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Plebiscito constitucional en Chile: una elección sin ganadores

Tras la revuelta social más masiva y virulenta de su historia, y después de encauzar un proyecto constitucional como la única manera de terminar dicho conflicto, los chilenos han rechazado dos textos en los últimos dos años, lo que golpeó tanto al oficialismo como la oposición.

Plebiscito constitucional en Chile: una elección sin ganadores
Clarisa Demattei 21 diciembre de 2023

Por segunda vez en menos de dos años, Chile volvió a rechazar en las urnas una propuesta constitucional. Después de, probablemente, la revuelta social más masiva y virulenta de su historia, y tras de encauzar un proyecto constitucional como la única manera de terminar dicho conflicto, ninguno de esos textos supo satisfacer al electorado.

El año pasado casi el 62% de los chilenos dijo que no a un proyecto de Carta Magna que, tras una convención constituyente mayormente de izquierda, se convirtió en la representación de los ecos de los mensajes refundacionales del estallido social de octubre 2019 y elaboró un texto que, para muchos, era muchísimo más progresista de lo que la mayoría de la sociedad pretendía. 

Así, el resultado del plebiscito de septiembre 2022 sirvió para exteriorizar que la mayoría de la sociedad chilena no estaba de acuerdo con las consignas de la revuelta popular y que, a nivel general, si bien había una clara intención de tener una nueva Constitución que reemplazara la de Augusto Pinochet, ésta debía ser más moderada de lo que inicialmente se creía. 

Todo hacía suponer que cuando llegara el momento de realizar un segundo intento de Carta Magna, los resultados del primer plebiscito serían un aprendizaje tanto para la izquierda como para la derecha. Pero no fue así. 

Hace tan solo 7 meses, cuando los chilenos volvieron a las urnas para elegir a quienes redactarían el segundo intento de nueva constitución, la convención quedó conformada principalmente por fuerzas de derecha, pero sobre todo del ultraderechista Partido Republicano, cuyo liderazgo principal es el ex candidato presidencial Jose Antonio Kast. 

Esa noche, apremiado por un nuevo proceso electoral que le daba la espalda después de su rutilante e inesperada victoria en 2021, el presidente Gabriel Boric le habló a sus adversarios con la experiencia de la instancia constituyente anterior y le dijo a los convencionales derechistas que no cometan los mismos errores que su agrupación había cometido y que no se dejaran llevar por sesgos ideológicos. Sin embargo, no lo escucharon.

Increíblemente, y como consecuencia de una mala lectura del clima de opinión pública, los alfiles de Kast motivados por lo que parecía ser un giro a la derecha en Chile, redactaron una constitución que muchos sectores de centro izquierda denunciaron que era aún más conservadora y más restrictiva en derechos civiles y políticos que la Carta Magna de Pinochet.

Con el paso de los meses, y aún con un proceso constituyente mucho más ordenado, moderado y con menos espectáculo que el primero, no sorprendió que en el plebiscito del domingo el 55% de los chilenos que concurrieron a las urnas rechazara esta segunda propuesta constitucional. 

Apenas conocidos los resultados oficiales, el presidente Boric anunció que con este nuevo rechazo al proyecto no habría un tercer intento, por lo menos por los 2 años que le quedan de gobierno, dejando entonces vigente la constitución actual. 

Así, se cierra un capítulo que nadie creyó real: Durante las manifestaciones de 2019 parecía haber un mensaje monolítico a favor de una nueva Constitución. Sin embargo, tras dos opciones presentadas a la ciudadanía, una muy progresista y una demasiado conservadora, la ciudadanía terminó optando por lo que dijo querer dejar atrás, la Constitución de Pinochet. 

Que cuatro años después del estallido social Chile se quede sin la posibilidad de un nuevo texto constitucional no solo parece increíble sino también es una instancia en donde nadie gana. En primer lugar, los principales perdedores son todos aquellos que, sin importar los matices ideológicos, bregaron por un cambio en la ley fundamental. Ahora, y tras este fracaso, probablemente Chile tarde muchísimo más tiempo en establecer un nuevo proceso constituyente de lo que ya costó durante los 30 años de democracia. 

A su vez, los dos intentos dejaron expuestas las fracturas de una sociedad que desde el fin de la dictadura supo esconder muy bien sus diferencias bajo un manto de supuesta concordia social y consenso. En esas fracturas, ninguna de las opciones en los extremos tuvo la habilidad de leer que la opinión pública no buscaba ni una constitución refundacional ni una minimalista que más que avanzar en derechos, eliminaba algunos ya conseguidos por la ciudadanía. 

Si bien era una instancia necesaria y que, de hecho, se demoró más tiempo de lo debido, este proceso polarizó y enfrentó aún más a la sociedad. Desde la clase política, estos 4 desgastantes años debilitaron al gobierno de Gabriel Boric que, en una especie de récord mundial, tuvo que enfrentar dos intentos de redacción de una constitución en menos de 2 años de gobierno. 

Pero los fracasos no son solamente de la izquierda, ya que el plebiscito del domingo abre un interrogante con respecto a las aspiraciones a presidente de José Antonio Kast quien, para muchos, era naturalmente el próximo jefe de Estado chileno. Por el contrario, durante la noche del domingo algunos medios trasandinos aventuraban que, tras la derrota de los extremos ideológicos, una posible ganadora fuera la alcaldesa de Providencia, Evelyn Matthei, de la derecha más tradicional quien busca disputar el liderazgo de la oposición. 

Así, Chile vuelve a una especie de foja cero pre-estallido social: sin constitución nueva y con un fortalecimiento de aquellos sectores que fueron duramente criticados durante las manifestaciones de octubre. Sin embargo, esta situación pre-2019 no fue gratuita. En el medio, a lo largo de estos 4 años, el país estuvo detenido en función de un debate que no llegó a ningún lado. 

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