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Las idas y vueltas del caso Vicentin

Alberto-Fernandez-Vicentin
Alberto-Fernandez-Vicentin
16 junio de 2020

Por Mauro Becerra Especialista en Comunicación

Política

La política argentina, ante un tema que muestra traspiés o saturación social, suele instalar otro asunto para retomar el dominio de la agenda  pública. El tema es que la política no es matemática, y un simple error de subestimación de públicos o climas sociales puede transformar un golpe de efecto en una trompada al propio mentón.

El tema Vicentin detonó, no es casualidad, con la asunción de Alberto Fernández en diciembre pasado y desde el Gobierno lo siguieron con  atención. La cercanía con el macrismo, la comprometida situación financiera de la firma y los polémicos créditos que recibió la empresa del Banco Nación, hacían el caso tentador para usarlo como mensaje. Esto le aportaría al oficialismo una buena señal para el público propio; con poca resistencia de sectores opositores, que seguramente no opinarían para evitar el tema “créditos”. De paso, se instalaría una conversación distinta a la generada por el coronavirus, que desde hace semanas muestra hartazgo y reacciones políticas adversas. Parecía una buena opción, pero pasaron cosas.

El proceso de generación de consenso sobre la medida estuvo lejos de ser el correcto. El lunes 8, de golpe, se informó a la prensa que iba a haber un anuncio presidencial. La poca información disponible no hablaba de  expropiación, sino de intervención. Al parecer, este cambio fue agregado por alguno de los lotes que constituyen el barrio del Frente de Todos. Desde  los dueños de la firma hasta referentes políticos de peso afirmaron que se enteraron por los medios. Incluso el gobernador de la provincia de Santa Fe, Omar Perotti y el ministro de Agroindustria, Luis Basterra, vieron el anuncio desde fuera de la mesa, donde sí estaba la senadora kirchnerista  Anabel Fernández Sagasti. Para estos menesteres, nunca es grato ser sorprendido.

Con la información en los medios, empezaron a conocerse opiniones: no sólo la oposición respondió de forma rápida y firme, sino que las disidencias incluían voces como las de Roberto Lavagna, entidades del agro y hasta Guillermo Moreno. Párrafo aparte para los silencios, como los de Juan Schiaretti o Sergio Massa, quedicen mucho más de lo que parece.

Luego, iniciaron las marchas El modelo de gestión presentado por Luciano Elizalde en “Manejando el Disenso”, explica a éste como algo más amplio que las situaciones de crisis de una institución o gobierno. Entre los tipos estudiados para el disenso están las situaciones de conflicto y las de conflictividad. El primero difiere porque tiene una dirección intencional y racional, a diferencia de la segunda que tiene una dirección emocional. También los diferencia la visibilidad de los líderes que comandan la protesta: claros e identificables en el conflicto, difusos en conflictividad. En definitiva, no es lo mismo un sindicato cortando la salida de un ministerio para pedir una mejora laboral que una marcha de vecinos movilizados en  defensa de una empresa que sienten propia.

Las protestas de Reconquista y Avellaneda, con desalojo del subinterventor designado incluido, marcaron un quiebre en el humor social. Los medios colmaron las pantallas con imágenes de gente con banderas argentinas; historias de vida de trabajadores de la firma e integrantes de la familiadueña  de la empresa marchando junto a empleados y vecinos. La vocería en medios contra la decisión presidencial la hizo un humilde intendente del interior. Mismos actores con similares reacciones activaron  los marcos de interpretación del conflicto con el campo y la 125. Incluso estudios de escucha activa en redes sociales, como los realizados por la Fundación Cigob, demuestran que la tonalidad de la discusión pasó deparidad a un escenario de lectura negativa de la medida.

Por todo esto, hubo amague de vuelta atrás: el Presidente se reunió con Sergio Nardelli, CEO de la firma, y parecía que la expropiación perdía fuerza. Perotti, que antes la veía desde el banco, pasó a titular, ni más ni menos que como vocero posreunión. Habló de “diálogo productivo” y de “buscar soluciones superadoras”. Pero lo que parecía una apertura a construir en conjunto, duró casi nada: medio día después del encuentro el propio presidente ya hablaba de nuevo de la expropiación como “la herramienta”. El tema se volvió complejo, más aún para una sociedad en cuarentena, en medio de una pandemia.

En un país agrietado como el nuestro, convivir con disensos agresivos va a ser regla para los líderes de los próximos años. Es claro que, en este caso, faltaron medidas de preparación y conversación estratégica con los actores. Apostar a la comunicación es indispensable en las políticas públicas de hoy. Así se garantiza que cuando se busque un golpe de efecto en la agenda pública argentina, termine siendo eso. Y no una sorpresa que devuelva más  problemas que soluciones.

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