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Tiempos tormentosos

Panorama semanal de M&F Consultora

27 julio de 2018

Por M. Carugati y F. Hernández  M&F Consultora

Los primeros meses del 2018 fueron los de peor desempeño en seis años. Golpeado por la sequía, el nivel de actividad se contrajo en mayo por segundo mes consecutivo, transformando completamente el panorama de un año que había arrancado de forma promisoria. Concretamente, el EMAE registró una contracción de 1,4% sin estacionalidad, tras el -2,8% de abril. En términos anuales, la caída de 5,8% fue peor a lo anticipado, teniendo que retroceder hasta agosto de 2014 para encontrar una baja de similar magnitud. A medida que los efectos de la sequía vayan disipándose, la economía empezará a sentir los coletazos de la corrida cambiaria y las reacciones de política. Las dudas siguen alrededor de la magnitud y duración de la caída, con implicancias directas sobre el panorama político del crucial 2019.

El agro se derrumbó, arrastrando a otros sectores. En términos anuales, seis de los 15 sectores relevados por el Indec se mostraron en baja. Aún afectado por la sequía, el agro fue la actividad de peor desempeño (-35% anual), con impacto indirecto sobre el transporte (-4,9%) y la industria (-1,4%). Además, los problemas gremiales en Brasil, que no termina de repuntar con fuerza, incidieron sobre ambos sectores. Por otro lado, comienzan a sentirse las derivaciones de la coyuntura económica sobre la construcción (+4,4%), la actividad inmobiliaria (+4,0%) y el comercio (0,6%) que, a pesar de mostrar números positivos, desaceleraron su ritmo de expansión. Si bien el EMAE registra con claridad el efecto de la sequía, tampoco es que el resto de los sectores muestra excelente performance, lo que será más notorio en las próximas publicaciones.

Los primeros indicios de junio confirman la “baja temperatura” económica. El estimador de actividad de Orlando Ferreres anotó una baja de 4,5% anual en junio, descendiendo en términos desestacionalizados por tercer mes consecutivo. Los sectores que venían empujando en la fase de crecimiento empezaron a mostrar signos de fatiga. Por el lado de la construcción, el índice Construya venía mostrando una desaceleración y en junio directamente anotó una caída (-5,4% anual), la primera en quince meses. En cuanto a la industria, tanto Ferreres (-5,0% anual) como FIEL (-5,4%) registraron una contracción, que se explica en gran medida por la caída de la producción automotriz y el derrame hacia sectores conexos, pero también por el efecto de la sequía en la molienda, la menor demanda de bienes de consumo y de materiales para la construcción. Por el lado del comercio, las promociones relacionadas con la Copa del Mundo y el relanzamiento de créditos apalancaron al rubro de electrodomésticos, al punto tal de convertirse en el principal factor detrás de las buenas ventas en supermercados y shoppings. Sin embargo, los datos minoristas (CAME) siguen mostrándose en rojo (-4,2% anual).

Pronóstico de “tormenta” para lo que queda del año. Con un segundo trimestre acaso peor a lo anticipado (a mayo acumula una baja de 3,5%, cuando el mínimo del REM esperaba -2,6%), las proyecciones de un 2018 con crecimiento están siendo cada día más optimistas. Suponiendo que la economía en junio se mantiene al mismo nivel que en mayo, el segundo trimestre cerraría con una caída de 3,5% sin estacionalidad. Si tomamos la mediana del REM para los trimestres que quedan (-0,7% y 0,1%, respectivamente), el año promediaría una caída de 0,5%. Dado que la visión de consenso ha probado tener un sesgo optimista, podemos tomar el percentil 25 de las respuestas del REM como una postura más conservadora. En ese caso, la baja del PBI sería de 0,9% anual. Estaríamos frente a 2 o 3 trimestres de contracción, que además dejarían un pobre arrastre estadístico para el 2019 (-1,2% o -1,9%). Esta visión contrasta con las estimaciones oficiales, que refieren a una recesión de 1-2 trimestres y que llevarían, no obstante, a crecimiento del 0,4% para todo el año.

¿Pesimismo privado versus optimismo público? Desde el sector privado se ven nítidas razones para una proyección más descarnada. Pasada la sequía, la devaluación pegará de lleno y la política económica no podrá cumplir un rol amortiguador. Sin mucho margen para políticas contracíclicas, un escenario más positivo depende de una rápida y duradera estabilización cambiaria, acompañada por una baja en la percepción de riesgo y una minimización en la caída del salario real. Ello posibilitaría el reingreso de capitales del exterior, removería el freno sobre decisiones de inversión y amortiguaría la baja del consumo. Las diferencias de visión asignan, en el fondo, distintas probabilidades a la dinámica de las variables centrales, lo cual repercute también en el escenario futuro. Cómo quede la economía tras la tormenta será clave para pensar el 2019, sobre todo por las implicancias políticas de arrancar el ciclo electoral con una macro más débil o más fuerte.

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