En la provincia de Buenos Aires se define el resultado de las elecciones. Así lo decidieron sus principales protagonistas.
En primer lugar, el propio Gobierno cuando afirma que la confianza de los inversores no se termina de plasmar y que se puede desmoronar si se instala la duda sobre la continuidad del proceso de cambio y de que existe el riesgo de un retorno al pasado populista.
¿Y cuál será la medida de ese riesgo? Los votos que obtenga Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires. Porque ese caudal será el que permitirá responder la pregunta clave para la gestión de gobierno de los próximos dos años, esto es, si es posible que en 2019 haya una fuerza competitiva armada en torno a Cristina para disputar el poder. Si la respuesta resulta afirmativa, el oficialismo quedaría preso de su discurso durante los próximos dos años. Por eso, los comicios venideros son mucho más que una elección legislativa.
El kirchnerismo no será la fuerza política dominante en ninguno de los distritos más poblados del país. Por lo tanto, sólo si gana en la provincia más grande, puede aspirar a un realineamiento dentro del peronismo (que sabe olfatear donde está el poder) liderado por Cristina.
Pero una derrota, aunque sea ajustada, hará que quede muy distante la posibilidad de ser una alternativa de poder en 2019. El oficialismo apuesta a que Cristina sea una versión 2017 de Menem 2003, es decir, un candidato con apoyos sólidos, pero con un techo que le impide ganar una elección porque no superaría el 30% de los votos.
Todo indica que Cristina se impondrá en la Tercera Sección Electoral, pero perderá en la Primera y, por mucho, en el interior de la provincia. Seguirá siendo una figura con peso en la política argentina pero, para mantener sus posibilidades de competir con éxito en 2019, sólo le sirve ganar en Buenos Aires.
