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Larreta se mira en el espejo mendocino y se ilusiona con aislarse del ruido nacional

01 octubre de 2019

La Casa Rosada recibió como un necesario alivio y un potencial aire fresco en un contexto ciertamente adverso, el triunfo abultado de Rodolfo Suárez en la elección a gobernador de la provincia de Mendoza sobre la candidata del Frente de Todos, Anabela Fernández Sagasti. Pero el que puede mostrar el mayor esbozo de sonrisa es el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta que pelea su reelección frente Matías Lammens, el candidato del principal frente opositor.

El sistema porteño obliga a superar el 50% de los votos para evitar el balotaje, cosa que nadie ha conseguido hasta ahora.

Por un lado, Mendoza parece haber mostrado que si se impone la discusión local, los oficialismos logran hacerse fuerte, como sucedió hasta ahora en todos los distritos, salvo en Santa Fe, Tierra del Fuego y la provincia de Buenos Aires. Suárez se presentó como continuidad del también radical Alfredo Cornejo y pudo esquivar el peso de la pertenencia común a Juntos por el Cambio a nivel nacional. Otro factor a favor de las pretensiones de Larreta podría ir en contra de la búsqueda a nivel nacional del oficialismo para revertir el duro revés de las PASO: dada que la elección presidencial está definida (y que el triunfo del Frente de Todos repetirá su holgura), el electorado puede ser proclive a generar algunos contrapesos, a limitar poder desde las gestiones locales. La Ciudad, estiman en el gabinete porteño, puede ser uno de éstos.

No obstante, también aparecen algunas diferencias que no permiten gambetear la preocupación. Dos en especial. Por un lado, las elecciones porteñas no sólo son unificadas con la nacional, también las distintas categorías comparten una misma boleta. Es cierto, la CABA es uno de los distritos en donde el presidente Mauricio Macri tiene mejor imagen y muestra mejores chances electorales, pero también lo es que la gestión local es mejor valorada que la nacional, por lo que la boleta compartida es posible que le retacee algunos votos. Votos, de alguna manera, imprescindible para esquivar el balotaje.

Mendoza muestra que si se impone la discusión local, los oficialismos logran hacerse fuerte en los electorales provinciales.

Y ahí el segundo punto diferencial. El sistema electoral porteño obliga a superar el 50% de los votos positivos para evitar la segunda vuelta. Desde que se aplica esta disposición, ningún funcionario o primera minoría logró evitar el desafío. Ni Aníbal Ibarra, ni Macri en las dos oportunidades en las que fue holgadamente como vencedor. El antecedente de 2015, cuando Larreta ganó con comodidad en primera vuelta, pero sufriendo más de la cuenta contra el hoy aliado Martín Lousteau no deja de preocupar al oficialismo porteño.

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