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La carrera hacia la Casa Blanca y su impacto en nuestra región

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18 mayo de 2020

Por Bruno Fanelli Analista internacional

La pandemia ha puesto un punto suspensivo sobre las elecciones más importantes de 2020: los comicios del 3 de noviembre en Estados Unidos. Las campañas tanto demócratas como republicanas se desarrollan online pero no pierden su virulencia. Barack Obama hizo una reciente aparición apoyando a Joe Biden y Donald Trump reaccionó rápidamente acusando al expresidente de una nueva conspiración: el “Obamagate”. En este contexto, resulta importante preguntarse cuáles serán las políticas que Trump o Biden llevarán a cabo para nuestra región.

Prioridades de Biden

Comenzaremos con Biden, quien trata de seguir el legado de Obama (fue se vicepresidente) y quien bajo ese cargo desplegó una activa diplomacia en nuestra región. En lo relativo al libre comercio y a la posibilidad de acuerdos con países latinoamericanos, Biden manifestó que su prioridad es la creación de empleos en su país, proteger a los trabajadores estadounidenses y asegurarse que las cuestiones laborales y medioambientales formen parte de una posible negociación. Si bien hay que tomar estas palabras como las de un candidato en campaña, lo cierto es que pareciera que no forma parte central de las preocupaciones del candidato demócrata que se promuevan acuerdos de libre comercio con la región.

Un punto importante en el que Biden busca distinguirse del actual presidente es el de la lucha contra la corrupción. El rival de Trump denuncia que este abandonó la misma y que, de ganar, retomará los esfuerzos anticorrupción de Estados Unidos en la región, tanto frente a actores públicos como privados. Otro punto de divergencia es el relativo a los derechos humanos: Biden declaró que retomará la política de Obama de desclasificar documentos relativos a las relaciones con las dictaduras de América Latina.

Otra clara diferencia con Trump es el caso siempre clave por los votantes cubano-americanos de la Florida: Cuba. Biden busca volver a la política iniciada por Obama (y eliminada por Trump) de apertura y acercamiento a la isla como forma de volverla democrática.

México, Venezuela y Brasil

El candidato demócrata, marcando sus prioridades, ha manifestado que el primer presidente de la región con quien se reuniría es Andrés Manuel López Obrador. Esto no resulta una sorpresa, ya que México es el país que mantiene relaciones más profundas y a distintos niveles con EE.UU. Biden ha declarado que buscaría una estrategia económica y de seguridad común con su contraparte mexicana. Además, tajantemente declaró que pondría fin a la “inhumana” política migratoria de Trump

En lo relativo a Venezuela, Biden no duda en calificar a Maduro como “lisa y llanamente un dictador”. Pero tampoco duda en manifestar que Estados Unidos “no debería estar en el negocio del cambio de régimen”. Además, agregó que Washington debe presionar para recuperar la democracia a través de elecciones libres y limpias, momento en el que se ayudará a la reconstrucción de Venezuela. Asimismo, declaró que es “obligación de la comunidad internacional” ayudar a los vecinos de Venezuela a lidiar con la crisis generada por el flujo de refugiados venezolanos.

En lo referido al Brasil de Jair Bolsonaro, Biden muestra su compromiso con la agenda medioambiental, al declarar que el presidente de Brasil es el custodio del Amazonas, pero si falla en ese rol, “los Estados Unidos liderarán al mundo para asegurar que dicho hábitat sea protegido”. Otro aspecto en el que la divergencia entre los candidatos se hace evidente es el del narcotráfico. Consultado acerca de la legalización de la marihuana, Biden declaró que él ve a las drogas como una cuestión de salud pública, si bien no cree que “la legalización sea la panacea”. Alejándose de un paradigma puramente punitivo declaró que “el pobre imperio de la ley y sistemas judiciales débiles son los que permiten el narcotráfico en América Latina”.

¿Y Trump?

La región jugó un rol clave en la retórica que utilizó Trump en 2016 y que lo llevó a la presidencia. Sus constantes menciones a la necesidad de construir un muro con México y la negativa caracterización de los inmigrantes de la región fueron festejadas por sus seguidores. Como presidente en funciones, la construcción del muro ocupó buena parte de su atención al tiempo que consiguió su objetivo de renegociar el Nafta (con México y Canadá) logrando concesiones de sus socios. Ahora repasaremos que podemos esperar de una segunda presidencia suya.

En lo relativo a acuerdos de libre comercio, su política de “America First” claramente se opone a los mismos. Pero existe una importante excepción: el caso de Brasil. En una muestra de rotundo apoyo a su par brasileño, Trump señaló en julio pasado que su Gobierno buscaría un acuerdo de libre comercio con Brasilia. Lo cierto es que dicho acuerdo estaría focalizado no en aranceles (que obligaría a una negociación con el Mercosur in toto) sino en inversiones, creación de cadenas de valor y acuerdos en el sector de los agronegocios.

En lo relativo a Cuba, Trump continuará su política agresiva frente a la isla. Además de cuestiones ideológicas ya clásicas, esto parece tener dividendos electorales claros: el rechazo al llamado “embargo” a Cuba ha ido en descenso en los últimos años. Florida es un estado clave para definir al próximo presidente de EEUU y Trump se encuentra en una posición más cómoda que hace cuatro años en el “estado soleado”.

México, Venezuela y Brasil

En lo relativo a México, Trump puede, hasta cierto punto, ser víctima de su propio éxito. La negociación del acuerdo de libre comercio con sus socios México y Canadá así lo muestra. El nuevo acuerdo, según Trump puso fin a la “pesadilla del Nafta”, por lo que en esa importante área de la relación bilateral se le dificultará al presidente estadounidense atacar a México. Es importante mencionar que Trump encontró en López Obrador una contraparte mucho más pragmática que lo que sus credenciales ideológicas hubieran hecho pensar y que supo acomodarse a las presiones de Washington. Sin embargo, las cuestiones migratorias y de narcotráfico seguirán siendo un problema a dirimir y de los cuales la retórica inflamatoria de Trump podrá seguir sacando provecho. Dicho todo esto, podemos sintetizar que si el slogan en 2016 “build the wall” ahora cambió a “finish the wall”.

Con respecto a Venezuela, Trump pareciera en los últimos meses haber bajado la retórica frente a Caracas. La política hacia el régimen de Maduro ha sido cambiante, alejándose progresivamente de la velada amenaza de una intervención armada. En este punto en particular, la resiliencia de Nicolás Maduro hace pensar que EE.UU. recalibrará sus respuestas frente a este desafío.

Muy distinta es la situación con el Brasil de Bolsonaro. En este caso, Trump encuentra al Gobierno con mayor afinidad al suyo y, de hecho, Trump sirvió de inspiración para importantes sectores de la coalición de Bolsonaro. Además de la cuestión del posible acuerdo mencionado antes, hay que ver si Trump y Bolsonaro convierten su afinidad ideológica en algo más. Llevado al terreno geopolítico habrá que ver como esto interactúa con el hecho de que el mayor socio comercial de Brasil es China.

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