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Noticias mixtas se conjugan en un horizonte incierto

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11 septiembre de 2020

Aunque el 2020 está marcado para entrar en los anales de la Historia como uno de los peores años, no todo lo que ocurre es negativo. Incluso, cuando se habla de la economía de Argentina. Un interesante trabajo de Gustavo Reyes de la Fundación Mediterránea enumera algunos datos y tendencias favorables.

“En el plano internacional, la recuperación relativamente lenta del nivel de actividad ha aplacado las expectativas de inflación y permite esperar que subsista la elevada liquidez. Este hecho, sumado a la reversión del pánico inicial desatado por la pandemia, ha debilitado en los últimos meses el valor del dólar en el mundo y empujado al alza a varios de los precios de commodities relevantes para Argentina”, dice Reyes.

En el terreno estrictamente doméstico, Reyes señala 6 buenas nuevas.

Salida del default. El alto porcentaje de adhesión al canje de la deuda finalmente alcanzado con los bonistas sin duda ha sido una excelente noticia. No sólo permite descomprimir gran parte de los pagos de deuda para los próximos años, también reduce considerablemente la probabilidad de un nuevo episodio de default para dicho período.

Dinámica de los depósitos. A pesar de la delicada situación del sector financiero producto de dos años de recesión y de la inédita caída en el nivel de actividad económica en el segundo trimestre de este año como consecuencia de la pandemia, la evolución de los depósitos en el sistema financiero durante los últimos meses ha sido bastante positiva.

A fines de agosto, el Gobierno Nacional elevó una carta al FMI a efectos de acordar un nuevo programa con el organismo internacional. En el marco de la actual incertidumbre y la baja credibilidad en cuanto al cumplimiento de las promesas realizadas por los distintos equipos económicos a lo largo de la historia de nuestro país, un nuevo acuerdo con el FMI puede ayudar a regenerar la confianza sobre la dinámica en el tiempo de los ajustes necesarios para equilibrar los actuales desbalances macroeconómicos que presenta la Argentina.

Roll-over de la deuda en pesos. En varias de las últimas licitaciones, el gobierno no solamente ha podido refinanciar perfectamente los vencimientos de los bonos en pesos, sino que consiguió montos superiores a los mismos permitiéndole acumular estos excedentes para futuros vencimientos y/o financiar parte de los actuales desequilibrios fiscales, relajando un poco las exigencias del financiamiento monetario del BCRA.

Dinámica fiscal. En los últimos meses, la desaceleración de la gran mayoría de los rubros del gasto público nacional permitió reducir considerablemente el porcentaje de emisión monetaria para financiar al Tesoro respecto del total de la recaudación de impuestos.

Indicadores de inversión. Mirando la mitad llena del vaso, en los últimos meses habrían mejorado algunos indicadores relacionados con el proceso de inversión como la venta de materiales de construcción y la compra de insumos importados de bienes de capital e intermedios. Sin embargo, con una mirada no tan optimista (derivada de observar las actuales presiones cambiarias), también se podría especular que buena parte de esta dinámica es explicada por expectativas de una mayor devaluación del tipo de cambio oficial.

Sin embargo, como ya es obvio, hay tendencias preocupantes que “compiten” contra los positivos y que podrían frenar la incipiente recuperación como, de hecho, ya se está viendo.

Se frenó el rebote de la actividad económica en julio. El paulatino proceso de desconfinamiento experimentado en Argentina durante los últimos meses había permitido un rebote en los indicadores de consumo y de actividad económica. Lamentablemente, según la evolución de diferentes indicadores, este proceso podría haberse frenado a partir del mes de julio.

Señales negativas para inversores. Más allá de la mejora en algunos de los indicadores de inversión señalados, en los últimos meses se ha producido una serie de noticias que afecta negativamente el clima de inversiones. Reyes menciona varios: avance de la denominada reforma judicial sin un importante consenso entre los distintos partidos políticos; profundización de las peleas verbales entre las principales fuerzas políticas del país; usurpación de terrenos públicos y privados; alteración abrupta del esquema de tarifas del sector de telecomunicaciones. Y creciente atraso en los precios relativos de las tarifas de los servicios regulados.

El trabajo suma la proyección de déficit primario para 2021 (es de 4,5% del PIB, “mayor al esperado”) en la lista. “Este hecho, sumado a las bajas expectativas de financiamiento en el mercado de capitales (interno y externo), hace poco probable un escenario de reducción de los niveles de inflación para el próximo año. “La noticia del mayor déficit esperado para el 2021 se produce casi al mismo tiempo del envío del proyecto de aporte solidario y extraordinario, sin la contrapartida de un programa para reducir el elevado gasto público. Este combo es contraindicado frente a la necesidad de disminuir en el mediano plazo la elevada carga tributaria que soporta la economía”, dice Reyes.

Se hace más inestable la dinámica del mercado oficial del tipo de cambio. Los niveles de reservas netas líquidas BCRA (inferior a US$ 5.000 millones, dice Reyes) son muy bajos.

En agosto habría comenzado a acelerarse la tasa de inflación. Si bien las estadísticas oficiales del Indec correspondientes al mes pasado se conocerán recién la semana próxima, el Relevamiento de las Expectativas de Mercado (REM) realizado por el BCRA muestra que se espera una considerable aceleración en la tasa de inflación. Los privados estiman una variación de precios cercana a 2,5%-3%.

“La ambivalencia de las diferentes señales es otro eslabón más de los muchos que alimentan la enorme incertidumbre que pesa sobre nuestra economía”, dice Reyes.

“Si bien el mundo desde el punto de vista estrictamente comercial no parece que vaya a ayudar demasiado, la alta liquidez internacional puede jugar a favor en la evolución de los precios externos de nuestras commodities y de algunas de las economías emergentes relevantes para nuestro país”, señala. Brasil puede ser una de ellas.

“La salida del default es claramente una condición necesaria para empezar a encauzar la economía, pero no suficiente en la medida que no se encarrilen los desequilibrios macroeconómicos (fiscales, monetarios y cambiarios) y se reduzca la actual incertidumbre”, señala y agrega: “A pesar del freno evidenciado en el mes de julio en el rebote de la economía, en la medida en que el desconfinamiento pueda sostenerse, es probable que el segundo semestre resulte bastante mejor que el primero en términos de actividad económica. Sin embargo, y por la misma razón, lo contrario podría suceder con el ritmo inflacionario”.

“Debido a la gran masa de pesos y deuda de cortísimo plazo emitida por el BCRA, el riesgo inflacionario y cambiario es sin duda uno de los grandes desafíos que enfrenta la economía en el corto plazo. Un rápido acuerdo con el FMI que especifique las medidas concretas que se tomarían para encauzar los desequilibrios macroeconómicos, podría ayudar bastante a anclar las expectativas inflacionarias (y devaluatorias) y reducir parte de la incertidumbre económica reinante. En caso de que este eventual acuerdo pueda reflotar parte del financiamiento no desembolsado, el Gobierno contaría con mayor margen para reducir las presiones inflacionarias en 2021. La elevada brecha cambiaria es en gran medida reflejo de la dificultad del BCRA para sostener la actual política cambiaria. En la medida que esta situación no mejore y la brecha se mantenga en niveles altos, es muy difícil que la economía en general y el mercado cambiario en particular puedan funcionar adecuadamente. Teniendo en cuenta los indicadores monetarios y cambiarios, es probable que la autoridad monetaria en el corto plazo modifique alguno de los pilares de su actual política cambiaria”, concluye Reyes.

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