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¿Qué pasará con los precios y la actividad?

No parece haber grandes expectativas de “lluvia de capitales”, y en caso de haberla, no se espera una gran reactivación de la actividad económica ni de la creación de vacantes laborales en 2016 ni 2017.

Héctor Rubini 07 julio de 2016

por Héctor Rubini (*)

El BCRA ha relanzado el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), que permite seguir las proyecciones de variables macroeconómicas de consultoras locales, analistas e instituciones financieras del exterior, y bancos privados y públicos locales.

A los números

El relevamiento realizado entre el 28 y el 30 de junio muestra que para el segundo semestre de 2016 la expectativa prevaleciente es de un descenso de la inflación (IPC del INDEC para el aglomerado Gran Buenos Aires) hasta un “piso” de 1,5% mensual, promedio de las proyecciones, para noviembre, seguido de un aumento leve a 1,6% en diciembre. El pronóstico promedio de las 46 proyecciones relevadas arroja para todo 2016 una expectativa de inflación de 40,2%, muy lejos del pronóstico oficial de 25% y, luego, una fuerte baja a 19,4% en 2017. Como el promedio de proyecciones de inflación acumulada en el segundo semestre de este año es de 11,2%, y para los próximos doce meses la expectativa promedio es de 22,5%, la inflación esperada implícita para el primer semestre de 2017 es de 10,2%. Dada una inflación promedio esperada en 2017 de 19,4%, quiere decir entonces que la expectativa para el segundo semestre de 2017 es de una inflación acumulada de 8,4%. Por lo tanto, el promedio de las proyecciones de los analistas consultados es de una inflación mensual de 1,8% para el segundo semestre de 2016, 1,7% para el primer semestre de 2017, y 1,4% para el segundo semestre del año próximo.

En cuanto a la política monetaria se espera una baja gradual, no agresiva, de las tasas de las Lebac, al 25,3% en diciembre próximo, con una expectativa promedio de 19,3% para 2017. La cotización del dólar se espera en promedio que aumente levemente en lo que resta del año a $16,2. Dado que la cotización promedio de junio pasado fue de $14,1, significa que el mercado espera una suba del tipo de cambio de 14,6% para lo que resta del año, de modo que superaría en apenas 3,4 puntos porcentuales la suba esperada del tipo de cambio. Para los próximos doce meses la proyección promedio es de una suba del dólar de 17,6%, inferior a la inflación esperada de 22,5%, y para todo 2017 una suba de 18,7%, inferior también a la expectativa de una suba del tipo de cambio de 19,4%. O sea, fuera del Gobierno no se espera una mejora del tipo de cambio real para el próximo año y medio.

Respecto de la actividad económica, el promedio de la respuesta arroja una expectativa de destrucción de PIB de 1,3% en 2016 y un rebote esperado en 2017 de 3,2%. Siendo un año electoral, y con expectativas de atraso cambiario, esto indica que se espera una recuperación del crecimiento positivo por impulso del mercado interno, y no de las exportaciones. Esto es coherente con la expectativa promedio de una reducción mínima en el déficit fiscal primario de $ 345.200 millones en 2016 y $343.300 millones en 2017. A diferencia de los pronósticos para 2016, varios analistas estimaron para 2017 un déficit primario superior a los $ 400.000 millones.

Las lecturas

Esto refleja, por un lado, la percepción de que no habrá efectivo control de la inflación ni reactivación económica al menos hasta el año que viene. No se espera ajuste fiscal alguno, ni tampoco un desborde exuberante de populismo electoralista. Tampoco una reactivación significativa de la demanda externa, ni una mejora del tipo de cambio real. Por consiguiente, el éxito en revertir de manera contundente la estanflación del primer semestre de este año dependerá de reformas y cambios de política no anticipados desde fuera del Gobierno.

Estos pronósticos reflejan cierta confianza general en que el actual rumbo no conducirá a ningún escenario de crisis, y de que el Gobierno no incurrirá en sobreactuaciones para rectificar algunas de las políticas en curso.

Es claro que en la opinión mayoritaria no se prevé una repetición del tarifazo de este año, lo cual puede asociarse al hecho de que 2017 es un año electoral. Tampoco se espera ningún “salariazo” ni una liberación total de una suerte de espiral o carrera precios-salarios. Por el contrario, refleja una confianza mayoritaria en que el Gobierno priorizará en 2017 el logro de una tasa de inflación inferior a la de este año.

Por el lado de la actividad, en cambio, aun cuando el rebote esperado luzca algo exagerado, las expectativas de mercado no son muy auspiciosas. El descenso de la inflación, junto a cierto atraso del tipo de cambio real, no son incoherentes con el mínimo rebote esperado del nivel de actividad. Caer 1,3% este año y crecer 3,2% en 2017 significa que a fin de 2017 el nivel del PIB superará al de principios de este año en apenas 1,8%.

Siendo esto en términos de promedio de las expectativas de quienes respondieron al relevamiento del BCRA, esto refleja una lectura coherente con algunas advertencias que venimos formulando en las últimas semanas: no parecen haber grandes expectativas de “lluvia de capitales”, y en caso de haberla, no se espera una gran reactivación ni de la actividad económica ni de la creación de vacantes laborales. Como es de esperar en un año electoral, el oficialismo, cualquiera sea, enfrenta tentaciones irresistibles para incrementar el gasto público, sobre todo si tiene acceso relativamente fácil al financiamiento interno y externo.

De todas formas, el relevamiento le muestra al BCRA que a fin de junio desde fuera del Gobierno prevalecía un estado de expectativas de mínima recuperación de la demanda de bienes y de dinero. Sin recuperación de la economía internacional, ni aumento de las tasas de crecimiento económico de nuestros principales socios comerciales, no se esperan cambios sustanciales del actual escenario de estanflación.

No se trata, por lo tanto, de una percepción de unos pocos aguafiestas. Es el reflejo que la información disponible de la realidad y de la gestión de la actual administración no permite vislumbrar, hasta ahora, medidas de política que permitan revertir la compleja herencia recibida y ubicar rápidamente a la economía argentina en un sendero opuesto al de la Administración anterior. Esto es, pasar del populismo cortoplacista a un sendero de crecimiento económico sostenible, con estabilidad de precios, tipo de cambio real alto y competitivo y solvencia fiscal. Si ello ocurrirá o no dependerá de las iniciativas de las actuales autoridades, especialmente en el crucial segundo semestre de este año.

(*) Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas de la USAL

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