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El FMI debería preocuparse menos por los ingresos y más por el gasto

Jorge Colina 11 abril de 2019

Por Jorge Colina Idesa

El Fondo Monetario Internacional (FMI) aprobó el tercer desembolso por U$S 10,8 mil millones del paquete de ayuda financiera al Gobierno argentino. En su evaluación del curso de la política económica destaca que los déficits “gemelos” (fiscal y externo) están disminuyendo y que habría indicios de que la actividad económica no seguiría cayendo. Sus preocupaciones fueron básicamente dos: que la inflación sigue siendo alta con expectativas al alza y que los ingresos fiscales están por debajo de lo proyectado.

Esto no debería ser una preocupación ya que son los efectos buscados del modelo impuesto. Si se estableció la regla de que el dólar puede variar entre $39 y $51 antes que el BCRA actúe, las expectativas inflacionarias van a ser al alza ya que la economía argentina está dolarizada. Esto es, las empresas productoras, los comercios y hasta el ciudadano  común, cuando tienen que formar un precio para hacer una transacción, piensan en cuánto va a costar el dólar en los próximos meses a fin de no perder el valor real de lo obtenido por su venta. Con tanta variabilidad del dólar, difícilmente las expectativas inflacionarias sean a la baja; máxime en una sociedad con una memoria colectiva en la cual caló hondo la noción de que cuando el dólar sube, es para seguir subiendo. Entonces, en la medida que el dólar suba, las expectativas inflacionarias de los argentinos van a ser al alza. Por lo menos, en el corto y mediano plazo.

Con respecto a la debilidad en el crecimiento de los ingresos fiscales, lo primero que debería hacer el FMI es mirar cuáles son los impuestos que no están creciendo en sintonía con la inflación. Según los datos de AFIP, los impuestos ligados a la actividad doméstica (IVA-DGI, Ganancias-DGI, Impuesto al Cheque) vienen creciendo en alrededor del 50% interanual, o sea, que ni siquiera la recesión hizo caer la presión impositiva en términos reales. Los impuestos que están creciendo por debajo de la inflación son los ligados a las importaciones (IVA-Aduana; Ganancias-Aduana, Derechos de Importación) que crecen alrededor del 20% interanual y menos. Pero esto es un efecto derivado del modelo impuesto, en el cual la noción de que el dólar debe ser alto y al alza es para que la economía tenga menos importaciones. Entonces, menos importaciones hacen caer en términos reales los impuestos ligados a ellas.

Más que preocuparse por los efectos esperados de sus políticas, el FMI debe colocar los énfasis en la reducción del gasto público. Se cae muchas veces en el facilismo de que reducir gasto público tiene costo social. Esto no es verdad. La prueba se encuentra mirando a los países vecinos. Según los propios datos del FMI, el gasto público en Chile es de 25% del PIB y en Uruguay del 33% del PIB, y ambos países tienen 8% de pobreza. El gasto público en Argentina llega al 41% del PIB y su tasa de pobreza es del 32%. Claramente, Chile y Uruguay muestran que menos gasto público es compatible con menos pobreza, en la medida que se administre con eficiencia.

¿Dónde se puede ganar en eficiencia del gasto público en el Estado argentino? Hay muchos lugares pero los dos más importantes son el sistema previsional y el empleo público. Por ejemplo, el Estado nacional y la mayoría de las provincias tienen déficit previsional. Eliminando duplicaciones de cobertura y las jubilaciones de privilegio se puede moderar el gasto sin agravar la situación social. Con respecto al empleo público, se podría suspender nuevas contrataciones y, en simultáneo, mejorar la calidad de los servicios del Estado eliminando superposiciones entre los niveles nacional, provincial y municipal, desburocratizando estructuras y aprovechando las ventajas que dan las nuevas tecnologías para darles buenos servicios al ciudadano.

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