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Chad: la "estabilidad" de un país en el epicentro de casi todas las guerras africanas

El golpe de Estado de Déby y la represión sangrienta de las violentas protestas no son plausibles, pero son aceptables. Para Francia es eso o Rusia.

Mahamat Déby, hijo del presidente Idriss Déby, encabeza el Consejo Militar de Transición desde el 20 de abril de 2021
Mahamat Déby, hijo del presidente Idriss Déby, encabeza el Consejo Militar de Transición desde el 20 de abril de 2021
Luis Domenianni 13 febrero de 2023

En el antiguamente llamado Tercer Mundo, en general, y en Africa, en particular, las historias políticas suelen evidenciar ribetes vecinos del surrealismo o del "realismo mágico", si se prefiere. El Chad es un claro ejemplo de lo antedicho con su particular gobierno militar y su Ejército poderoso y disciplinado que enfrenta continuas rebeliones armadas.

El Chad es un país sin salida al mar, muy grande, muy pobre y poco poblado. Su territorio es el segundo en tamaño en África. Su población supera los 17 millones de personas  pertenecientes a más de 200 etnias. Su ingreso per cápita es de US$ 1.590 anuales -lugar 180 sobre 188 países medidos- y su principal exportación es el petróleo que superó al tradicional algodón.

La historia moderna del Chad inicia en los comienzos del siglo XX con la ocupación del territorio por parte de Francia que lo integró, en 1920, a la denominada Africa Ecuatorial Francesa. La "colonización" francesa se caracterizó por la mera explotación de la población nativa en la producción de algodón y en el trabajo forzoso para la construcción de rutas.

La colonia adquirió relevancia durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el gobernador francés de origen africano Felix Eboué incorporó el territorio -el primero en llevarlo a cabo- a la "Francia Libre" del general Charles De Gaulle. Es así que, del Chad, parte la columna del general Philippe Leclerc para combatir a las tropas del "Eje" en la Libia italiana.

República autónoma en 1958, alcanza la plena independencia en 1960 bajo la presidencia del sureño François Tombalbaye quién, en 1962, prohíbe los partidos políticos y se convierte en autócrata. La consecuencia es el alzamiento en armas de organizaciones políticas norteñas -árabes- que ni siquiera la presencia militar francesa puede reprimir con éxito.

En 1975, Tombalbaye fue asesinado. De allí en más, la inestabilidad campea sobre el país. Particularmente, en el enfrentamiento entre dos dictadores que se turnaron -derrocamientos mediante- en el poder: Goukouni Oueddei e Hissène Habré.

Hasta entonces la historia no parece otra cosa que una historia común para gran parte de los países del África descolonizada. Pero, las particularidades aparecen de aquí en más.

La rivalidad entre Oueddei y Habré incorporó elementos como las tropas libias del dictador Muammar Khadafi, del lado del primero, o de los servicios de inteligencia franceses y de los combatientes mercenarios del también francés Bob Denard, enfrente. La guerra civil finalizó con el triunfo de Habré con presencia militar francesa y retiro de los militares libios.

La consiguiente dictadura de Habré se caracterizó por una sistemática violación de los derechos humanos que dejó un saldo, según investigaciones internacionales, de 40 mil muertos -asesinados- entre 1983 y 1990. Ese último año, Habré fue derrocado -nuevamente con ayuda francesa- por "su" general Idriss Déby.

El final de la historia de Habré es un exilio en Senegal que dura hasta el 2017 cuando es condenado a prisión perpetua en Senegal -primera utilización de la jurisdicción internacional en África- por crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra y actos de tortura. Murió en prisión, en 2021, como consecuencia del Covid-19.

Déby padre

El comienzo del gobierno del general Idriss Déby, en 1990, no pudo ser más auspicioso. Intentó reconciliar con el gobierno a los grupos rebeldes, instauró el multipartidismo e hizo sancionar una nueva Constitución a través de un referéndum.

Bemol: en 1996, Déby resultó electo presidente, luego como buen aprendiz de déspota provocó una reforma constitucional para suprimir la cláusula limitativa de solo dos mandatos consecutivos y, así, resultó "reelecto" indefinidamente lustro tras lustro.

Desde 2006, sucesivos grupos rebeldes intentaton tomar el poder, algunos de ellos amparados por el gobierno vecino del ahora derrocado dictador sudanés, Omar Al Bashir. En 2008, los rebeldes conquistaron la capital Yamena con excepción del palacio presidencial, donde el presidente Déby resistió todos los intentos de ocupación.

Semejante "tozudez" posibilitó dar vuelta la situación y recuperar, parcialmente, el dominio sobre gran parte del territorio. En 2010, el sudanés Al Bashir, después de tantos fracasos, deja de apoyar a los rebeldes, viaja a Yamena y sella la paz con el general Déby. Detalle al margen, Déby ignora el mandato internacional de arresto que pesa contra Al Bashir.

