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Rajnerman: “El Gobierno está más cerca de alcanzar un acuerdo con los bonistas”

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18 mayo de 2020

Entrevista a Matías Rajnerman Ecolatina Por Enrique Pizarro 

De cara a la recta final de la renegociación de la deuda externa, cuyo deadline es este viernes 22 de mayo, El Economista dialogó con Matías Rajnerman, economista jefe de Ecolatina, acerca de las perspectivas de este proceso. Según el especialista, aunque el Gobierno use tonos agresivos hacia los acreedores o se muestre con poco miedo ante un default, “no hay dudas de que las posiciones comenzaron a acercarse”.

¿Qué expectativas tiene sobre el desenlace de esta negociación?

La extensión de la propuesta hasta el 22 de mayo y la “invitación” constante que realiza el Poder Ejecutivo a la presentación de contrapropuestas dan la pauta de que hay margen para mejorar la oferta. Estamos en una negociación, donde todavía hay tiempo, y es lógico que las partes vayan flexibilizando sus pretensiones a medida que el deadline se acerque. Al momento, pareciera que va a primar la racionalidad y que tendremos un acuerdo.

¿Cómo podría darse esa mejora de la oferta?

Para lograr una reestructuración, el Tesoro Nacional tendrá que moderar sus pretensiones. En este sentido, creo que el plazo de gracia sin pago ni capitalización de intereses hasta 2023 y la quita, justamente, de intereses, son los dos lugares en donde el Palacio de Hacienda debe enfocarse para mejorar la propuesta. Asimismo, pensando en las hojas de balance de los fondos de inversión, relajar todavía más la quita de capital podría ser otro “endulzante” para conseguir la aceptación de los bonistas.

Teniendo en cuenta que la PBA y la Nación trabajan en coordinación en este tema, ¿cómo incide el impago y consecuente default de la PBA sobre la negociación de la Nación?

La caída en default de la PBA ayuda a la negociación del Tesoro Nacional, ya que da la pauta de que el default es una posibilidad “real” y no una mera amenaza. Cuanto más teman los acreedores a una cesación de pagos, más predispuestos se mostrarán a aceptar quitas. No obstante, el caso de la PBA es distinto al de la Nación. Por un lado, porque el BPMD y el BPME vencían ahora, de modo que no hay cláusulas de acceleration por aplicar en estos bonos puntuales. Si bien estas cláusulas se podrían aplicar en el resto de los títulos, vinculados a través de un cross default, para validar esto hace falta reunir el 25% de los acreedores y una presentación legal aprobada. Dado que muchos acreedores de la PBA están negociando con el soberano y que la sentencia judicial llegaría después del plazo de cura de la Nación, lo cierto es que luce poco probable que se apliquen estas cláusulas tan temidas. A contramano, si el Palacio de Hacienda defaulteara, las mismas se activarían casi automáticamente. Por lo tanto, los riesgos de un default soberano son mucho mayores y el antecedente de la PBA no sirve como caso testigo.

Algo que llama la atención de las últimas jornadas es la baja del riesgo país a pesar de las malas noticias que surgen en torno a la deuda. De hecho, luego de que se declarara el default de la PBA, el índice siguió descendiendo. ¿A qué se debe?

La baja del riesgo país obedece, esencialmente, a que se vislumbra un acuerdo y que éste sería más favorable para los acreedores de lo que se podría haber presupuesto en un inicio de la negociación. Si bien las condiciones externas pueden haberse estabilizado relativamente, lo cierto es que el riesgo país argentino tomó “vida propia” y tanto sus avances como retrocesos obedecen más a factores propios que externos. En este punto, hay que separar lo simbólico y discursivo de lo “real”. Aunque desde el Gobierno tengan tonos agresivos hacia los acreedores o se muestren con poco miedo ante un default, no hay dudas de que las posiciones comenzaron a acercarse. En consecuencia, podríamos decir que más allá de algunas malas noticias o declaraciones que puedan surgir, el Palacio de Hacienda está más cerca de recibir el nivel de aprobación necesario para alcanzar un acuerdo. Dicho esto, vale remarcar que la baja del riesgo país a esta altura de la negociación no es necesariamente una buena noticia. Más allá de la reponderación del índice que tuvo lugar a comienzos de mayo, las últimas bajas sí reflejan una mejora en el precio de los bonos. Por lo tanto, quienes hayan comprado activos argentinos en los últimos días estarían menos predispuestos a aceptar una quita, ya que los adquirieron a un mayor precio.

¿Qué opinión tiene sobre la estrategia adoptada hasta acá por el Gobierno?

Para poder afirmar algo sobre esto es clave conocer el desenlace: si llegamos a un acuerdo sostenible, habrá sido exitosa; caso contrario, si defaulteamos. Un poco bilardista, es cierto, pero es como se terminan juzgando estas cosas: en base a los resultados. Una mala estrategia con buena suerte y arreglo es preferible que otra buena, pero con mala suerte y default. Dicho esto, ex post hay algunas cosas que se podrían haber hecho mejor, pero siempre es más fácil con el diario del lunes: ¿Por qué pagamos tantos meses de deuda en divisas (entre diciembre de 2019 y abril de 2020) si ya sabíamos que íbamos a una reestructuración, especialmente en el caso de los pasivos en Ley local, que después reperfilamos por decreto? ¿No nos podríamos haber ahorrado esos dólares? Otra cosa que me hizo ruido, oportunamente, fueron los tonos de algunos comunicados, que parecían más dirigidos a la tribuna que a buscar un entendimiento con los acreedores. Sin embargo, el resultado será clave para definir si la estrategia fue acertada o no. Los pormenores del proceso quedarán en la historia una vez que hayamos reestructurado la deuda o caído en default.

¿Qué se juega el país en esta negociación?

La negociación de la deuda va a ser un parteaguas para la economía del país: o vamos a un escenario mejor del que veníamos o vamos a uno peor, sin término medio. Si bien es posible que el Gobierno pague el vencimiento de intereses de US$ 500 millones de los bonos Globales y siga negociando con los acreedores sin caer en default, lo cierto es que en las próximas semanas tendremos un resultado definitivo: o hay acuerdo y mejora la situación, o entramos en cesación de pagos y el escenario empeora. En el primer caso, la mejora vendría por la relajación de las necesidades financieras que provocaría el acuerdo y la mayor certidumbre que aportaría. Como resultado, se atenuaría la brecha y habría cierto margen para contener al dólar oficial. En respuesta, la baja de la inflación sería más sostenible y daría lugar a una lenta pero gradual recuperación del poder adquisitivo vis a vis el consumo. En sentido opuesto, si cayéramos en default, las presiones cambiarias se dispararían. En consecuencia, la brecha seguiría en franco crecimiento y las presiones sobre el dólar oficial aumentarían. Ante esto, el Banco Central, posiblemente, convalidaría una depreciación del peso y extremaría las restricciones a la compra de divisas, provocando que algunas importaciones de bienes y servicios se realicen a los tipos de cambio paralelos. En este marco, la inflación se aceleraría, provocando una nueva caída del poder adquisitivo y, con ella, a una profundización de la crisis.

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