Este 11 de septiembre, un nuevo aniversario del atentado contra las Torres Gemelas se conmemoró en Estados Unidos.
Ese día, hace 22 años, 19 militantes asociados al grupo terrorista islámico Al-Qaeda secuestraron cuatro aviones: el primero y el segundo, que salieron desde Boston, se estrellaron contra cada una de las torres con tan solo 17 minutos de diferencia.
El tercer avión, que salió del aeropuerto internacional de Dulles, en Washington, se estrelló en el lado sudoeste del Pentágono; mientras que el cuarto, que salió de New Jersey, cayó cerca de Shanksville, Pensilvania.
En total, casi 3.000 personas murieron, incluidas 265 a bordo de los cuatro aviones. Además, otros miles resultaron heridos, mientras la economía norteamericana se sumergía en una crisis sin precedentes.
Pero, a diferencia de otros aniversarios, este ha estado rodeado de polémica luego de que el presidente, Joe Biden, rompiera la tradición de acudir a alguno de los tres sitios donde los aviones se estrellaron.
Biden, quien el fin de semana participó de la cumbre del G20 en India, brindó un discurso ante el personal militar, los socorristas y sus familias, en la base conjunta Elmendorf-Richardson, Alaska, que se utiliza como estación de reabastecimiento para el Air Force One.
Como era de esperar, muchos de los familiares de las víctimas de los atentados repudiaron al líder demócrata, aunque la actitud del mandatario también podría tener un mensaje oculto: el terrorismo ya no es la máxima preocupación de EE. UU.
Inmediatamente después de los ataques, el entonces presidente George W. Bush declaró la "guerra contra el terrorismo", decidió invadir Afganistán y, un par de años después, Irak.
Sin embargo, más de dos décadas después, la principal preocupación de Washington vuelve a ser algunos estados, principalmente China y Rusia, y esto se vio reflejado en el último informe de la Dirección Nacional de Inteligencia, que recién menciona al terrorismo en la página 31.
