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La grieta surfea entre las olas: Ecuador decide su presidencia

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08 abril de 2021

Por Fernando Domínguez Sardou (*)

El próximo domingo, Ecuador, en las extrañas circunstancias que toca vivir a la humanidad en su conjunto, tiene una elección decisiva. ¿Qué se pone en juego en esta elección? Desde la continuidad de su sistema político y su modelo económico, hasta el regreso del correísmo al poder, pasando por la continuidad de la política sanitaria. Las elecciones en este país también resultan ejemplares de cómo se pueden desarrollar elecciones en tiempos de Covid.

El pasado 7 de febrero, Ecuador se vio sometido a una de las peores pesadillas que puede sufrir un sistema electoral: un resultado reñido, que puede -eventualmente- ser rechazado (e incluso deslegitimado) por alguna de las partes. Si bien el candidato Andrés Aráuz, referenciado en el sector político del expresidente Rafael Correa, era el claro triunfador, aunque sin la mayoría suficiente para ganar en primera vuelta, el dilema se presentó en la segunda fuerza en pasar al ballotage: el banquero Guillermo Lasso (que se autopercibe como “liberal”) y el dirigente indígena Yaku Pérez. A ambos, aparte de separarlos poco más de 30.000 votos (sobre un total más de 10 millones), los separa una visión ideológica: Lasso más inclinado a la derecha y con una agenda típicamente neoliberal y Pérez, más inclinado a la izquierda y con propuestas más cercanas a agendas de economía verde y reforma institucional tendiente a reconocer a pueblos originarios. Sin embargo, los une su fuerte rechazo a la figura de Correa. Después de un enfrentamiento de varios días entre ambos candidatos, y particularmente de Pérez contra los organismos de administración electoral, éste reconoce el resultado (aunque manteniendo su crítica y, en parte, contribuyendo a deslegitimar el mismo) y se declara prescindente de cara a la segunda vuelta.

La grieta que divide

Desde esta perspectiva, la segunda vuelta se convierte en una representación gráfica de la grieta que divide a Ecuador desde la llegada al poder en 2007: correísmo y anticorreísmo. Los principales estudios de opinión pública reflejan una paridad entre Aráuz y Lasso, aunque con una aparente ligera ventaja del primero. Absolutamente todas las elecciones desde ese momento se han resuelto en segunda vuelta, y el correísmo -con el apoyo de la izquierda moderada, históricamente fuerte en Ecuador- se ha impuesto. Sin embargo, esta elección, desde la lógica y la historia del sistema partidario ecuatorianos, presenta una serie de particularidades.

En primer lugar, la ruptura acontecida hace ya bastante tiempo de Correa con su otro delfín, y actual presidente, Lenin Moreno. Se desconocía qué efectos iba a tener esta situación en términos electorales, pero el correísmo logró retener gran parte del caudal de votos que había obtenido en la primera vuelta de 2017 (39% en aquella ocasión, y 32% en la primera vuelta de este año).

En segundo lugar, el resurgimiento (e incremento en cantidad de votos obtenidos) de diversas alternativas de izquierda moderada: la emergencia de Pérez, bajo las banderas del indigenismo, y de Xavier Hervas, candidato del histórico partido “Izquierda Democrática”. Estas opciones son las que se han convertido en el verdadero fiel de la balanza. Mientras que Pérez se declaró prescindente, Aráuz obtuvo el apoyo de las principales organizaciones indígenas del país. Hervas, por su parte, aunque con ciertos reparos (y sin el respaldo de su partido), decidió apoyar a Lasso, exigiendo incorporar a la campaña algunas cuestiones de agenda, como por ejemplo aquellas vinculadas al sistema de salud pública.

Otro elemento crucial a la hora de analizar la situación ecuatoriana actual es el impacto de la pandemia no solo en la vida cotidiana, sino también en la vida política del país. La imagen del Gobierno ecuatoriano se ha visto seriamente afectada luego de una inclemente primera ola de Covid, y un confinamiento con claros efectos en la economía. Con un plan de vacunación ralentizado, y un incremento en la cantidad de contagios -al igual que en prácticamente todos los países de la región-, la campaña y el proceso electoral se vieron afectados y cruzados por las discusiones sobre la gestión sanitaria y económica de la pandemia. A fines de la última semana, el gobierno de Lenin Moreno decretó el estado de excepción en 8 provincias -que incluyen a Pichincha, donde se encuentra Quito, y a Guayas, donde está Guayaquil, que son las dos principales urbes ecuatorianas-, incluyendo limitaciones a la circulación, las que sin dudas alteran la campaña electoral.

Se espera que estas restricciones impacten en la participación electoral, desincentivándola, lo que generó críticas de distintos sectores -particularmente del correísmo, que argumenta que la baja participación incrementa las chances de Guillermo Lasso-.

Votos y virus

Asimismo, la elección resulta útil para aquellos países -como el nuestro- que deberán llevar adelante elecciones trascendentes en tiempos de pandemia: ¿impactarán las elecciones en el aumento de contagios? ¿Se podrán sostener los protocolos previstos para desarrollar elecciones con normalidad? Las experiencias regionales (Bolivia, Uruguay), entre otras, parecen mostrar la idea de que las elecciones -con protocolos adecuados y planificación- no son una actividad de riesgo en sí, pero las pasadas elecciones en Cataluña brindan ejemplos en contrario. La experiencia ecuatoriana, en el marco de una nueva ola de contagios, brindará nueva evidencia al respecto que será de utilidad para el resto del mundo.

¿Se habrá producido finalmente el divorcio que se veía en las calles y no en las urnas entre el correísmo y la izquierda moderada? ¿Se producirá una vuelta al giro a la izquierda en la región? ¿Qué rol jugará la pandemia en limitar la participación de la ciudadanía? ¿La desincentivará a participar? Estas preguntas se responderán recién entre el domingo, cuando la ciudadanía ecuatoriana vaya a las urnas, y el lunes, cuando estén contabilizados los votos.

Ecuador nos brinda un muy buen ejemplo de cómo funcionan las grietas (políticas) entre olas (de contagios de Covid) y los problemas sociales y económicos que éstas conllevan, y sin dudas, su elección presidencial merecerá nuestra atención el próximo domingo, ya que posiblemente marcará el rumbo de cómo gestionar elecciones en tiempos de pandemia.

(*) Politólogo, investigador y docente (UCA/USAL/UNTREF), especialista asociado del Centro de Estudios Internacionales (UCA)

@ferdsardou

Las opiniones vertidas en este texto son personales.

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