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La guerra de los titanes petroleros por la supremacía aumenta la incertidumbre

¿Y por qué el pánico? Después de todo, el petróleo está mucho más barato, lo que debería actuar como bálsamo para la economía internacional, incluso compensando la presión recesiva...

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Pablo Maas 11 marzo de 2020

Por Pablo Maas

Los mercados financieros no habían tenido desde la Gran Recesión de 2008/2009 una caída tan brutal como la que experimentaron el lunes negro del 9 de marzo. Las bolsas mundiales ya venían sacudidas por la epidemia del coronavirus. Pero el pánico vendedor se desató tras conocerse la noticia de que el viernes 6 habían fracasado las negociaciones entre Arabia Saudita y Rusia, segundo y tercer mayor productor mundial respectivamente, para acordar reducciones en la oferta mundial de petróleo. En un cambio súbito de táctica, los sauditas anunciaron descuentos de precios para sus clientes y un aumento en la producción a partir de abril. En suma, desataron una guerra de precios con su antiguo socio.

El choque de titanes provocó un desplome del 25% en los precios del crudo el lunes, seguido de una recuperación parcial el martes. Pero si se compara con el comienzo del año, los precios están 40% abajo.

¿Y por qué el pánico? Después de todo, el petróleo está ahora mucho más barato que antes, lo que debería actuar como un bálsamo para la economía internacional, incluso compensando la presión recesiva de la epidemia del coronavirus. Los shocks petroleros del pasado, como en las décadas de 1970 y 1990, incluyeron fuertes aumentos de precios, no rebajas. Las recesiones se desataron a causa de las transferencias de ingresos de los países importadores, principalmente Estados Unidos y Europa, hacia los países productores en Medio Oriente. Los países consumidores/importadores de petróleo se veían forzados a reducir el gasto, mientras que los productores/exportadores aumentaban su ahorro. El efecto neto era una caída en la demanda agregada mundial.

El choque de titanes entre Arabia Saudita y Rusia provocó un desplome del 25% en los precios del crudo el lunes, seguido de una recuperación parcial el martes. Pero si se compara con el comienzo del año, los precios están 40% abajo.

Ahora, sin embargo, las condiciones han cambiado. Las economías de los países ricos, observa The Economist, son menos dependientes del petróleo que antes, en el sentido de que se necesita mucho menos crudo para producir un dólar de producto que antes. En segundo lugar, Estados Unidos no solo ya no depende del petróleo importado, sino que se ha transformado en el primer productor mundial, gracias a la revolución del shale oil de la última década. Más de dos tercios de los 11 millones de barriles diarios que produce Estados Unidos provienen del petróleo no convencional, obtenido por la fractura de rocas y otras técnicas.

Pero el petróleo estadounidense es también el más caro de extraer y según algunos analistas, la movida de los rusos de negarse a acordar con los sauditas y hacer bajar los precios responde principalmente a su deseo de eliminar a un competidor y ganar participación de mercado en el mediano plazo. De hecho, las empresas estadounidenses que producen petróleo no convencional son numerosas y relativamente pequeñas. Están además muy endeudadas y una caída persistente en los precios durante este año podría fácilmente llevar a quiebras masivas. Este es un impacto recesivo que los mercados financieros están considerando en estos días en que las cotizaciones parecen moverse al ritmo de una montaña rusa.

Y se trata de una montaña “rusa”, literalmente, porque Rusia ha hecho grandes esfuerzos en la última década para aumentar su producción y volver a ser la gran potencia petrolera en que se había convertido la Unión Soviética. David Fickling, un experto en energía que escribe para Bloomberg, ha recordado que mucho de lo que se está jugando en estos días es una vieja rivalidad de medio siglo entre Rusia y Arabia Saudita por la supremacía en el mercado petrolero mundial. En setiembre de 1985, el jeque saudita y legendario estratega petrolero Ahmed Zaki Yamani, tomó la decisión de inundar el mercado, lo que hizo colapsar los precios y privó a la URSS de US$ 20.000 millones anuales, uno de los principales golpes que recibió su economía y que eventualmente condujo al colapso de su régimen socialista. Privada de sus yacimientos en las nuevas repúblicas independientes en el Cáucaso y Asia Central, Rusia consiguió recién en 2007 recuperar una producción petrolera superior a los 10 millones de barriles, en pie de igualdad con Arabia Saudita.

Las conmociones financieras y la aguda incertidumbre económica que se ha apoderado de la economía mundial muestran hasta qué punto el petróleo sigue siendo un elemento decisivo en la geopolítica de las grandes potencias. El precio del viejo y contaminante crudo sigue siendo una variable fundamental que puede elevar una economía al auge o arrojarla a la recesión. La Argentina, con Vaca Muerta, es un buen ejemplo. Hasta que no se asiente el polvo y se alcance una tregua en la guerra de los titanes petroleros, continuará la incertidumbre sobre el que posiblemente sea el precio más decisivo para la marcha de la economía internacional.

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