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Mariano Caucino

"El conflicto ucraniano es, en alguna medida, interminable"

El Economista dialogó con Mariano Caucino, autor de los libros "La Rusia de Putin" y "Rusia Actor Global"

Mariano Caucino, especialista en relaciones internacionales y ex embajador en Israel y Costa Rica
Mariano Caucino, especialista en relaciones internacionales y ex embajador en Israel y Costa Rica .
01 febrero de 2023

El próximo 24 de febrero, la guerra en Ucrania cumplirá un año. Sin dudas, cuando el conflicto estalló en 2022, muchos creían que la guerra se definiría en cuestión sin días. Sin embargo, en pleno 2023, aún no se vislumbra una fecha para un alto el fuego.

En total, entre heridos y muertos, se estima que el número de víctimas asciende a más de 240.000, mientras que los refugiados ucranianos ya son más de 18 millones. Además, a la crisis humanitaria se suman otros problemas como la actual crisis energética que azota a Europa y una inflación internacional casi sin precedentes.

Otro punto llamativo es que, teniendo en cuenta que el conflicto está lejos de terminar, los aliados de Ucrania y Rusia, Occidente y Ucrania, respectivamente, parecen cada vez más comprometidos con estos. 

Ante la cercanía del nuevo aniversario, El Economista dialogó con Mariano Caucino, especialista en relaciones internacionales y ex embajador en Israel y Costa Rica, quien es autor de los libros "La Rusia de Putin" y "Rusia Actor Global".

Cuando Rusia invadió Ucrania, los especialistas esperaban un contundente triunfo del Kremlin en cuestión de semanas. Sin embargo, el próximo 24 de febrero el conflicto cumplirá un año. ¿Qué explica que se haya dilatado tanto en el tiempo?

Efectivamente, se produjo una situación paradójica. Porque contrariamente a lo que se imaginaba, a Rusia le fue peor en el campo militar que en el terreno económico. De pronto, casi todos creyeron que Vladimir  Putin tendría una rápida victoria militar, tal como sucedió durante la segunda guerra en Chechenia a comienzos de su gobierno. O como ocurrió más recientemente en las operaciones en Crimea y Siria, donde más allá de lo que uno pueda pensar sobre la legitimidad de esas actuaciones, los objetivos rusos fueron alcanzados con gran eficacia. Evidentemente la capacidad militar rusa era menor a la esperada, tal como quedó demostrado. O al menos -aparentemente- las fuerzas rusas encontraron una resistencia ucraniana mucho mayor que la que se imaginaban. 

 

¿Fue la llegada de Joe Biden al poder en Estados Unidos uno de los motivos que hizo estallar la guerra?

Muchas veces se preguntan si la guerra hubiera estallado en caso de que Donald Trump hubiese sido reelecto. Lo cierto es que el presidente es Joe Biden y, durante el primer año de su administración, el vínculo ruso-americano descendió al punto más bajo de toda la post-Guerra Fría. Con el riesgo que ello supone, porque se trata de las dos potencias poseedoras de los dos mayores arsenales nucleares del mundo. En definitiva, eso no deja de ser una amenaza para la paz y la seguridad internacional. Como dijo el antiguo secretario de Defensa norteamericano, Robert Gates, el mundo no pueda darse el lujo de que Washington y Moscú no tengan un mínimo grado de comunicación y entendimiento. Pero en todo caso es una pregunta contrafáctica. Usted recordará lo que dicen que Mao alguna vez dijo sobre las preguntas contrafácticas: "Que eran un ejercicio inútil". Por ello, en una ocasión, cuando alguien lo interrogó sobre qué pensaba que habría sucedido en el mundo si el 22 de noviembre de 1963 en vez de haber sido asesinado el presidente de EE.UU., John F. Kennedy, hubiera sido asesinado el secretario general de la Unión Soviética, Nikita Khruschov, respondió que no tenía la menor idea pero, ante la insistencia de su interlocutor, sólo se le ocurrió responder que tenía la sospecha de que la viuda de Khruschov no se habría casado con Aristóteles Onassis.

Por el momento, la ayuda militar y económica de Occidente a Ucrania es muy contundente, lo que hace creer que el conflicto se continuará extendiendo en el tiempo. ¿Cómo cree que se desarrollará el mismo?

