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Entrevista

"La situación que vive el Reino Unido es absolutamente inaudita y sin precedentes"

El Economista dialogó con Andrea Oelsner, Doctora en Relaciones Internacionales, sobre la situación del Reino Unido

44 días duró la gestión de Liz Truss
44 días duró la gestión de Liz Truss Getty Images
21 octubre de 2022

Por Damián Cichero.

Durante mucho tiempo, el Reino Unido fue la potencia indiscutida del sistema internacional. Sin embargo, desde hace varias décadas, su poderío se encuentra en decadencia.

Pero, pese al surgimiento de otras potencias que le han sacado protagonismo, el ex Imperio Británico siempre se las arregló para continuar teniendo un papel relevante.

No solo debe destacarse su rol para resistir la invasión nazi de Europa durante la Segunda Guerra Mundial, sino también sus actuales atributos: además de ser la quinta economía mundial, es uno de los nueve países que posee armas nucleares y uno de los cinco con asiento permanente y derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU. 

Sin embargo, pese a que su actual poderío sigue siendo indiscutible, una serie de sucesos internacionales, como la pandemia y la guerra en Ucrania, más polémicas decisiones internas, como la salida de la Unión Europea, han puesto a este país en una situación crítica que incluye la reciente renuncia de la exprimera ministra Liz Truss a tan solo 45 días de haber asumido. 

Intentando analizar el pasado, presente y futuro del Reino Unido, El Economista dialogó en exclusiva con la Doctora en Relaciones Internacionales Andrea Oelsner, quien durante varios años se desempeñó como profesora investigadora en el departamento de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de Aberdeen, Escocia.

Tras la crisis política de Boris Johnson, la llegada de Liz Truss parecía traerle estabilidad al Reino Unido. Sin embargo, en cuestión de semanas, ella también debió renunciar. ¿Por qué cree que esto ha sucedido?

Como quedó claro ahora, Truss comenzó un gobierno debilísimo. En parte, esto se debe a que su liderazgo no surgió de una elección general, sino de elecciones internas dentro del Partido Conservador. Partido que, por otro lado, tiene pocos afiliados registrados para votar los comicios internos. Además, la caída de Boris Johnson fue producto de que sus propios legisladores le quitaron el apoyo, pero, por lo demás, los afiliados al partido, en general, sí lo querían. Es decir, muchos vieron esta sucesión como especulaciones y cálculos mezquinos de los legisladores más que como una necesidad política. Las regulaciones internas del partido indican que, ante la renuncia del o de la líder, la forma de nombrar a quien la suceda es la siguiente: los legisladores conservadores seleccionan -de entre ellos mismos- a los dos candidatos que luego someten a votación de sus afiliados partidarios. Este mecanismo se puso en marcha tras la renuncia de Johnson, y el proceso total tomó 6 semanas. Con la reciente caída de Truss, el partido considera la posibilidad de cambiar sus reglas internas para agilizar la selección de un nuevo líder, sin pasar por el voto de los afiliados. La importancia capital de esta selección radica en que, al ser el partido con más bancas en el Parlamento, es el partido llamado a formar gobierno, y su líder pasa, automáticamente, a estar al frente del Poder Ejecutivo. En 2017, Theresa May se encontraba en una situación similar a la de Truss. Para fortalecer su Gobierno, May decidió adelantar las elecciones generales y de esa forma sustentarse en el apoyo popular. Pero esto le funcionó a medias, ya que, si bien los conservadores ganaron los comicios, los ganó por un margen menor del que tenían y así perdió asientos en el Parlamento. El Gobierno entrante podría adelantar las elecciones previstas para 2025. Sin embargo, las encuestas dicen que, si se realizaran hoy, ganaría el laborismo. De cualquier manera, cabe resaltar que, a pesar de la larga historia de 198 años de 56 primeros ministros desde 1721, la situación que vive el Reino Unido en estos días es absolutamente inaudita y sin precedentes. A la crisis fiscal, el retorno de la inflación, el aumento de la pobreza y la crisis energética, ahora se suma una crisis política de una magnitud no vista antes.

¿Cómo impactará en el Reino Unido la muerte de la reina Isabel II y podrá Carlos III asegurar la supervivencia de la monarquía?

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La monarquía hizo, en los últimos 20 años, un trabajo formidable de recuperación de imagen. Tocó su punto más bajo en los años posteriores a la muerte, en 1997, de la Princesa Diana, exesposa del Príncipe Carlos, cuando se cuestionaba fuertemente la institución monárquica. Desde entonces, la Reina Isabel II hizo un gran esfuerzo por revertir esta tendencia, mostrándose como una monarca más humana y en contacto con los sentimientos de sus súbditos. Lo mismo sucedió con (el entonces Príncipe) Carlos y su nueva esposa Camilla. Ella mantuvo un perfil bajo durante muchos años, y Carlos concentró su trabajo en causas de caridad. Así, lograron pasar a ser miembros no solo aceptados sino también queridos por el pueblo británico. 

