia más temida es que afecte negativamente la actividad económica. Esta percepción es perfectamente razonable y ha sido documentada ampliamente: tasas reales muy elevadas generalmente dañan la actividad. Sin embargo, la reversa no opera de manera perfectamente simétrica: si bien las bajas en la tasa de interés dejan de dañar el tejido productivo, no necesariamente impulsan la actividad al alza en la misma magnitud. La razón es que para contraer la producción y la demanda basta con que una variable sea negativa, mientras que para expandir la producción se necesita bastante más que una tasa de interés menor. Entre las condiciones para aumentar la producción y el empleo hay que incluir una menor incertidumbre, o una demanda futura fortalecida. El resultado de estas acciones, por tanto, es que políticas de tasas elevadas durante cierto tiempo no pueden compensarse suficientemente llevando a cabo la política inversa durante un período similar, o al menos no totalmente.

Históricamente, el tipo de cambio real ha estado demasiado atrasado durante demasiado tiempo, y muy alto durante otra gran cantidad de tiempo. La frecuencia de un tipo de cambio promedio o “más o menos equilibrado” es, en cambio, mucho menor.

En Argentina otro caso de asimetría se relaciona con la dinámica de las exportaciones industriales. Un tipo de cambio poco competitivo que castigue durante mucho tiempo la exportación de manufacturas podría provocar daños irreversibles en un conjunto de empresas, que podrían perder sus mercados a manos de sus competidores.

El tipo de cambio

Cuando el tipo de cambio vuelve a ser suficientemente elevado (el camino típico que sigue la Argentina para lograr es por la vía de las crisis cambiarias), entonces las exportaciones que sobrevivieron respirarán un poco, pero los efectos sobre las nuevas ventas externas no serán inmediatos: los competidores, para entonces, habrán conseguido fortalecer sus relaciones, firmado contratos, o logrado ganancias de escala.

Desde el punto de vista de la política económica, los problemas de asimetrías sugieren que es mucho más conveniente contar con medidas que logren su objetivo de manera pasimoniosa y duradera, evitando los saltos bruscos en las variables macroeconómicas principales. La dinámica que siempre observó el tipo de cambio en Argentina es un buen ejemplo de una variable que propició las consecuencias negativas de las asimetrías. Históricamente, el tipo de cambio real ha estado demasiado atrasado durante demasiado tiempo, y muy alto durante otra gran cantidad de tiempo (aunque estuvo más tiempo atrasado que competitivo). La frecuencia de un tipo de cambio promedio o “más o menos equilibrado” es, en cambio, mucho menor. La volatilidad cambiaria no sólo aporta inflación e inestabilidad nominal, sino además un daño neto a las estrategias exportadoras, que según varios analistas hoy se han vuelto cruciales para que Argentina tenga algún futuro.

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