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Las perspectivas son buenas (si no hay cambios drásticos)

26 julio de 2019

 Por Matías A. Sara Técnico agropecuario y asesor 

Comenzó La Rural. Para algunos, un hermoso paseo, ideal para que los niños en sus vacaciones vean animales de granja. Para otros, la exposición de la mejor genética de carne del mundo, con su centro en las juras de las razas: un concurso de belleza bovina con sólidos fundamentos físicos, estadísticos y genéticos. Para unos pocos, el momento del año en el cual la cadena de ganados y carnes aparece en los medios masivos sin que medie, necesariamente, una queja por el precio del asado.

Aprovechemos este tradicional momento (todo es tradicional en La Rural), para repasar el escenario del mercado de carnes actual, comenzando por los pedidos que desde la cadena se escuchan: una menor presión impositiva, en espacial el ajuste por inflación y más y mejores créditos para inversión, con énfasis en las tasas y plazos. Nada demasiado diferente a los que piden otros sectores, pero bastante distintas de las que se escuchaban apenas hace cuatro años: liberación de exportaciones, reducción de retenciones y unificación del tipo de cambio eran las solicitudes en 2015.

Los pedidos de 2015, ya cumplidos, cambiaron la dinámica de la actividad. Luego de estar por casi una década orientada al mercado interno, la ganadería bovina se encamina gradualmente a atender tanto la demanda local como la exportadora. El crecimiento de las ventas al exterior ronda 265% (comparando junio de 2019 con el mismo mes de 2015) motorizando un crecimiento de la producción del 15% en el mismo período. La muy importante sequía que afectó al sector agropecuario en general en 2018 no logró detener ese crecimiento, pero claramente lo desaceleró, y todavía el sistema no termina de satisfacer a todos los involucrados: el consumo local es 7% menor que entonces. Todos los datos son de la Secretaría de Agroindustria.

En el mismo período, el precio de la hacienda gorda para faena (precios de Liniers) aumentó por encima de la inflación mientras que la carne al mostrador lo hizo por debajo de la misma, según el IPC-CABA.

Claro que no son todas rosas en el sector. En el principio de la cadena, la cría (o sea aquellos productores que fabrican los terneros que luego se engordarán para ser faenados), no está pasando un buen momento luego de completar dos años de precios bajos. El 2018 signado por la sequía y la consecuente falta de pastos u otro alimento barato, tanto para ellos como para los engordadores que debían comprar dicha hacienda de invernada para engordarla y un 2019 cruzado por las expectativas políticas. La demanda de terneros tiene un componente muy importante de esperanza, y la invernada que se compre a lo largo del año en curso se venderán como animales gordos luego de las elecciones. Elecciones, en las que los posibles resultados nos conducen a dos políticas sectoriales tan diferentes como conocidas por los involucrados: la continuidad de la actual apertura a los mercados mundiales o el regreso al encierro del mercado interno.

El mal precio de la hacienda de invernada explica fácilmente el alto porcentaje de hembras faenadas en el último año: las hembras pueden usarse como madres, para fabricar terneros, o como reposición de esas madres en caso de las terneras y vaquillonas, o hasta para aumentar el tamaño de los rodeos en un par de años, si el negocio es bueno. También pueden venderse gordas para faena, en especial cuando el negocio de producir terneros no es tan atractivo, como comentaba antes.

Esa alta faena de hembras hace esperar, para 2020, un stock con crecimiento muy bajo o nulo, con lo que el incremento en la producción de carne dependerá fundamentalmente del aumento del peso con el que llegan los bovinos a la faena. En ese punto el costo financiero no es menor: engordar más un animal lleva tiempo y tiempo es dinero, en especial cuando las tasas reales son positivas y tanto más atractivas que la rentabilidad de una actividad a cielo abierto, con riesgo de mercado y político. Cabe agregar que también la dificultad impositiva inevitable para un proceso de producción que dura más de un ejercicio fiscal ante la falta de ajuste por inflación.

De cara al futuro, y de no mediar drásticos cambios, la perspectiva es positiva tanto por la demanda local antes mencionada como la internacional. En el primer caso, mediante una recuperación de la economía local, aún incipiente, pero puede consolidarse con el paso de los meses. En el plano internacional, el mundo sigue solicitando proteínas animales de alta calidad, con China a la cabeza, y la posición de Argentina como exportador se ha reforzado fuertemente a partir de la apertura de nuevos mercados tales como Estados Unidos, Japón (para carnes patagónicas), la futura ampliación de los cupos de la Unión Europea y los avances en el mismo sentido con varios países del sudeste asiático. Queda mucho por hacerse en ese sentido, tanto en los nichos de alto valor como en los mercados de mayor volumen, y los resultados tardarán un par de años en verse, pero sin dudas las oportunidades son tan reales como accesibles.

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