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La inflación y el rol de las expectativas

Las opciones del BCRA son mantenerse firme con su política restrictiva o flexibilizar su posición, convalidando la inflación que estiman los privados

11 abril de 2017

Todos entendemos que la inflación es un fenómeno que en parte depende de las expectativas del público. De una y otra manera, esto reconoce que existe la capacidad por parte de algunos agentes económicos de determinar precios, sea a través de cierto poder de mercado, influencia sindical, o capacidad de coordinación en un sector proveedor de insumos. Si un par de empresas siderúrgicas poseen una alta cuota de mercado, sus expectativas definirán el precio del hierro y el acero, afectando otros precios de la economía también. Más aun, en una economía con historia inflacionaria recurrente, los actores suelen automatizar los ajustes, lo que en la práctica significa extender el poder de fijación de precios a casi todas las firmas. Así, en la inflación sostenida juegan las expectativas de un gran conjunto de individuos y empresas.

Pero la relación entre inflación y expectativas es mucho más compleja aún. Los que ejecutan la política monetaria deben tener en cuenta estas expectativas y, a su vez, dar a conocer las propias. Veamos cómo funciona esta interacción en la práctica.

El programa de metas de inflación de 2017 fijó un objetivo de inflación para el año de entre 12% y 17%. Si el BCRA fuera cien por cien creíble, en el sentido de persuasivo, entonces los agentesdeberían adoptar este objetivo como una regla inalterable. Si la inflación será como máximo 17% y una firma decide “fijar su precio” por encima de ese valor, perderá mercado. Del mismo modo, si un sindicato solicita un aumento salarial muy por encima del 17%, sus representados podrían correr el riesgo de perder su trabajo. En este mundo ideal, luchar contra la inflación no es muy distinta de la tarea de un escolar: se anuncia una regla descendente y ¡voilá! la inflación desaparece.

Ahora bien, los agentes pueden pensar que en realidad la idea que tiene el BCRA de cómo se determina la inflación no es la correcta. En este caso, los anuncios de la autoridad monetaria podrían no persuadirlos. Es difícil saber bien qué piensan las empresas acerca de la inflación, pero las consultoras a quienes les piden consejo están hablando de tasas que sobrepasan el máximo de la meta entre 3 y 6 puntos porcentuales. Por lo tanto, estamos ante un conflicto de pronósticos que afecta las decisiones de precio donde los que definen, naturalmente, son los privados.

Este conflicto de expectativas tiene una segunda vuelta, ya que ahora el BCRA debe decidir cómo reacciona ante la noticia de que los privados están esperando una inflación mayor a la anunciada. Resumamos las posibilidades del BCRA en dos estrategias básicas. Una sería mantenerse firme con una política monetaria restrictiva, y la otra sería flexibilizar un poco su posición, “convalidando” la inflación que estiman los privados. En el primer caso, la economía debería experimentar una recesión mayor que “discipline” a los díscolos formadores de precios, mientras que en la segunda la economía podría continuar con su incipiente recuperación, aunque al costo de que el BCRA pierda credibilidad.

El sendero elegido, según se leen en los informes oficiales, es el de jugarse el todo por el todo a la credibilidad y la dureza monetaria. El BCRA se mantendrá incólume a su promesa y defenderá a capa y espada su meta. O, al menos, eso es lo que nos quieren hacer creer?

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