Es difícil saberlo. Tiendo a pensar que el conflicto ucraniano es en alguna medida interminable. Fundamentalmente porque está basado en dos elementos imposibles de modificar como son la geografía y la historia. Piense una cosa: este conflicto tiene tres dimensiones, en alguna medida superpuestas. Por un lado, existe desde hace años una suerte de guerra civil interminable entre la autoridad central de Kiev y la población étnicamente rusa del sur y el este del país. En segundo lugar, existe una guerra convencional entre una potencia agresora, como Rusia, y un país agredido, como Ucrania. Y en tercer lugar existe un enfrentamiento indirecto entre Rusia y la OTAN, con el riesgo evidente de que estamos hablando de un eventual escalamiento entre potencias nucleares. Pero, en cualquier caso, lo que no se puede olvidar es que el conflicto tiene raíces muy antiguas. Los rusos nunca aceptaron que Ucrania sea un país independiente.  Como dijo Zbigniew Brzezinski, cuando Rusia controla Ucrania adquiere las características de un imperio. Pero cuando Rusia pierde Ucrania, cesa en esa condición. Por ello, la expansión de la OTAN no pudo ser sino observada por Moscú como una amenaza a sus intereses de seguridad. En fin, es un tema que virtualmente no tiene solución. Porque como explicó alguien, Dios no puso montañas en Ucrania. Y usted sabe cómo se eternizan los conflictos cuando no existen fronteras naturales decisivas. Por esa razón, los conflictos geopolíticos tienen una tendencia natural a mantenerse en el tiempo. Eso no significa que la acción de la diplomacia no sea necesaria. Pero en algún punto, la política internacional a menudo consiste en analizar soluciones aproximadas a problemas irresolubles. 

Tras una serie de históricas sanciones occidentales, todo hacía prever que Rusia sufriría una importa crisis económica. Sin embargo, su PIB apenas cayó aproximadamente 2,5% en 2022. ¿Cómo se puede explicar esto?

Es verdaderamente es asombroso que la economía rusa sufrió un impacto negativo menor al pronosticado. Usted recuerde que hace un año, inmediatamente después de la invasión, se suponía que a Rusia le esperaba un rol de paria del sistema. Y que ello la obligaría a reorientar completamente su dependencia hacia China. Recuerdo que un destacado analista escribió en el Financial Times que Moscú estaba destinada a reducirse a ser un mero satélite petroquímico de Beijing. Acaso algo tenga que ver con esta realidad el hecho de que incluso varias potencias aliadas de los EEUU -como Arabia Saudita, Israel o India- condenaron la violación de la soberanía territorial ucraniana pero no adhirieron a las sanciones económicas impuestas por Washington y Bruselas.

 

La actual política exterior de Estados Unidos acerca cada vez más a Rusia y China. ¿Qué tan peligroso es esto para Occidente? ¿La alianza sino-rusa es tan fuerte como parece? 

La confrontación con Moscú no es la única causa de los riesgos actuales para Occidente. Porque los EEUU enfrentan -simultáneamente- a China y a Rusia. Dos tradicionales enemigos que han formado una suerte de matrimonio de conveniencia pese a sus ancestrales rispideces y recelos. Moscú y Beijing aparecen enlazadas por una común postura revisionista de rechazo ante lo que consideran son las pretensiones hegemónicas norteamericanas. Recuerde que, en febrero de 2022, días antes de la invasión a Ucrania, lanzaron una "amistad sin límites" cuando, aparentemente, en busca de un endoso chino, Putin viajó a Beijing con la excusa del inicio de los Juegos Olímpicos de invierno. Lo que es fundamental tener presente es que -a diferencia de Rusia- China es el único actor con capacidad de ofrecer en palabras y hechos un modelo alternativo al liderado por Washington desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Dado que, mientras Beijing se ha elevado hasta alcanzar la categoría de superpotencia económica, la economía rusa conserva una primitiva dependencia de los commodities energéticos y tiene una escala menor a la de Italia.  A diferencia de los días de la Guerra Fría, la rivalidad estratégica para los EE.UU. no proviene de la ex Unión Soviética sino de China. Al punto de virtualmente generar una amenaza geopolítica en los términos de una versión moderna de la Trampa de Tucídides. Sin duda, ello implica una perspectiva que podría presentar un balance de poder desfavorable para los intereses occidentales, como resultado de las relaciones triangulares entre los principales actores del sistema. Una relación de fuerzas que algunos sostienen podría ser mejor atendida procurando una política que coloque a los EE.UU. frente a China y Rusia en una ecuación de acercamiento mayor a la que éstas tienen entre sí. Lo que equivale a formular la idea de que Washington tarde o temprano deberá intentar separar a Beijing de Moscú.

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