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Ley de leyes: vendiendo optimismo y comprando más discrecionalidad

17 septiembre de 2019

Por Guido Lorenzo Director Ejecutivo de LCG

Los supuestos del Presupuesto carecen de lógica interna. No es que sean poco realistas, sino que prácticamente resultan inalcanzables. Si bien no sabemos si fueron o no consensuados con la oposición, siquiera uno puede hablar de optimista porque hay problemas de consistencia. La inflación desacelerando 19 puntos rompería el equilibrio fiscal que cobra impuestos a la inflación (descendente) e indexa el gasto a la inflación actual (elevada).

Justamente uno de los pilares del Gobierno actual y del posible de Alberto Fernández es que hay un consenso en querer reducir la inflación y equilibrar las cuentas públicas. En nuestro país, ese ejercicio requiere tiempo: se engorda nominalmente muy fácil, pero el peso de la desinflación se siente con fuerza en las cuentas públicas.

La caída del 2019 deja más de 2 puntos de arrastre estadístico negativo que difícilmente se puedan revertir con la inversión a la baja, como supone el mismo Presupuesto. Sin embargo, aquí suponer una desaceleración de la inflación de casi 20 puntos con un crecimiento de la actividad suena ambicioso. Si uno mira en detalle, las exportaciones parece que dinamizarían la economía, pero se plantea un tipo de cambio que no va a ser competitivo para los precios que se registrarían en 2018 y 2019.

Puede ser que un Gobierno le quiera dejar un enchastre al siguiente, sólo por venganza, pero este ni siquiera parece ser el caso. La inflación será más alta, el tipo de cambio también lo será y solo el crecimiento será más bajo en 2020. En consecuencia, la recaudación nominal será mayor, dando poder de discrecionalidad al próximo mandato.

Si bien la actual gestión no parece que tiene muchos incentivos a emprolijar la cuestión fiscal, al menos sería bueno en pos de defender al pueblo de los posibles desmanejos futuros de fondos. Lamentablemente, la “ley de leyes” está cada vez más degradada y, en nuestro país, apenas es un boceto de lo aspiracional.

Pero esa aspiración encima es magra: estamos hablando de una economía que crecería 1% con casi 35% de inflación. Esto demuestra que el proceso de poner en marcha nuevamente la economía llevará tiempo.

Por otro lado, el tratamiento de la deuda es muy superficial. El ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, se comprometió a enviar un proyecto para el reperfilamiento de la deuda sin quita y aún no ha ingresado a ninguna de las cámaras. El mercado le va a cobrar ese tiempo de espera. Quizás Lacunza ya tenga el documento listo, pero al parecer prefiere no mostrarlo. Quizás se develaría que la reestructuración sí es con quita.

El proyecto de reperfilamiento de la deuda debería salir antes que el Presupuesto porque lo condiciona. Sin embargo, aún no tenemos novedades. Todo esto hará que el próximo año sea de un manejo discrecional absoluto. Habrá que estar atentos a los resultados de las elecciones para ver si el Frente de Todos llega a tener mayoría en el Congreso.

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