El escándalo Epstein, lejos de apagarse, vuelve a golpear el corazón político del trumpismo. Y lo hace en el peor momento posible para Donald Trump: con su aprobación cayendo, con derrotas electorales recientes y con señales de desorden dentro de su propio movimiento. El caso, que parecía congelado, reapareció como una amenaza estratégica que podría erosionar su núcleo más fiel.
Ese es el diagnóstico que circula en Washington, según dice Edward Luce en el Financial Times, y que empieza a ganar tracción tanto entre analistas como entre legisladores. La última columna de Luce tiene un título potente: "Epstein is not going away". Traducción: "Epstein no va a desaparecer."

Este martes aparecieron mails de Epstein. Allí, decía que el presidente Donald Trump sabía sobre las chicas que él traficaba.
- Los nuevos correos electrónicos forman parte de un conjunto de materiales entregados por el patrimonio de Epstein a los investigadores del Congreso en el Comité de Supervisión, que lleva meses investigando el caso Epstein.
El trato a Maxwell reaviva las sospechas
El renovado foco surge tras la situación judicial de Ghislaine Maxwell, condenada por su rol central en la red de explotación sexual organizada por Jeffrey Epstein. Su reciente traslado a una prisión más flexible —y la posibilidad, cada vez más mencionada, de que reciba una conmutación presidencial— causó escepticismo dentro del Congreso y malestar en el sistema penitenciario federal.
Funcionarios de la nueva cárcel cuestionan los privilegios otorgados a Maxwell; legisladores demócratas hablan de trato "inexplicable" y la pregunta inevitable flota en el aire: ¿por qué el entorno presidencial insiste en ofrecerle beneficios?
El fin del cierre de gobierno, además, habilita finalmente una votación para decidir si se publican los archivos completos del caso Epstein: un volumen gigantesco de documentos, registros y material audiovisual analizado por cientos de agentes federales.
Para Trump, esa es una caja de Pandora que quiere mantener cerrada.

Una red de poder que nunca fue explicada
A diferencia de lo ocurrido en el Reino Unido, donde figuras públicas enfrentaron consecuencias, en Estados Unidos casi ningún empresario, político o académico que orbitó alrededor de Epstein ha rendido cuentas. El silencio institucional alimenta sospechas.
Trump insiste en que una investigación previa lo liberó de cualquier vínculo impropio. Pero su interés por bloquear la publicación de los archivos choca con la reacción de parte de su propio movimiento, donde algunos cuestionan por qué impedir su difusión si, como sostiene, no tiene nada que ocultar.
La ruptura simbólica de Marjorie Taylor Greene
El giro más inesperado proviene de Marjorie Taylor Greene, una de las figuras más radicales y leales del universo MAGA. Greene anunció que está dispuesta a ejercer su inmunidad parlamentaria para leer públicamente los nombres incluidos en los archivos de abusos, sin importar a quién afecte.
La movida la enfrenta directamente —aunque sin mencionarlo— con Trump y con sus operadores más cercanos, como el presidente de la Cámara, Mike Johnson, la fiscal Pam Bondi y el jefe del FBI, Kash Patel, quienes buscan demorar la publicación de los documentos.
Greene no desafía a Trump en ningún tema...salvo en este. Y ese solo hecho ya es una señal interna alarmante.
Trump teme que su base se aleje
El problema para Trump no es únicamente lo que podrían revelar los archivos, sino lo que está ocurriendo dentro de su coalición. Voces como la de Steve Bannon —referente del ala más dura del movimiento— advierten que el caso Epstein podría costarle hasta 10% de su base. Incluso suponen que esa estimación es conservadora.
Todo esto sucede en un contexto, dice el artículo de Luce en el FT, donde su imagen pública cayó por debajo del 40%, un nivel crítico en un país tan polarizado, y después de un ciclo electoral en el que el Partido Republicano sufrió derrotas en todos los frentes.
Una herida abierta en la sucesión trumpista
Aunque es improbable que MAGA rompa abiertamente con su líder, la dinámica interna ya cambió. El caso Epstein —un escándalo que Trump intenta clausurar— está generando nuevas tensiones sobre quién manejará la sucesión, un tema que Trump considera parte de su "seguro de poder".
El problema es que ya no controla el tablero como antes. Y la posibilidad de que parte de su propio movimiento cuestione su postura sobre los archivos de Epstein es, precisamente, el tipo de grieta interna que más teme.