El domingo, llegará, tanto para el presidente de Francia, Emmanuel Macron, como para la derechista Marine Le Pen, el momento de la verdad.
Al igual que en 2017, ambos candidatos se enfrentarán en un histórico balotaje, aunque, a diferencia de hace cinco años, en esta ocasión cualquier cosa puede pasar.
Por un lado, Macron buscará convertirse en el primer mandatario reelecto desde Jacques Chirac (1995-2007).
Por el otro, Le Pen no solo quiere ser la primera presidenta en la historia de Francia, sino que también intentará lograr que la extrema derecha llegue al poder por primera vez.
Las encuestas
Seguramente, el día después de la primera vuelta, Macron entró en pánico. Esto se debe a que la mayoría de los sondeos le daban una intención de voto del 51% contra el 49% de Le Pen, lo que dejaba el balotaje más que abierto y en la zona de empate técnico.
Esto representaba un significativo avance para la derechista, que en la segunda vuelta de 2017 apenas había alcanzado el 33% de los votos, contra el 66% de Macron.
Como si fuese poco, el panorama del actual mandatario se complicó aún más cuando el izquierdista Jean-Luc Mélenchon, que finalizó tercero en la primera vuelta con el 22% de los votos, decidió no apoyarlo públicamente.
A lo largo de la historia de la V República Francesa, los diferentes partidos se han unido en un frente republicano para evitar que la extrema derecha llegue al poder.
Pero, en esta ocasión, dicho frente parece mucho más inestable que en otras oportunidades, ya que Mélenchon les dijo a sus seguidores que no voten por Le Pen, aunque no les pidió que lo hagan por Macron.
Sin embargo, con el pasar de los días, parece que la situación se ha ido acomodando para el actual jefe de Estado y, hoy en día, Macron tendría una intención de voto del 56%, contra el 44% de Le Pen.
¿Qué está en juego?
Definitivamente, mucho está en juego, tanto para los franceses como para todos los habitantes del Viejo Continente, conmocionado por una guerra que ya lleva dos meses.
Económicamente hablando, Macron planea continuar con las reformas pro-mercado que ha implementado (o intentado) durante su primer mandato.
No solo buscaría elevar la edad jubilatoria de 62 a 65 años, sino que el seguro de desempleo, que actualmente garantiza a los trabajadores hasta dos tercios de su salario durante dos años si son despedidos, estaría ligado a la fortaleza de la economía.
Además, se exigirían 15-20 horas semanales de capacitación para los beneficiarios de ayudas sociales.
Por la inflación El BCE también subirá la tasa
Por su parte, Le Pen quiere reducir la edad mínima de jubilación a 60 años para quienes comenzaron a trabajar a los 20, eliminar el impuesto sobre la renta para los menores de 30 años y reducir el IVA sobre la energía de 20% al 5,5%.
Justamente, durante el debate presidencial de esta semana, Le Pen dijo que su prioridad será “devolverles a los franceses su dinero (…) seré la presidenta del costo de vida”.
En diálogo exclusivo con El Economista, Cornelia Schmidt-Liermann, Directora del Comité de Asuntos Europeos del CARI, explicó que el crecimiento de la ultraderecha en Francia está relacionado con “el descontento de una parte de la población, en especial por los problemas económicos y, específicamente, por la inflación, que ya era alta en pandemia y, con la guerra en Ucrania, se aceleró”.
“El alto costo de vida y la desesperación de millones de franceses para llegar a fin de mes resulta primordial hoy”, detalló.
Sin embargo, las diferencias más polémicas entre ambos son respecto a la religión y la inmigración.
Macron, mucho más moderado, propondrá que los permisos de residencia a largo plazo estén condicionados a un examen de francés y empleo. Además, dirigirá todos sus cañones contra los extremistas.
En tanto Le Pen, fiel a su ideología, iría mucho más allá: solo los ciudadanos franceses tendrán acceso a las prestaciones sociales, se detendrá la reunificación familiar, se retirará la residencia a los migrantes que estén sin trabajo por más de un año, se eliminará la ciudadanía por derecho de nacimiento y se prohibirá el uso del yihad en espacios públicos.
Respecto a esto último, Macron le preguntó a Le Pen: "¿Cuántos policías se necesitan para perseguir a las mujeres con velo?", a lo que la derechista le contestó: “Los mismos que puso usted para perseguir a los ciudadanos sin barbijos”.
