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Autos y camiones en tiempos de cuarentena

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21 abril de 2020

Por Natale Rigano Miembro del Consejo Asesor de LLYC Argentina (*)

En estos días hemos escuchado mucho al respecto de lo “letal” que puede ser el coronavirus en aquellos pacientes que tienen una historia clínica con debilidades preexistentes debido a otras patologías y enfermedades.

La industria de autos y camiones también tiene su propia historia clínica. El sector automotor se encontraba, no solo en Argentina, en una crisis profunda y debilitada debido a un cambio radical de los paradigmas técnicos, tecnológicos y geopolíticos.

Según Adefa, entre 2013 y 2019, la producción de la industria nacional cayó más del 60% en autos y camiones. Pasaron de las 828.771 a las 314.787 unidades. El primer trimestre del 2020 ya acumuló una disminución del 14% (de 76.692 a 65.980) comparado con el mismo periodo del 2019, y obviamente se espera una dura caída en abril producto de la cuarentena.

La industria, ya de por sí venía atravesando nuevos costos, producto de los cambios antes mencionados. Por un lado, la evolución tecnológica del EURO6 por las reducciones de los gases contaminantes NOx (óxido de azoto) y de CO2.

Por otro, la -todavía más costosa- transición eléctrica. La UE, por ejemplo, viene impulsado el “European Green Deal” en el Viejo Continente. Una transición que está pasando por un gradual proceso de adaptación de los modelos tradicionales a nuevas plataformas, que necesitan alta inversión en R&D para adecuarse a la nueva normativa (y demanda de mercado) de autos y camiones híbridos, o totalmente eléctricos. Por eso decimos que el impacto del Covid-19 y la respectiva cuarentena obligatoria en casos como el nuestro, están debilitando todavía más un sector en plena transformación y en profunda crisis.

¿Hay recuperación? Se prevé que la recuperación será muy lenta, con consecuencias económicas difíciles de cuantificar. Lo que es f6uertemente probable es la proliferación de acuerdos de colaboración técnica, entre marcas globales, para compartir costos de desarrollo de nuevas tecnologías cada vez más caras, y de componentes y partes de auto/camión para ser utilizados recíprocamente.

Otro fenómeno probable será una aceleración del proceso de consolidación y fusión, a nivel mundial, entre las grandes marcas de las industrias de autos y camiones y de los productores de sus componentes.

A esta fuerte crisis industrial del sector automotor, a nivel mundial, se le suma una crisis, en algunos, casos más severa: el sector de la distribución y de las redes de los concesionarios de autos y camiones. Los costos de gestión de los concesionarios crecieron mucho en la última década en nuestro país y ya son muy altos en época “normal”, sobre todo, en áreas metropolitanas y rurales.

En este punto, el Estado vuelve a tomar un rol protagónico. O debería tenerlo. Entre otras cosas, para evitar despidos de personal especializado, con un proceso de formación y entrenamiento largo y costoso; quiebras seriales; y reducción de puntos de ventas y post venta, asistencia técnica y distribución de repuestos en áreas a baja densidad de habitantes, pero de alta importancia estratégica: agro, minería, Oil & Gas. Debería, así, velar por un rol de conciliador y coordinador de nuevas políticas públicas sectoriales.

La cuarentena de estos días nos está dando la percepción y la imagen palpable de un país con ciudades sin gente y sin autos en las calles (ver gráfico). A veces, atractivas y románticas bajo algún punto de vista, pero, que significan también la caída casi total de las ventas y de los servicios de autos y camiones, motores fundamentales en la economía del país y esenciales, por el transporte de medicamentos, comida, material sanitario y médico. Sobre todo cuando el país no tiene desarrollado otros canales de distribución como sí lo tienen otros países.

Es fundamental empezar, desde ahora, a estudiar un camino para la reactivación y el tipo de incentivos que se pueden dar a un sector estratégico y de gran tradición en Argentina, que genera empleo y contribución fiscal al Estado. Las medidas pueden ser de lo más simples, como los incentivos a la compra de autos/ camiones nuevos menos contaminante, en línea con una necesidad mundial de reducción de CO2; o apuntar a algo más estructurado, como la revisión impositiva (hoy las más alta en América Latina), a nivel nacional y regional.

Se podría también implementar una forma simplificada, respecto al pasado, de renovación del parque circulante, que tendría también -aparte del incentivo a la compra- el beneficio de sacar de la calle autos y camiones viejos de decenas de años, con altísimo kilometraje, muy contaminante, casi siempre en mal estado y muchas veces son causa de accidentes en las rutas.

Ideas sobran, pero lo que falte, quizás, es tiempo. Y voluntad de las partes: sector público y privado, para ponerse de acuerdo. Quizás el Covid-19 ofrezca esa oportunidad de una vez por todas, incluyendo a países socios en este sector, como Brasil.

(*) Además, fue Presidente de Iveco y CNH Industrial y CEO de Pirelli

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