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Una emergencia frente a la tormenta perfecta

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14 julio de 2020

Por Juan Martín Diputado Nacional de Juntos por el Cambio por Santa Fe

Estos últimos días se viralizó en las redes la exposición de Lucila Roth en la Comisión de Turismo de la Cámara de Diputados de la Nación. Su voz y su cara se hicieron conocidas en los medios nacionales de comunicación. Lucila, así como otros más de 5.000 argentinos y argentinas, es titular de una pyme, de una agencia de turismo.

Su testimonio, con su voz quebrada pidiendo auxilio, nos emocionó a todos. “No sabemos cómo vamos a seguir”, fue la expresión más genuina de un sector productivo, de gente de esfuerzo, que quiere levantar las persianas de su emprendimiento para salir adelante, pero que ya no resiste más.

No resiste más y no sólo por la pandemia. La llegada del coronavirus y el consecuente aislamiento y sus limitaciones para circular terminaron de conformar la tormenta perfecta para un sector que había recibido un disparo letal en diciembre con el impuesto PAIS.

En aquél momento, a partir de la iniciativa del presidente Alberto Fernández y con una medida intempestiva que no les dio margen para acomodarse a la nueva coyuntura, las agencias de turismo como la de Lucila y su familia prácticamente dejaron de trabajar. Fue en plena temporada alta para el sector y sin ninguna medida, anuncio o herramienta que les permitiese atravesar el momento crítico al que fueron arrastradas por esa definición que hoy parece una gota de agua en un océano de problemas y dificultades.

No es el objetivo de ésta nota hacer una revisión cronológica, pero sí poner en contexto el porqué del llanto y la angustia de Lucila. Se trata de una expresión de impotencia frente a un Estado que le da la espalda, que destrata a quienes quieren emprender y sacar el país adelante haciendo eso que saben y quieren hacer: trabajar. Pero que por una serie de definiciones que le son ajenas, estos emprendedores no lo pueden hacer, hace ya más de seis meses. Y a contraposición no reciben por parte de las autoridades, casi ninguna herramienta.

Por el contrario, todas las acciones de los organismos gubernamentales parecen ir en el sentido contrario. No cuentan con ninguna precisión respecto al tiempo que durará el aislamiento y las restricciones para circular en el país. No conocen, como ninguno de nosotros, cuál es el plan para salir de forma administrada del confinamiento. Con una medida que carece de fundamentación acabada se impide sin matices la aeronavegación hasta septiembre, aún en los casos en que la conexión se dé entre provincias sin circulación comunitaria del virus. Nada se sabe respecto al transporte terrestre interurbano de media y larga distancia.

Si bien no existen manuales para afrontar la pandemia, algunas experiencias comparadas y la necesidad de brindar un horizonte de certezas al sector exigen por parte del Estado una conducta diferente. Y se exige de forma urgente, porque estas pequeñas empresas que son la fuente de trabajo de miles de argentinos y argentinas, no resisten más.

Junto a Alfredo Cornejo, Gustavo Menna y otros colegas, presentamos un proyecto de emergencia en el Congreso de la Nación que intenta dar cuenta de la realidad de éste sector y a partir de ello, aportar alternativas. Con medidas de apoyo en materia laboral, financiera y tributaria, buscamos darle alivio al momento extremadamente crítico que atraviesa el turismo y otros rubros como el gastronómico y hotelero.

Los empresarios que forman parte de éste sector, como bien dijo Lucila, fueron los primeros en dejar de trabajar, allá por diciembre, y serán los últimos en volver a hacerlo y ni siquiera saben cuándo. Esa incertidumbre hace inviable su sostenimiento.

A partir del diálogo que mantuvimos todos estos meses con ellos es que conocemos de primera mano que la emergencia que impulsamos no logra dar cuenta acabada de todos sus problemas. Se trata en su gran mayoría de empresas familiares, donde los dificultades estructurales que afrontan van desde el pago de servicios y los alquileres hasta su subsistencia familiar. Somos conscientes de eso.

El proyecto de emergencia propuesto sería un primer paso, que brindaría aportes concretos, que aún de forma parcial, les acerque herramientas que les permitan subsistir y atravesar a duras penas la tempestad.

Pero lo que es muy importante también: el sector necesita que un Estado que ha utilizado a lo largo de su historia las “emergencias”, en muchos casos cayendo en la banalidad y la sobreactuación, ésta vez lo haga en serio. Necesitan de su empatía, que conecte con la realidad cotidiana que atraviesan y utilice esta iniciativa para expresar un mensaje claro: acá estoy para acompañarte. Acá estamos Lucila para vos y para todas las familias que atraviesan éste momento terminal. No están solos.

Por eso desde el Congreso de la Nación vamos a insistir con este proyecto que impulsamos, que obtuvo dictamen de minoría y que esperamos llegue al recinto pronto para poder ser tratado. Sabemos que de ello dependen miles de fuentes de trabajo genuinas, hombres y mujeres de esfuerzo que se resisten a sumarse a las filas de compatriotas que requieren de la ayuda estatal para subsistir.

La tormenta puede hacer naufragar un barco que navega sólo en el medio del océano. Pero si ese barco cuenta con el empuje de Lucila y toda la tripulación, y con una herramienta excepcional como la emergencia que el Estado debe proveerle de timón, no le será nada fácil a esa tormenta doblegar la nave.

El empuje de la tripulación siempre estuvo y estará. Es hora de brindarles un timón acorde para que el barco llegue a tierra firme y emprenda luego nuevos viajes, como hizo siempre. Estamos a tiempo.

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