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Lecciones de la pandemia para la política económica internacional de los periféricos

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23 abril de 2021

Por Marcelo Halperin (*)

Las penurias ocasionadas por la pandemia invitan a reflexionar brevemente a propósito del enfoque con el cual algunos gobiernos de países periféricos asumen compromisos internacionales.

La primera evidencia es que la pandemia está “globalizada”. Se trata de una globalización de la pandemia como tal pero también sobre el modo de enfrentarla: el acaparamiento de vacunas, las restricciones a viajeros y cualquier otra pretensión para levantar muros infranqueables frente al virus puede resultar inútil, entre otros motivos, porque la economía internacional también está globalizada.

Esta es una lección que algunos gobiernos de países centrales todavía no han asimilado y que, por tal motivo, asigna legitimidad a las iniciativas conjuntas de los países periféricos que se atrevan a cuestionar medidas discriminatorias injustificables.

La segunda enseñanza es el carácter inevitable de la tan mentada globalización. Esto significa que los gobiernos nacionales no pueden hacer “rancho aparte” disponiendo que sus mercados internos permanezcan aislados. Los mercados internos ya están internacionalizados, quiérase o no, en el sentido que los precios y las condicionalidades locales se vinculan forzosamente con precios y condicionalidades externas.

Estas articulaciones resultan notorias y, además, tienen carácter compulsivo en el caso de las economías periféricas. En tal sentido, pueden extraerse numerosos ejemplos sobre intentos fallidos para minimizar desequilibrios emergentes de la caída de la actividad económica recurriendo al “desacoplamiento” de precios internos.

La tercera enseñanza remite a una constatación científica pero que contradice presunciones muy difundidas por el determinismo propio de la lógica digital: a mayor conocimiento corresponde mayor (y no menor) incertidumbre. Por ejemplo, la “inmunidad” asignada inicialmente a las vacunas es puesta en cuestión a medida que más vacunas son habilitadas y entran en competencia, reduciéndose a “porcentajes” de seguridad y eficacia; “ganar la batalla” contra el virus significaría un triunfo pírrico si en el proceso de multiplicación imprevisible de cepas emergieran algunas resistentes a las vacunas disponibles y, luego, por el advenimiento también incierto de otros incontables virus que a su vez demandarían nuevas investigaciones?Esta multiplicación y dispersión de las amenazas potenciales coincide con el desarrollo del conocimiento.

En paralelo, la gestión de la pandemia ha inducido el despliegue de una densa trama interactiva que involucra tanto a los Estados en sus relaciones recíprocas como a los Estados en sus relaciones con las corporaciones transnacionales (típicamente, la industria farmacéutica); y que involucra también a las corporaciones transnacionales entre sí, a través de acciones intersectoriales (a propósito de las cadenas de valor y del comercio de bienes y servicios intermedios) e intrasectoriales (mediante asociaciones y contrataciones para la investigación y desarrollo y el escalamiento de la producción).

Esta tendencia hacia complejidades crecientes y en todos los órdenes debería ser leída como una señal de alerta para los países de la periferia con respecto al aumento exponencial del costo que representa la pretensión de reducir la incertidumbre de manera aislada y afrontando las penurias a medida que se van presentando, desechando concertaciones destinadas a compartir y luego a minimizar los riesgos.

La cuarta enseñanza es una extensión de la precedente, porque advierte sobre los formatos disponibles para diversificar y complementar políticas destinadas a desterrar las adversidades. En tal sentido, se destacan los acuerdos intergubernamentales de amplio espectro (denominados equívocamente “de libre comercio”). Estas convenciones tan abarcadoras como minuciosas, pueden contribuir a la reducción de los efectos adversos de la economía global sobre la población local en la medida que incluyan previsiones comerciales, de inversión, sobre transferencias tecnológicas y contratación pública destinadas a prevenir y contrarrestar los daños sobrevinientes a esta y otras eventuales pandemias.

En cambio, la opción menos deseable para un país de la periferia consiste en afrontar las turbulencias mediante negociaciones “ad hoc” con otros países y corporaciones transnacionales, esto es, caso por caso y sin contar con el respaldo de aquellos acuerdos intergubernamentales en cuyo marco de reciprocidad extendida pueden llevarse a cabo distintas acciones de complementación y cooperación (overall balance).

La quinta enseñanza indica una declinación del orden multilateral reconfigurado a partir de la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 1995. Librada a sus propias sinergias, la OMC ya no logra encauzar tratativas y conflictos en el sistema económico internacional, siquiera para minimizar los perjuicios ocasionados por la pandemia. Esta orfandad había quedado expuesta, con toda crudeza, desde mucho antes que comenzara a propagarse la enfermedad y sin que se hayan registrado cambios significativos desde entonces. Las relaciones económicas internacionales han desbordado los moldes disciplinarios del multilateralismo, y en su lugar los vínculos tienden a formalizarse a través de los acuerdos intergubernamentales guiados por el criterio de reciprocidad, según se anticipó más arriba. Si bien es probable su progresiva convergencia en el futuro mediato (para dar lugar a un “nuevo” multilateralismo), en todo caso estas normativas bilaterales y plurilaterales, inicialmente dispersas, ya resultan imprescindibles por su progresiva difusión y entrelazamiento.

Pero la inserción en dichas redes compromisorias no es gratuita para los países de la periferia, porque deben superar dos dificultades típicas de su condición. En principio han de estar en condiciones políticas de reconocer prioridades de orden público y sostenerlas consistentemente a medida que progresan en sus concertaciones con la mayor cantidad y variedad de contrapartes. Por otro lado deben disponer de un funcionariado incorruptible y adiestrado para gestionar lo convenido a través del trabajo compartido en comités intergubernamentales destinados a implementar y reajustar cada una de las distintas materias negociadas.

(*) Instituto de Integración Latinoamericana de la Universidad Nacional de La Plata

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