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Cuando Cristina se enmendó

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08 julio de 2021

Le he pedido a Alberto Fernández que encabece la fórmula que integraremos juntos, él como candidato a Presidente y yo como candidata a vice”.

Esa definición de Cristina Kirchner difundida mediante un video en la mañana del sábado 18 de mayo de 2019 sorprendió a todos y cambió el curso de un proceso electoral que parecía a apuntar a una competencia entre tres espacios, con el oficialismo unido y el peronismo dividido.

https://www.youtube.com/watch?v=QmwCCksE-VE

Cristina había dado algunos indicios de que podría tener una actitud más amplia que en 2015 para armar una oferta electoral competitiva y que no se convertiría en un obstáculo para la unidad del peronismo, que era el paso clave para lograr el objetivo de evitar un segundo mandato de Mauricio Macri.

Probablemente Cristina haya comenzado a pergeñar esa jugada el mismo 22 de octubre de 2017, el día que perdió por 4 puntos contra Esteban Bullrich la elección de senadores por la provincia de Buenos Aires. En esa oportunidad, se ratificó que su piso electoral era alto porque obtuvo el 37% de los votos, pero también que su techo era más bajo del que hacía falta para ganar elecciones.

A partir de ese momento quedó claro que “sin Cristina no se puede, pero solo con Cristina no alcanza”, una definición que adquirió la categoría de regla no escrita a la que casi todo el peronismo terminó adscribiendo y que le permitió ganar en 2019.

Los resultados de la iniciativa destinada a ampliar la base de sustentación electoral con una figura que era vista como moderada y conciliadora fueron los esperados. La candidatura de Fernández recibió el apoyo de sectores que, como él, habían sido críticos del kirchnerismo y que se nucleaban en el llamado peronismo federal que se fue diluyendo y finalmente tuvo una menguada presencia electoral.

La integración de la fórmula de esa manera permitía retener todos los votos de Cristina mientras que el primer lugar de Fernández permitía obtener el apoyo de sectores que no la querían, pero que tampoco deseaban la continuidad de Macri. Aunque por supuesto esa iniciativa tenía el riesgo de abrir un flanco para las críticas de la oposición señalando lo inédito de que el número dos de la fórmula designe al número uno, algo que siempre generaría el interrogante sobre la distribución del poder real entre ellos.

Algunos jefes territoriales del peronismo que no querían votar por Cristina aceptaron hacerlo por Fernández, pero el acuerdo clave fue con Sergio Massa, el tercero en discordia en 2015, que se vio en buena medida obligado a dar ese paso porque muchos de sus adherentes en la provincia de Buenos Aires estaban retornando al kirchnerismo y, por lo tanto, se iba angostando la avenida del medio.

Con esa movida, Cristina pudo redimirse de los errores que cometió en el armado político en 2015, en particular en la provincia de Buenos Aires, que facilitaron el triunfo de Macri frente a un Daniel Scioli al que se había cansado de devaluar ante de ungirlo candidato.

El peronismo aprendió la lección en 2015 como la oposición lo había hecho con la derrota de 2011 y fue lo que la llevó a unirse. El peronismo tomó nota y adoptó el mismo esquema en 2019. El que se divide pierde, entendieron todos.

Las decisiones políticas que llevaron primero a la creación de Cambiemos y cuatro años después al Frente de Todos dieron nacimiento a dos grandes coaliciones, que son competitivas, que permiten que haya alternancia en el poder y, si bien no están exentas de tensiones internas, le dan mayor estabilidad al sistema político del país.

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