Pero una hipotética presidencia de Le Pen no solo representaría un cambio radical para Francia, sino para toda Europa, ya que, tras la salida del poder de Angela Merkel en Alemania, Macron, un reconocido europeísta, se ha convertido en el líder del Viejo Continente.
Si Macron es reelecto, continuará impulsando lo que él llama “autonomía estratégica” de Europa en defensa, agricultura, energía y sectores económicos estratégicos. Además, buscaría reforzar las capacidades militares de la UE y, por qué no, crear un ejército comunitario para reducir la dependencia de EE.UU.
Por su parte, Le Pen, que hasta hace unos años quería abandonar la UE, ha moderado su postura, aunque se ha comprometido a recortar las contribuciones a las arcas del bloque europeo y a que la ley francesa prevalezca por sobre la comunitaria.
Durante el debate del miércoles, Le Pen consideró que "Francia es una potencia mundial, no solo una potencia europea (…) quiero que la Comisión Europea respete a las naciones soberanas, que respete la elección del pueblo francés, incluida su elección de sociedad".
Para Schmidt-Liermann, “parecería que el Frente Nacional de Le Pen es abiertamente antieuropeo, además de xenófobo, y pregona la salida de Francia de la UE”.
“Sin embargo, yo me permito ser algo más cauta y menos fatalista frente a un eventual triunfo de Le Pen, en especial por la guerra en Ucrania. Francia no puede quedarse sola. Con sus defectos y más virtudes, la UE logró crear la mayor zona de paz. Sí creo que un triunfo de Le Pen causaría un cimbronazo en el corazón de las social-democracias europeas. Las despertaría y obligaría a pensar cómo recuperar el liderazgo mundial en Europa”, reflexionó.
El interés para la región
A pesar de que Argentina se encuentra a más de 11.000 kilómetros de Francia, las elecciones tendrán un impacto directo tanto en nuestro país como en la región por una cuestión en particular: el proteccionismo francés al agro.
Justamente, Francia es uno de los países que más se opone a ratificar el acuerdo comercial entre la UE y el Mercosur, alegando cuestiones climáticas, aunque el verdadero motivo sería seguir protegiendo su agroindustria.
Respecto a la presidencia de cuál de estos dos candidatos sería mejor tanto para la Argentina como para el Mercosur, Schmidt-Liermann consideró que “sin lugar a dudas” la de Macron.
“Debemos encontrar una oportunidad para reavivar el acuerdo Mercosur-UE: Francia ha sido el opositor más difícil, pero en charlas internas, se ha logrado llegar a consensos, entendiendo lo valioso de la complementación de las regiones”, dijo.
“La agricultura no tiene que ser un factor que se convierta en una barrera paraarancelaria. Se puede buscar potenciarse mutuamente. La guerra en Ucrania y, en especial, la merma de trigo, maíz y aceite de girasol proveniente de esa zona, provocará que falten alimentos. Latinoamérica resulta una zona propicia para brindar lo que falta”, agregó.
“Incluso hay extensiones de agricultura y ganadería regenerativa, con trazabilidad de los productos, que debería tener un impacto positivo en el consumidor europeo más consciente. Y, claramente, la posibilidad que brinda nuestra región de energía y minería. Los chinos han identificado rápidamente el potencial de nuestra región. Ojalá Europa, y en especial Francia, no lo desaprovechen”, sentenció.
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“¿Qué pollo de Brasil?”
“Hay toda una serie de políticas de la UE con las cuales no estoy de acuerdo”, dijo Le Pen en el debate y citó “la multiplicación de los acuerdos de libre comercio, donde se venden automóviles alemanes, sacrificando los criadores a la competencia de los pollos de Brasil o la carne de Canadá”, en alusión a los acuerdos comerciales de la UE con el Mercosur y con Canadá.
Allí, Macron la paró en seco. “¿Qué pollo de Brasil? ¿Qué acuerdo?”, preguntó y recordó que se “opuso” al acuerdo UE-Mercosur que, además, nunca entró en vigor.
“Cuando nosotros exigimos a nuestros agricultores algunas cosas, exigimos lo mismo de los demás”, dijo Macron y criticó, sin especificar a cuál, a algunos países del Mercosur que, además, “no respetan las decisiones de la COP21 sobre el clima”.