El Economista - 70 años
Versión digital

vie 26 Abr

BUE 16°C

El Presidente crece en la emergencia, pero el desenlace no está escrito

Fernández transita con la esperanza de alumbrar una mística propia que lo eleve por encima de las costuras partidarias de su coalición.

CICIYP
CICIYP
20 abril de 2020

Por Nicolás Solari Director de RTD

Mientras el coronavirus jaquea los medios de producción, hunde los indicadores financieros y confina al 40% de la población mundial a una cuarentena obligatoria, los líderes democráticos del planeta se benefician casi unánimemente de una creciente ola de apoyo popular.

Angela Merkel picó en punta como la dirigente que más rédito político obtuvo de este cisne negro que es la pandemia. La dama de hierro de la política alemana alcanzó este mes una aprobación de 79, concatenando su tercer ascenso consecutivo en la consideración pública. También Giuseppe Conte vio su base de apoyo extenderse hasta el 71% a pesar que Italia atraviesa un infierno de muerte y fosas comunes. En Francia, el denostado Emmanuel Macron ha resurgido en la consideración popular y ahora tiene una aprobación rayana a los 60 puntos. Incluso el renuente Boris Johnson está surfeando la ola del apoyo popular luego de padecer en carne propia el virus y endurecer su estrategia sanitaria.

El fenómeno se extiende a otros países europeos como Dinamarca, Austria y Holanda, y también a naciones americanas. Justin Trudeau, por caso, obtuvo una aprobación de 64% en Canadá, mientras que el uruguayo Luis Alberto Lacalle Pou y el peruano Martín Vizcarra registraron incrementos de alrededor de 20 puntos en su imagen pública. En la Argentina, Alberto Fernández no es ajeno a la ola de empatía popular que abriga a aquellos oficialismos enfrentados con la pandemia. El Mandatario tiene una aprobación superior al 65% a pesar de que el país está a las puertas de un nuevo default.

La excepción a la oleada de apoyo presidencial se circunscribe a los mandatarios que menospreciaron los riesgos del coronavirus. El estadounidense Donald Trump, reacio durante la primera etapa de la pandemia a medidas excepcionales, apenas mantiene su nivel de apoyo de comienzos de año. Peor le fue al polémico Jair Bolsonaro, probablemente el mandatario más castigado por la gestión de la pandemia. Con un encogido apoyo popular, la política brasileña discutesi el presidente está en condiciones de concluir su mandato. Otro “negacionista” de los riesgos del virus fue el mexicano Andrés Manuel López Obrador, cuyos índices de aprobación marchan con tendencia declinante.

Pese a todo, las súbitas oleadas de apoyo popular en contextos excepcionales no son fenómenos infrecuentes ni novedosos. La ciencia política estadunidense los denomina rally “round the flag” (reunirse alrededor de la bandera), y los define como la tendencia a apoyar al presidente frente a la emergencia de una amenaza externa, focalizada e inminente. Los atentados a las Torres Gemelas son un ejemplo meridiano en la Historia de Estados Unidos, mientras que la guerra de Malvinas lo es para británicos y argentinos.

Frente a la amenaza externa, la política se vuelve también menos partidista. Los debates ideológicos se extinguen devorados por la gestión de la crisis, que indefectiblemente borra del radar a los partidos de la oposición. La misma lógica de la emergencia retroalimenta la dinámica de gobiernos populares y oposiciones invisibles, lo que se traduce en menor deliberación y mayor discrecionalidad. Estos efectos no son permanentes y duran lo que se extiende la crisis. Es esa la razón por la que los regímenes autoritarios buscan extender indefinidamente los estados de excepción, denunciando conspiraciones y complots. Por el contrario, en sociedades democráticas, el fin de la crisis señala el regreso de la política, el resurgimiento de la crítica y el fin de la carta blanca para los oficialismos. Por supuesto, que la gestión de la emergencia deja huella, fortaleciendo a quienes obraron prudentemente y sancionando a los improvisados.

Fernández transita esa senda de final incierto con la esperanza de alumbrar una mística propia que lo eleve por encima de las costuras partidarias de su coalición, pero del otro lado está el precipicio que amenaza engullirlo cuando apenas ensaya sus primeros pasos de Gobierno.

En esta nota

Seguí leyendo

Enterate primero

Economía + las noticias de Argentina y del mundo en tu correo

Indica tus temas de interés