Tras Sudán en la frontera este, los problemas se trasladan a la frontera norte. Es que la guerra civil libia que comienza en 2011 genera el retorno de gran parte del medio millón de chadianos que vivían en el país vecino. Muchos de los cuales revistaban como mercenarios a las órdenes del dictador Muammar Khadafi.

El retorno no es pacífico, ni mucho menos. Armados hasta los dientes, los mercenarios chadianos engrosan a los grupos rebeldes norteños y la guerra civil, en 2016, retoma en Chad. A todo esto, un año antes, en 2015, el disciplinado Ejército chadiano debió hacer frente a las operaciones yihadistas del grupo nigeriano Boko Haram que opera próximo al Lago Chad.

Razones geopolíticas llevaton a Occidente, particularmente a la ex metrópoli Francia, a minimizar el carácter autoritario del régimen chadiano. Ocurre que, en todos los casos, el presidente Déby quedó parado del lado de las democracias occidentales.

Sus empeños contra el dictador -hoy encarcelado- sudanés Al Bashir, protector en su momento de Osama Bin Laden y de Al Qaeda, contra los mercenarios chadianos khadafistas y contra la yihad de Boko Haram junto al combate en Mali contra los terroristas islámicos de Al Qaeda y de Estado Islámico, valieron un reconocimiento para el presidente Déby.

Un reconocimiento caracterizado por la "vista gorda" de Occidente, particularmente de Francia, frente a las violaciones a los derechos humanos. No obstante, en un informe del 2021 de la Oficina para los Derechos Humanos del Departamento de Estado de los Estados Unidos fueron detallados una veintena de tipos de violaciones a los derechos humanos en Chad.

Autócrata y represor, el general Déby no deja de ser un buen militar que no rehúye de la pelea. Así, cuando el 20 abril de 2021, sin la competencia de una oposición sólida, logró su quinta reelección e inició su sexto mandato al frente del país, Déby no "perdió el tiempo" en festejos y viajó a la región de Kanem, al norte de la capital, para contener una ofensiva rebelde.

Se tratò de su último viaje. Ese mismo día, y aunque las versiones difieren, fue alcanzado por disparos de la artillería rebelde y sucumbió de manera instantánea.

¿Vacío de poder? Para nada, ahí está su hijo Mahamat Idriss Déby. Un detalle no menor, a las exequias del general presidente asisten varios jefes de Estado africanos, entre ellos el de la República Democrática del Congo, Felix Tshisekedi, presidente temporal de la Unión Africana, y un único mandatario occidental... el francés Emannuel Macron.

Déby hijo

La sorpresiva muerte del autócrata y "amigo corajudo" de Francia -según la definición del Ministerio de Relaciones Exteriores francés- auguraba un período de inestabilidad en la gobernabilidad del país.

Nada de eso ocurrió. Casi como si estuviese previsto, una Junta Militar -compuesta por quince generales- tomó el poder, disolvió la Asamblea Legislativa y el gobierno, y prometió elecciones libres en 18 meses. Detalle importante: la presidencia de la Junta Militar, y por ende del Estado, cayó en manos del general cuatro estrellas de 37 años, Mahamat Déby... el hijo. 

Mahamat, como su padre, no es un militar de escritorio. Por el contrario, participó exitosamente en dos batallas contra las sucesivas rebeliones presentes en el país. Pero cuenta con un agregado particular: fue jefe de los servicios de Seguridad del Estado, el cuerpo de elite de las Fuerzas Armadas del Chad.

Y todo sigue como era entonces. Con el Ejército que, una vez más, vence a la rebelión armada. Con el apoyo total de Francia al nuevo régimen, en aras de una estabilidad en la particularmente convulsionada región. Con la presencia de tropas chadianas en los combates fuera del país contra el yihadismo.

Pero Mahamat sabe, y así opera, que la transición no solo tiene un tiempo cronológico limitado -los 18 meses- sino que además debe mostrar rasgos de institucionalidad. Entonces, designa -con acuerdo de la Junta- un gobierno civil encabezado por un primer ministro y una asamblea legislativa de 93 "diputados de la transición", electos "a dedo", claro.

Va más allá y convoca a un "diálogo nacional inclusivo", invitación que incluye a los variados grupos rebeldes que aceptan el convite con algunas condiciones como la liberación de prisioneros, la amnistía general y la restitución de los bienes expropiados a sus titulares "rebeldes". La amnistía llegó en noviembre de 2022.

De aquí en más, el gran interrogante consiste en el futuro del general presidente Mahamat Déby. ¿Mantendrá su promesa de entregar el poder a un gobierno electo en 18 meses? Imposible. Y la aún más difusa de no presentarse como candidato en la ocasión. Ilusoria.

