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La política monetaria de D10S

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01 diciembre de 2020

Por Pablo Mira (*)

La política monetaria es un asunto mucho más difícil de lo que normalmente se cree. Si bien en general hay consenso respecto de los objetivos, relacionados con la estabilidad y el crecimiento, los medios para alcanzarlos no siempre coinciden.

En Argentina, como siempre, el desafío se multiplica por mil, y la disponibilidad de instrumentos no siempre alcanza para lograr las metas propuestas. La política monetaria local, como dijeran claramente alguna vez en un artículo Daniel Heymann y José Fanelli, no se presenta como un problema a resolver mediante un cálculo optimizador por parte de hacedores de política bien preparados, sino como un conjunto de dilemas que aseguran que, se haga lo que se haga, siempre algo fallará.

Las dificultades idiosincráticas se potencian porque en nuestro país las expectativas están determinadas por un régimen de inflación moderada (nadie cree que la inflación desaparecerá de un mes para el otro) y porque justamente uno de los objetivos de la política monetaria es lograr un cambio en esta lógica de pensamiento.

Hace varias décadas que la profesión ha estudiado la relación entre las expectativas privadas y la política monetaria. Uno de los ejercicios mentales más interesantes de esta interacción lo planteó hace quince años Mervyn King, el Presidente del Banco de Inglaterra (BI). ¿Qué sucedería, se preguntó, si el BI ajustara sus tasas de interés permanentemente de modo de asegurarse que la inflación fuera siempre baja y constante? Para un observador externo, esto se vería como una acción extraña y hasta innecesaria del BI, siendo que la inflación se muestra razonablemente estable. ¿Y qué pensarían los agentes económicos de un BI que mueve la tasa de esta manera, aparentemente aletatoria? De seguro, no estarían muy tranquilos. “El BI actúa de una manera incomprensible moviendo todo el tiempo la tasa de interés en una economía estable, ¡esto es un desastre!”, titularían los diarios financieros.

La solución a este dilema, explica King, fue provista nada menos que por Diego Armando Maradona. En su cósmica corrida de 60 metros hasta depositar mansamente la pelota en el arco inglés, Maradona no necesitó moverse hacia los costados para llegar a su meta. Le bastó con amagar una y otra vez para que los defensores, suspicaces, se abrieran de su camino. La coronación de esta estrategia fue la jugada final, cuando parece que Diego va a patear al segundo palo, pero en cambio continúa su senda recta para dejar en el piso a Peter Shilton y tocar suavemente al gol.

King señala que los agentes económicos reaccionan más a las expectativas que a los movimientos puros y duros de la política monetaria. Por lo tanto, recomienda, siempre es mejor intentar actuar directamente sobre las expectativas, sin mover en exceso las tasas de interés. Si la gente cree que el banco central hará algo para dominar la inflación, no hará falta demasiada acción efectiva.

Hasta podemos imaginar el relato de King al ver la jugada del segundo gol a los ingleses, interpretando en cada acción la política de la institución. “Ahí aparece un shock, o dos, que quieren desestabilizar los precios. Pisa la tasa el banco central, arranca buscando la estabilidad el genio del banco central, siempre tasa quieta, genio, genio, pi, pi, pi, pi (*)? estabilizacióooooon! ¡Quiero llorar, Dios santo, el Central, en un manejo memorable, en la política de todos los tiempos! ¡Estabilizador crónico, de qué teoría saliste! Para amagar cambiar la tasa para cada inglés, para que los precios hayan sido moderados, y calmados por la estabilización. Gracias política monetaria, gracias Central por estas lágrimas, por este shocks dos, inflación cero”.

Lo absurdo del relato nos convence de que pese a que en Argentina todos somos Directores Técnicos y ministros de Economía, el fútbol sigue siendo infinitamente más interesante que la política monetaria. Pero hay algo más para rescatar de la “Teoría Maradona” de la tasa de interés, y es el flemático reconocimiento de los ingleses al genio del Diego, la rendición incondicional y respetuosa ante la excelencia del diez, y la actitud de que aún de los momentos más tristes se pueden sacar enseñanzas incluso para cuestiones tan lejanas como la política monetaria de un país. Vaya esta columna como sincero homenaje al que maximizó como nadie la alegría de los argentinos.

(*) Docente e investigador de la UBA

(**) pi refiere a la letra griega, que en economía suele identificar a la tasa de inflación.

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