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La economía global después del Covid-19

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08 julio de 2020

Por Roberto Bouzas Universidad de San Andrés

El coronavirus tiene la suerte de no ser un organismo vivo ya que, de lo contrario, se sentiría abrumado por la culpa. Además de provocar más de medio millón de muertes, encerró a miles de millones de personas en sus casas, desató la recesión más profunda en casi un siglo, acabó con “la mejor economía de la historia” en Estados Unidos, agravó las tensiones internas en la UE, agudizó el conflicto estratégico entre China y Estados Unidos, trajo nuevos motivos para la protección y alteró los planes vacacionales de todo el hemisferio norte. Demasiadas responsabilidades para no sufrir daño psicológico. Pero al coronavirus se le están achacando más responsabilidades de las que tiene. Muchas de las consecuencias que se le atribuyen estaban sólidamente instaladas antes del inicio de la pandemia. Lo que el coronavirus hizo fue hacerlas inocultables y, probablemente, acelerarlas.

No hay duda que la pandemia es responsable de la recesión más profunda (no sabemos aún si la más prolongada) del último siglo. La caída de la actividad económica fue fuerte tanto en países que adoptaron cuarentenas rigurosas como en aquellos que tuvieron abordajes sanitarios más flexibles. Si bien la respuesta de los primeros probablemente afectó el desempeño de los segundos, las restricciones al movimiento internacional de bienes y personas que adoptó la mayoría de los países habría afectado inevitablemente la actividad económica, sin importar las diferentes respuestas sanitarias.

Pero en muchos campos el coronavirus no hará mas que hacer más evidente y la acelerar lo que ya estaba en curso . Comencemos por lo más general: la marcha del proceso de integración económica global. La evidencia muestra que desde la crisis financiera de 2008 éste ya había entrado “en pausa” o incluso en reversa (lo que algunos llaman “slowbalization”). En efecto, el período pos 2008 fue el primero desde los años de entreguerras en que la participación del comercio internacional en el PIB cayó de manera continua. Acompañando este proceso, la elasticidad ingreso del comercio (que durante todo el período de posguerra había sido bien superior a 1) se contrajo fuertemente.

El aumento en el proteccionismo tampoco es una novedad. Según Global Trade Alert, desde la crisis financiera de 2008 la proporción del comercio internacional afectado por medidas de intervención pública creció de manera casi permanente. Lo que es más importante, el tipo de medidas empleadas mutó desde las que son más visibles y sobre las que existen mayores disciplinas, hacia otras menos transparentes y reguladas. De todas las medidas de intervención adoptadas en lo que va de 2020, por ejemplo, más del 30% son medidas sobre las exportaciones y casi 25% son subsidios internos a actividades que compiten con las importaciones. Estas prácticas son a la vez menos visibles y más contenciosas.

Esto se acompaña con una crisis “existencial” de parte de muchas instituciones multilaterales. El caso paradigmático es el de la OMC, estancada desde hace tiempo en sus funciones de negociación y legislación, a lo que ahora se suma la parálisis del mecanismo de solución de controversias. Paradójicamente, en un momento en el que las disputas comerciales amenazan con agudizarse, el principal instrumento multilateral para gestionarlas ha entrado en coma.

Pero la pérdida de centralidad de la OMC no es un caso único entre las instituciones económicas multilaterales. Tanto el Banco Mundial como el Fondo Monetario Internacional también vienen de un largo proceso (cuyo origen se remonta a la crisis asiática de 1997-98) de pérdida de relevancia y sentido de misión. Su reducido “poder de fuego” ante situaciones de emergencia, que ya había quedado en evidencia durante la crisis financiera de 2008, no fue resuelto y sigue limitando a esos organismos al importante pero insuficiente papel de proveedores de información.

En el campo del comercio, la crisis de la OMC también se acompañó de la proliferación de instituciones y acuerdos bilaterales y/o regionales. Estos acuerdos, especialmente en su versión Norte-Sur, se transformaron en el mecanismo preferido de producción de reglas, por cierto mucho más asimétrico que el que se puso en marcha con el acuerdo de Marrakesh. Esta tendencia en el plano regulatorio ha tenido su correlato en el plano productivo: la fragmentación de la producción consolidó patrones de organización regionales más que globales, relativizando la relevancia práctica del concepto de cadenas “globales” de valor.

Finalmente, la agudización del conflicto estratégico entre China y Estados Unidos tampoco es una novedad. El cambio en el balance económico global es un proceso en curso: mientras que el PIB de China representaba menos de un tercio del de Estados Unidos en 2008, en 2019 ya era equivalente a dos tercios (medido en términos de paridad hoy es 10% mayor que el de Estados Unidos). China se ha vuelto también más autosuficiente, en buena medida debido a su respuesta a la crisis de 2008: mientras que en 2007 las exportaciones representaban más de un tercio de su PIB, en 2018 cayeron a sólo 18% (5% si las exportaciones se miden en términos de valor agregado). Pero no sólo se alteró el peso económico relativo de los dos principales actores de la economía global: la competencia tecnológica también hizo mucho más aguda. Las sanciones comerciales y las crecientes restricciones aplicadas por Estados Unidos a las empresas chinas demuestran una creciente preocupación no sólo por las prácticas chinas “no convencionales”, sino por el acelerado cierre de la brecha tecnológica entre ambos países en áreas claves para la economía del futuro

En resumen, cuando pase el temblor probablemente veremos una consolidación de tendencias que ya estaban fuertemente instaladas. Las tensiones que está experimentado la economía global no son la respuesta a un shock: son el resultado de tendencias que la pandemia acelerará y volverá indisimulables. Si eso estimulará respuestas de política mas eficaces es el interrogante que aún no tiene respuesta. El Covid-19 echó nafta al fuego, pero el incendio ya estaba.

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