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El 2023 está muy lejos pero noviembre, muy cerca

Dos años es mucho, pero la ventana de dos meses hasta las generales ofrece poco margen para mejorar los números electorales.

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Alejandro Radonjic 14 septiembre de 2021

Por Alejandro Radonjic

“Evidentemente algo no habremos hecho bien para que la gente no nos acompañe como esperábamos que nos acompañe”, dijo Alberto Fernández en la difícil noche del 12 de septiembre. "Hay una demanda que seguramente no hemos satisfecho adecuadamente en los votantes y a partir de mañana vamos a intentar de presarle atención y resolver el problema”, agregó luego. Fue un atisbo de autocrítica y recepción del mensaje electoral, inespecífico (“algo” o “una demanda”), en el tramo inicial de su discurso, más calmo.

“Vamos a corregir lo que se haya hecho mal y vamos a hacer lo que no se haya hecho”, acotó, después, en clave sciolista. “A cada compañero militante les pido que mañana mismo vayan a hablar con sus vecinos, no perdamos un día”, agregó luego, mientras las cuerdas vocales entraban en calor.

Hubo una mención ligera “al país que nos dejaron”, pero no tercerizó responsabilidades ni buscó chivos expiatorios, como hizo ayer su jefe de Gabinete, quien adjudicó parte de la victoria de Juntos a “la extinción de las repreguntas de los medios dominantes”. Fernández no dio mayores precisiones sobre los cambios. Por un motivo obvio (el timing: no era el momento) y otro, muy probable (no sabe el rumbo: qué, quién y cómo cambiar).

En redes sociales, cada uno mencionaba los errores y sugería los cambios. Como ocurre con el fútbol, son todos DT. Incluso dentro del Gobierno hay distintas versiones sobre por qué pasó lo que pasó y qué debe hacerse: es un Gobierno más coalicional y loteado que el de Cristina Kirchner.

La economía fue un factor subyacente en los análisis. Es el “gran elector”. El Gobierno sabía que no plebiscitaba un escenario holgado ni iba a haber premio por la economía, pero creían que capearon bien la pandemia con los IFE y los ATP y que la economía ya estaba creciendo lindo, con la industria mostrando mejores números que en 2019. La inflación molestaba, por cierto, pero es la misma que la que dejó Mauricio Macri. Habían pisado las tarifas y otros regulados y ahora, como dijo Cristina Kirchner el jueves pasado, “la gente volvió a prender la calefacción” y plancha cuando quiere. El cepo a la carne estaba funcionando, la obra pública estaba levantando?

¿El voto castigo habrá sido todo por la economía?

Los más sensatos coincidían ayer en lo cierto: dos años es mucho y hacer proyecciones terminantes sobre el 2023, bizantino. Pero la ventana de dos meses hasta las generales ofrece poco margen para mejorar los números electorales.

Aun en un escenario económico positivo, donde baja la inflación, avance la vacunación y haya más movimiento económico en la calle, ¿cuánto puede cambiar la sensación térmica de la economía y, además, cuánto de eso se puede traducir en votos? Quizás haya acciones o gestos más efectivos. Señales de apertura o diálogo que puedan pagar mejor.

Se verá que se pergeña en el Frente de Todos, que ayer mezclaba el discurso entre la necesidad de escuchar y cambiar, pero no tanto.

El escenario base de los economistas es una profundización del bombeo preelectoral, acaso más pronunicado dadas las necesidades. “Una decisión del Gobierno de impulsar un mayor gasto y financiamiento del BCRA antes de las elecciones de noviembre podría empeorar los ya severos desequilibrios macroeconómicos del país y complicar las futuras negociaciones con el FMI”, advirtieron ayer desde Moody's. El impacto sobre la brecha cambiaria y la inflación de la mayor emisión monetaria serán otros factores de relevancia, así como el estrés cambiario. Ayer, el BCRA pudo comprar algunos dólares (US$ 15 millones), pero no queda claro si habrán dólares suficientes para llegar a noviembre sin cerrar algún grifo adicional.

El escenario hacia noviembre se avizora desafiante y será una prueba para mensurar la capacidad de reacción del Gobierno. Acortar la diferencia podría ser un estímulo para el segundo tramo del mandato. Además, el Gobierno necesita hacer control de daños en el Congreso. Está en juego la mayoría en la Cámara Alta y, según estimaciones de la periodista Carolina Ramos, el FdT podría dejar de ser la primera minoría en la Cámara Baja.

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