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26 febrero de 2020

Por Miguel Zielonka CFA y Director Asociado en Econviews

El BCRA se muestra hiperactivo desde el 10 de diciembre. Recortó 23 puntos porcentuales el piso de la tasa de política monetaria, limitó el monto de Leliq que los bancos pueden licitar, los empujó a la ventanilla de pases pasivos, extendió la vida promedio de las Leliq emitiendo a mayores plazos, inhibió a los Fondos Comunes de Inversión a participar en la rueda de pases pasivos, flexibilizó encajes para bancos que originen préstamos a pymes o financien el programa Ahora 12, anunció que podrá hacer operaciones de mercado abierto con instrumentos emitidos por el tesoro, intentó licitar opciones de liquidez, impulsó la obligatoriedad de oferta de los depósitos en UVA precancelables a los 30 días. Todo eso en pocas semanas y durante el verano. Un récord.

Hay que entender la hiperactividad como una forma de compensar la falta de progreso en otros tópicos de la agenda económica. El gobierno está privilegiando la resolución de la crisis de la deuda pública y no quiere o no puede por el momento avanzar más decididamente en otros temas.

El ADN del nuevo Directorio puede leerse entre líneas de los objetivos 2020 publicados por en la página web del BCRA. Financiamiento al sector público, compra de reservas internacionales, controles cambiarios, rol secundario para la tasa de interés. Las anclas nominales serán el tipo de cambio, el atraso de tarifas de servicios públicos y las definiciones de precios y salarios que se convengan dentro del marco del Pacto Social. Se busca estimular la oferta de crédito a través de incentivos regulatorios. Todo esto, en un contexto de relajación monetaria.

La política monetaria menos restrictiva surge de un diagnóstico en el que se piensa a la economía con capacidad ociosa y en la que la actividad podría repuntar si las empresas consiguieran financiar en mejores términos el capital de trabajo. El BCRA supone que los empresarios van a privilegiar un aumento de la producción y no un incremento de los precios de venta.

Aunque podrá estar de acuerdo en alguno de estos puntos, la magnitud del relajamiento monetario que está conduciendo el BCRA es mayúscula. Desde el 31 de octubre, el circulante aumentó $220.000 millones y los adelantos transitorios lo hicieron por $397.000 millones, lo que repercutió en un aumento de la base monetaria de aproximadamente $550.000 millones una vez computadas todas las iniciativas de esterilización.

A pesar de los intentos del BCRA por reanimar el crédito, la reacción fue tibia hasta ahora. Los préstamos al sector privado aumentaron 7% desde el 31 de octubre, y el crecimiento se reparte en partes iguales entre créditos mayoristas (adelantos y descubiertos), y tarjetas de crédito. La baja de 23 puntos porcentuales de la tasa de política se tradujo en una caída “en espejo” de las tasas mayoristas de 23 puntos, y en una baja de 16 puntos en las tasas pasivas (Badlar y TM20). Los bancos siguen con ratios de liquidez del 60% de sus depósitos en pesos y como no encuentran la forma de colocar más préstamos, se ven en la obligación de trasladar la menor tasa Leliq a una menor remuneración para los depósitos.

Como corolario, el efecto más contundente hasta hoy del nuevo conjunto de medidas de política monetaria es una reducción muy fuerte de la tasa Badlar, en momentos en lo que no está claro aún si la desaceleración de la inflación minorista de enero es transitoria o permanente. La jugada más conservadora hubiera sido confirmar la permanencia del IPC por debajo del 2,5% por varios meses y no correr el riesgo de hacer un recorte demasiado ambicioso. Aún con cepo vigente, si la expansión monetaria no es acompañada por un mayor apetito de pesos por parte de empresas y familias, la presión se va a ver reflejada en un aumento de la brecha cambiaria.

Como dice el refrán, el que no arriesga no gana. El BCRA ya decidió pisar el acelerador y adelantar la baja de todo el espectro de tasas de interés. En su fuero íntimo, ve que esa iniciativa tiene “una yapa”, un beneficio extra: reduce el costo de renovar el financiamiento del BCRA y del Tesoro. Así las cosas, seguiremos con política económica dura en lo fiscal y blanda en lo monetario por un largo rato. Ojalá funcione. Se precisa una dosis mayor de confianza que apuntale la demanda de pesos y que contribuya a desacelerar la inflación.

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