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Reconstruir y reformar el orden global

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09 marzo de 2021

Por Gabriel Alejandro Orozco Candidato a la Maestría en Política y Economía Internacionales (UdeSA)

¡Estados Unidos está de vuelta! Es la frase que anuncia el presente y los desafíos futuros de la primera potencia mundial en un contexto de crisis del multilateralismo. En estas circunstancias, la nueva administración estadounidense tiene un doble reto: lograr su resiliencia como agente global y, al mismo tiempo, cooperar en la transformación del actual orden internacional hacia un escenario más estable. Dicha construcción futura implicará estrechar lazos entre aliados y garantizar una prosperidad compartida.

Por una parte, si pretende mantener su status como líder en la solución de problemáticas mundiales, la gestión liderada por Joe Biden precisa restaurar la credibilidad interna y externa de su país. En efecto, de acuerdo a Samantha Power en su artículo “The Can-Do Power” en Foreign Affairs, el liderazgo de los Estados Unidos se ha reducido drásticamente en gran parte del mundo y su percepción es la de un actor incompetente. Para revertir esta imagen, se requerirá de proyectos concretos en donde la diplomacia y los equipos técnicos estadounidenses demuestren resultados palpables hacia el público. En este sentido, dado el papel estadounidense como promotor de la seguridad y estabilidad económica internacional, sus aliados asiáticos, latinoamericanos y europeos están expectantes de garantías claras que generen confianza mutua y gestionen las políticas dinámicas que China y Rusia mantienen estas regiones.

Por otra parte, el orden internacional liberal (OIL) fundamentado en la soberanía, el liberalismo económico y el multilateralismo está en su laberinto. En esta línea de ideas, el asesor político británico Syed Sharfuddin ha mencionado en el Commonwealth Journal of International Affairs que “un nuevo orden internacional será rediseñado por los países poderosos tomando en cuenta las lecciones aprendidas del desempeño de los regímenes totalitarios y las democracias libres al lidiar con la actual pandemia”.

Sin embargo, como observan las investigadoras Mette Eilstrup-Sangiovanni y Stephanie Hofmann en el Journal of European Public Policy, esto no representa una crisis sino un reacomodamiento dentro del OIL.

En este contexto, el mundo se orienta hacia “un orden más multifacético basado en arreglos de gobernanza complejos y policéntricos entre una comunidad amplia de gobiernos nacionales, organizaciones internacionales y actores no estatales”. Al ser un proceso dinámico, el destino del sistema multilateral depende de su resiliencia ante el populismo nacionalista y la pérdida confianza de los actores centrales en las instituciones. Es allí en donde líderes de China, las Naciones Unidas y la Unión Europea han manifestado su compromiso por asegurar la sustentabilidad del sistema, y en donde Estados Unidos puede encontrar una nueva plataforma para redefinir su papel y resultados en el escenario internacional.

Para finalizar, las dinámicas que deberán conducir Estados Unidos y sus aliados en los próximos años estarán signadas por una agenda de reconstrucción de la confianza en el liderazgo norteamericano y de reforma del OIL ante disrupciones internas. En estas condiciones, el desacople o reencuentro dependerá de la capacidad de los actores públicos y privados para colaborar transversalmente.

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