El Economista - 74 años
Versión digital

mar 18 Nov

BUE 25°C
Informe

El acuerdo histórico entre Milei y Trump tiene beneficios para Argentina... pero no los que creés

Qué cambia con el acuerdo comercial entre Argentina y EE.UU. según Miguel Kiguel: poco impacto exportador, pero un salto institucional y geopolítico clave.

Javier Milei en Wall Street
Javier Milei en Wall Street EE
16 noviembre de 2025

Argentina y Estados Unidos acaban de firmar un acuerdo marco de comercio e inversión que ya empieza a reordenar el debate económico y político. No es un tratado de libre comercio clásico, no pasa por los Congresos y no derriba aranceles de manera masiva.

Sin embargo, para Miguel Kiguel, la clave no está en los números de exportaciones del próximo trimestre, sino en algo más profundo:
la principal ganancia para Argentina es institucional. Y eso, en un país con historial de reglas inestables, puede valer más que cualquier rebaja arancelaria aislada.

Qué es (y qué no es) el acuerdo con Estados Unidos

El texto firmado es un entendimiento entre gobiernos, no un TLC integral. Eso implica dos cosas centrales:

  • Es flexible pero frágil: depende casi por completo del Poder Ejecutivo de cada país. Una futura administración en Washington o en Buenos Aires podría revisarlo o directamente darlo de baja sin pasar por el Congreso.
  • Tiene un fuerte componente político y geopolítico: consolida a Argentina como aliado estratégico de Estados Unidos en la región y es, de hecho, la primera acción concreta después del apoyo financiero que el gobierno de Trump le dio al país.

Es, en palabras de Kiguel, más un punto de partida que un punto de llegada.

En el comercio duro, gana más Estados Unidos

Si se mira el acuerdo con la lupa del comercio tradicional, el saldo es claro:
Estados Unidos se lleva más ventajas que Argentina.

Washington obtiene acceso preferencial -todavía poco detallado- para una lista muy amplia de bienes:

  • Medicamentos y productos farmacéuticos
  • Químicos
  • Maquinaria y equipamiento médico
  • Vehículos
  • Una larga lista de productos agrícolas

En varios casos se trata de segmentos donde hay competencia directa con la industria local argentina, lo que abre interrogantes sobre el impacto sectorial.

Además, desaparece la tasa de estadística, un viejo costo extra para las importaciones y un alivio concreto para el exportador norteamericano. Esa eliminación no choca con el Mercosur, porque no se trata de un arancel externo común sino de un recargo administrativo que cobraba Argentina.

milei trump
Milei y Trump

¿Y Argentina qué gana? Poco comercio, mucha institucionalidad

Desde el punto de vista de los flujos comerciales, Kiguel es cauto: Argentina no se lleva una gran victoria numérica. 

Hay:

  • Algunas oportunidades para minerales críticos
  • Una mejora acotada en la cuota de carne

Y poco más.

No hay avances en sectores sensibles como acero y aluminio, un reclamo histórico de la industria local que volvió a quedar fuera.

Por eso, el propio Kiguel subraya que es difícil imaginar un cambio drástico en la balanza comercial en el corto plazo.

Donde sí ve una ganancia importante es en el terreno institucional y regulatorio:

  • El acuerdo incorpora compromisos en propiedad intelectual, patentes, estándares y certificaciones.
  • Acerca a Argentina a estándares internacionales, sobre todo en materia de patentes globales, un punto donde el país estaba claramente rezagado.

Hasta ahora, Argentina era uno de los pocos países donde no se podía registrar una patente con protección global plena. Corregir eso, sostiene Kiguel, mejora la previsibilidad y puede fortalecer el marco de inversión en sectores como:

  • Farmacéutica
  • Química
  • Software
  • Tecnología en general

No es una lluvia de dólares inmediata, pero sí una señal fuerte de cambio de régimen institucional.

La sombra de China: trabajo forzoso y disputa geopolítica

El acuerdo también tiene una línea con nombre y apellido, aunque no lo diga explícitamente: China.

El documento establece que Argentina "prohibirá la importación de bienes producidos mediante trabajo forzoso".

La frase parece genérica, pero su función es clara:

  • Marca la preocupación de Estados Unidos por la fuerte penetración de productos chinos en Argentina en los últimos meses.
  • Apunta, posiblemente, a sectores como el automotriz, donde la presencia de China viene creciendo con fuerza.

Es un guiño geopolítico: Argentina se alinea con la agenda de derechos laborales y estándares de producción que Washington impulsa para contener la expansión comercial de Beijing.

carne exportaciones
Argentina, dice Kiguel, "gana oportunidades para algunos minerales críticos, una mejora acotada en la cuota de carne y poco más". 

Mercosur, Brasil y el espejo de la Unión Europea

Una preocupación inmediata era si este acuerdo podía chocar con el Mercosur. Según el análisis de Kiguel, la respuesta es no. El entendimiento con Estados Unidos no toca aranceles ni modifica el arancel externo común.

Se concentra en compromisos técnicos y regulatorios, plenamente compatibles con los márgenes de acción que ya existen dentro del bloque.

De todos modos, el acuerdo abre una discusión más grande:

  • ¿Cómo debe ser la estrategia de inserción internacional de Argentina?
  • ¿Se puede combinar una agenda regional (Mercosur) con acuerdos bilaterales más agresivos y beneficiosos?

En paralelo, se conoció que Brasil negocia un acuerdo similar con Washington, lo que sugiere que la región entera está revisando su arquitectura de vínculos con Estados Unidos.

La comparación con el entendimiento Mercosur-Unión Europea aparece sola:

  • El acuerdo con la UE es un tratado internacional complejo, que requiere ratificación parlamentaria en varios países.
  • El acuerdo con EE.UU. es un instrumento más liviano y flexible, que depende del Ejecutivo.

Ninguno reemplaza al otro, pero ambos muestran lo mismo: Argentina quiere salir de la lógica del aislamiento de los últimos años.

Un punto de partida que puede mejorar inversiones y reglas de juego

En su balance, Kiguel sintetiza el impacto de esta manera:

  • En comercio, el efecto es asimétrico y más favorable a Estados Unidos.
  • En lo institucional, el acuerdo fortalece la relación política, ordena aspectos regulatorios y manda una señal de confianza hacia el mundo.

Si Argentina se consolida en un sendero de estándares globales en propiedad intelectual, comercio digital y regulaciones, el país podría mejorar su previsibilidad y, con ella, las decisiones de inversión.

Es decir, el acuerdo no es la solución mágica a los problemas de competitividad ni un shock exportador instantáneo. Pero sí puede ser una pieza clave de algo más grande: una Argentina que juega con reglas más claras, con marcos regulatorios más previsibles y con una relación política más sólida con la principal potencia del mundo.

La gran incógnita: la política

Como todo entendimiento que no pasa por los Congresos, el acuerdo tiene un talón de Aquiles evidente. Su futuro depende de la voluntad política de las próximas administraciones tanto en Washington como en Buenos Aires.

Si el clima político se mantiene, el acuerdo puede ser la base para una relación económica más profunda, más inversión y mejores reglas institucionales.

Si cambia el mapa político, también puede convertirse en un capítulo breve de la historia económica argentina.

Por ahora, lo que subraya Miguel Kiguel desde Econviews es esto: Argentina dio un paso que no se mide solo en dólares, sino en calidad institucional. Y en un país con larga historia de cambios de reglas, ese puede ser el activo más valioso de todos.

Seguí leyendo