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A 20 años de la última institución

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08 julio de 2021

Por Guido Lorenzo

Cuando se observan los niveles de actividad de Argentina de los últimos cincuenta años se encuentran pocos períodos de crecimiento prolongado. Sin juicio de valor, solo de la información, surge que el período 1991-1998 fue uno y 2003-2011 fue otro, ambos con sus interrupciones en el medio debido a shocks internacionales importantes.

De ambas experiencias quizás haya aprendizajes, pero quizás sirve focalizarse en qué sucedió previo a cada uno de estos ciclos. Ambos surgen luego de crisis muy fuertes, crisis que fueron incluso más allá de lo económico. En cada una de ellas surgieron instituciones que permitieron corregir errores del pasado y sostener el crecimiento de los años subsiguientes.

La Ley de Convertibilidad claramente fue muy obvia: se prefirió resignar la política monetaria a tener estabilidad de precios.

Sin embargo, existen resabios de la crisis del 2001-2002 que permitieron atravesar 20 años sin un colapso bancario en una economía bimonetaria. A través del decreto 905/02 de mayo de 2002, entre otras cosas, se prohibió el uso de los depósitos en pesos para dar crédito en moneda extranjera. Medida necesaria para no tener un descalce de monedas que rompa al sistema financiero.

Más allá de las modificaciones que tuvo ese decreto, es el último recuerdo que uno puede tener de una preferencia congelada por la sociedad. Las discusiones sobre diagnóstico de la economía son múltiples, pero afortunadamente esa norma nunca se modificó en sustancia. Lección aprendida claramente de la crisis, pero que nos ayuda a pensar que de cada uno de estos episodios se pueden construir instituciones.

En estos días donde todo hacia delante parece incertidumbre muchas veces se oye que hace falta grandes acuerdos. Sin dudas, pero quizás hay que empezar por pequeños arreglos. Estas preferencias no se construyen con grandilocuencia. Tal vez pocos recuerden el decreto mencionado, pero debe ser el último punto de consenso que tuvo la sociedad.

Ese episodio también muestra como una norma básica puede sobrevivir incluso ante la polarización y la competencia política. La pregunta, tal vez, es por qué nos cuesta tanto construir estos consensos básicos. La experiencia de la salida fue tan traumática que nos dejó un buen aprendizaje, ¿el cierre a las exportaciones de carne en 2007 no deja aprendizajes similares? ¿El deterioro del balance del BCRA no dejó aprendizajes? Muchos de los errores de política económica que se cometen deberían generar instituciones cada vez más sólidas para evitar la repetición de problemas.

Sin embargo, la lista de los errores que se repitieron en nuestra economía es extensa. Pero existe una curiosidad: solo cuando los daños que se generan son lo suficientemente grandes es que se actúa en reflejo. La preferencia de la Convertibilidad supuso el flagelo de las hiperinflaciones y la crisis del sistema financiero de 2001-2002 tuvo que anteceder a esa norma básica.

El umbral por el cual hay que atravesar cada crisis para construir reglas de juego sobre puntos básicos parece ser muy elevado y eso dificulta el normal funcionamiento. La dificultad del estancamiento de los últimos 10 años es que no se presentó en forma de crisis abrupta. Menos convulsión por suerte y más letargia, pero principalmente, por ahora, sin aprendizajes.

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