¿Favorece la actual crisis británica a quienes reclaman la independencia de Escocia?

Escocia -al igual que las otras dos naciones de Gales e Irlanda del Norte- tiene un “gobierno devuelto”. Esto significa que el Gobierno escocés tiene capacidad de gobernar autónomamente sobre muchas áreas políticas, como educación, salud, economía, justicia, ambiente, vivienda y transporte, entre otras. Es decir, además de participar en las elecciones británicas y mandar representantes al Parlamento de Westminster en Londres, los escoceses también eligen a sus parlamentos nacionales, desde donde surge un Poder Ejecutivo “devuelto”. A pesar de tener autonomía en muchas áreas, Escocia no es un país independiente y para muchas otras áreas, depende del Gobierno central británico. Escocia envía sus representantes, pero en esta “unión” del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, el número más grande de votantes está compuesto por ingleses.  Desde 2010, los ingleses eligen, mayoritariamente, gobiernos conservadores. En cambio, desde que se inició la devolución escocesa en 1998, en Escocia el Partido Conservador no ganó nunca elecciones nacionales escocesas. Los primeros dos gobiernos escoceses fueron laboristas -en coalición con los demócratas liberales o solos- y desde 2011, gana el Partido Nacionalista Escocés. Este es el factor principal que explica el reclamo de independencia: Escocia, donde hay un sentido de justicia social y una conciencia social mucho más desarrollados, no quiere estar regida por gobiernos conservadores de derecha elegidos, fundamentalmente, por ingleses. El referéndum de 2016 en torno a la posibilidad de salir de la Unión Europea exacerbó este rechazo por verse afectados por decisiones que toma una mayoría inglesa pero que, en última instancia, afecta de una manera importante la vida de los escoceses. 

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Edimburgo, capital de Escocia

Respecto a este último asunto, ¿qué implicaría una posible llegada del laborismo al poder?

El nacionalismo se convirtió en una fuerza muy popular en Escocia. No creo que un Gobierno laborista provoque un cambio en las preferencias políticas de la mayoría de los escoceses. Al mismo tiempo, es importante aclarar que el nacionalismo escocés es, sobre todo, un nacionalismo cívico antes que un nacionalismo étnico o cultural. De forma similar, es difícil que la muerte de Isabel II cambie las preferencias independentistas. Mientras que en Irlanda del Norte sí hay un movimiento republicano muy fuerte -de hecho, tuvieron una violenta guerra civil que duró treinta años entre unionistas protestantes y nacionalistas republicanos- esto es diferente en Escocia. El nacionalismo escocés no es republicano. Por lo cual, si bien la fuerza nacionalista tiene apoyo, también lo tiene la monarquía, y en esto no hay una contradicción. De hecho, en la campaña del referéndum de 2014, quienes abogaban por la independencia garantizaban la continuidad de muchas cosas: entre ellas, la monarquía y la lealtad a la reina, y el uso de la libra esterlina como moneda. 

¿Cuál ha sido el impacto del Brexit en el país? 

El impacto de Brexit fue mucho mayor de lo que sus partidarios anticiparon, y sobre todo mucho más negativo de lo que temieron. El comercio entre la UE y el Reino Unido se lentificó muchísimo, ya que ahora los productos que intercambian tienen que cumplir con regulaciones y controles de importación y exportación, de los que antes estaban exentos. También los costos de las transacciones aumentaron. Además, los tratados de libre comercio que planearon están siendo muy difíciles y largos de negociar. El aspecto más grave y dificultoso es, sin duda, la cuestión de por dónde debe pasar la frontera aduanera entre la UE y el Reino Unido no termina de resolverse. De hecho, la resolución es complejísima, justamente porque la frontera puede pasar solamente por dos lugares: o bien por el Mar de Irlanda que separa las islas de Irlanda y de Gran Bretaña, o bien por la frontera terrestre entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda. El tratado de paz de Viernes Santo, que en 1998 puso fin a la guerra civil en Irlanda del Norte, garantiza la ausencia de una “frontera dura” o visible en la Isla de Irlanda. Por ejemplo, no hay puestos de policía ni inspectores que controlen documentos al pasar de un país a otro. Revertir este compromiso y re-establecer chequeos aduaneros entre las dos Irlandas podría amenazar esa frágil paz. Por el momento, lo que rige son controles ligeros en el mar de Irlanda. Sin embargo, esto encuentra la resistencia de los unionistas, que se quejan de ser tratados como británicos 'de segunda', separados del Reino Unido. También ellos amenazan con retirarse del acuerdo si esos controles no desaparecen. 

 

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