Es que a medida que pasó el tiempo, la posibilidad de convocar a elecciones en 18 meses se tornó anti fáctica. Mahamat Déby resolvió el problema a través de una prórroga de su "mandato", votada por la "Asamblea Legislativa de Transición". Después de todo, para eso está dicha Asamblea. Para ratificar las decisiones presidenciales.

Casi con certeza, todo quedará aclarado cuando el "clamor popular-institucional de facto" solicite al general presidente que revea su decisión de no postularse a la presidencia del país.

Dicho y hecho. El 1° de octubre de 2022, cuando transcurrieron 16 de los 18 meses, a través del "Diálogo Nacional Inclusivo", Mahamat es autorizado a prolongar su gobierno de facto hasta un máximo de dos años suplementarios y fundamentalmente a presentarse como candidato a presidente.

Las pretensiones rusas

¿Cuál fue la reacción de la comunidad internacional frente al golpe de Estado de Déby hijo? Pues ignorarlo. Para Francia y, en menor medida, para los Estados Unidos, el general presidente y su entorno militar conforman una garantía en la lucha contra el yihadismo que aterroriza el Sahel y la región del Lago Chad.

Para la Unión Africana (UA) se trata de una desestabilización que no desestabiliza. Es que, en definitiva, el golpe de Estado -despido del gobierno, cierre del Parlamento y suspensión de la Constitución- no es contrario al orden político establecido, sino su pretendida continuación. Porque, después de todo, Mahamat es el hijo de Idriss...

Donde no cayó nada bien fue en el este, en la lejana pero no desentendida Rusia. El actual ex imperio zarista y ex imperio soviético cambia de formas políticas, pero no de su vocación imperial, otrora dirigida a Europa y al Asia, internacionalizada a todo el planeta desde la Revolución Cubana de 1959.

Los últimos tres años fueron testigos del interés ruso por el África. Presentes en Libia, en Sudán, en la República Centroafricana, en Mozambique y sobre todo en Mali y Burkina Faso, las intenciones del presidente Vladimir Putin no se limitan a la diplomacia y/o al comercio. Abarcan el terreno militar, a partir de sus mercenarios del Grupo Wagner.

Fue así que, en las manifestaciones anti Mahamat del 20 de octubre de 2022, aparecieron banderas de la Federación Rusa portadas por manifestantes que reclamaban la partida de las tropas francesas acantonadas en Chad y su reemplazo por mercenarios del Grupo Wagner.

Aquellas manifestaciones, centralizadas en la capital Yamena y en las ciudades de Moundou y Koumra, fueron duramente reprimidas por la Policía y dejaron un saldo de alrededor de 50 muertes. Los países occidentales y la ONU condenaron, en particular, el uso desmedido de la fuerza, no la represión en sí.

Cinco días después, el presidente Mahamat Déby dio indicios "justificativos" de la violenta conducta represiva. Dijo que se trató de un intento de "insurrección minuciosamente preparado" y, sobre todo, que dicha insurrección contó con el "apoyo de potencias extranjeras".

Déby no los nombró y nadie, fronteras afuera, se hizo eco públicamente de sus palabras. De momento, y a ciencia cierta, nadie sabe tampoco si es posible confirmar la veracidad de la alegación del general presidente. Pero nadie ignora que la referencia a las "potencias extranjeras" consistía en una referencia a Rusia, principalmente.

El tenor de la represión parece indicar que no se trató solo de una movilización espontánea de opositores. Un total de 342 manifestantes fueron condenados en tratamiento expreso por parte de los tribunales chadianos a penas de entre dos y tres años de prisión. Aunque seis días después, 139 manifestantes fueron liberados.

A principios del 2023, el gobierno publicó un comunicado donde informó que abortó un intento de golpe de Estado protagonizado por once oficiales del Ejército bajo la jefatura del presidente de la ONG Organización Chadiana para los Derechos Humanos, el opositor Baradine Berguei Targuio.

Aquello de la fábula de "el látigo y la zanahoria" o, también, el "a Dios rogando y con el mazo dando", son refranes perfectamente aplicables al gobierno Déby. Sangrienta represión que conlleva protestas internacionales y suerte de compensación con la autorización para volver a funcionar a partidos opositores, suspendidos durante el trimestre final del 2022.

Más hábil -está por verse- o menos hábil que su padre, Mahamat cuenta con el aval total de Francia para seguir adelante. Y Francia, en Chad, como en otras partes del África suele estar preocupada solo por la estabilidad. Por estabilidad, Francia entiende hombres fuertes al frente de gobiernos fuertes. No así, instituciones fuertes.

En síntesis, el golpe de Estado de Mahamat Déby y sus generales y la represión sangrienta de las violentas movilizaciones de protesta no son plausibles, pero son aceptables. Porque, para Francia es eso o Rusia.

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