El Economista - 73 años
Versión digital

lun 16 Sep

BUE 24°C

Un dilema ucraniano

Es evidente que el conflicto en Ucrania persistirá por muchos años: una solución a corto plazo parece no vislumbrarse dado el contexto actual

Un dilema ucraniano
Un dilema ucraniano .
Manuel Ignacio Carreras 08 diciembre de 2021

El 5 de marzo de 1946, el por ese entonces ex Primer Ministro del Reino Unido, Winston Churchill, proclamó uno de sus discursos más célebres de su carrera política al describir el surgimiento de una "cortina de hierro" que dividía a Europa. 

Un concepto utilizado para explicar las distancias entre la parte occidental y oriental de Europa, marcando el comienzo de una era de un mundo bipolar, en donde las diferencias ideológicas serían notorias, un cambio de paradigma a nivel internacional.

Europa, durante toda la Guerra Fría, se encontró dividida, con sistemas económicos opuestos, con un rol del Estado distinto y hasta una misma ciudad separada por un muro como fue el caso de Berlín.

Una vez que la Unión Soviética se desintegra a comienzo de los años '90, su territorio se vio disminuido como así también zonas estratégicas donde poseían plantas nucleares, bases militares e industrias siderúrgicas y metalúrgicas. Tanto Letonia, Estonia, Lituania, Moldavia, Bielorrusia, Georgia, Armenia, Azerbaiyán, Kazajistán, Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán, Kirguistán y Ucrania, dejaron de pertenecer a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Todas estas pérdidas impactaron en la economía rusa ya que algunos países tenían asignadas industrias determinadas debido a su economía planificada, cuando comenzaron los planes quinquenales de Josep Stalin. Así fue el caso de Uzbekistán que casi en exclusiva se dedicaba a la industria del algodón, entre otros casos.

Una Rusia reducida en sus capacidades, disminuyó la amenaza que significaba para Estados Unidos y la Unión Europea. Sin embargo, los países más próximos a Rusia geográficamente, especialmente aquellos ubicados en el continente europeo, eran de vital importancia para Moscú. Ya que, desde la creación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte en 1949 (una alianza militar comandada por Estados Unidos, con la presencia de las principales potencias europeas), el Kremlin sintió una amenaza latente para sus intereses geopolíticos que la OTAN se expanda por sus países satélite. Y así sucedió.

En 2004, tres países ex miembros de la Unión Soviética se unieron no solamente a la OTAN, sino que también lo hicieron a la Unión Europea, como fueron los casos de Letonia, Estonia y Lituania, lo que significó un duro golpe a la geopolítica rusa.

Más allá de la pérdida de estas tres pequeñas naciones, los otros tres países europeos (Moldavia, Bielorrusia y Ucrania) no se adhirieron a la OTAN en los años siguientes. Si bien existieron intentos de hacerlo: en 2008, Ucrania comenzó su proceso de adhesión sin éxito. Aunque diez años más tarde la OTAN reconoció a Ucrania como un país aspirante para ser miembro.

Los casos de Bielorrusia y Moldavia son diferentes. En Bielorrusia, bajo el mando de Alexsandar Lukashenko, su lealtad a Rusia es insoslayable. A pesar de tener algunas diferencias con el presidente ruso Vladimir Putin, jamás estuvo cerca de ingresar en la OTAN. Moldavia es otro caso seguro para Moscú: nunca estuvo en discusión un posible ingreso al organismo de Europa occidental. Prueba de ello es que ambos, tanto Bielorrusia como Moldavia, forman parte de la Comunidad de Estados Independientes, una organización supranacional de carácter económico y militar entre las naciones que fueron parte de la URSS.

Ucrania aparece como un país que si bien no adhirió a la OTAN -como los tres países del Báltico- tampoco fue totalmente leal a Rusia como Moldavia y Bielorrusia, por lo que lo convierte en un caso de disputa entre las dos Europas que ya no se diferencian por un modelo económico sino por estar alineadas con Rusia o con la Unión Europea y Estados Unidos a través de la OTAN.

Cabe aclarar que Ucrania, junto con Bielorrusia, Rusia y las Repúblicas Transcaucásicas (Azerbaiyán, Armenia y Georgia), fueron los miembros fundadores de la URSS en 1922, por lo que Ucrania representa un bastión histórico para los rusos. A partir de ese entonces, el rol de Ucrania en el armado político y militar fue clave para los soviéticos.

Además de la relevancia estratégica que posee Ucrania en el este de Europa (así lo demostró Rusia en la anexión de Crimea en 2014 para obtener acceso a la base de Sebastopol y al Mar Negro), existe un motivo demográfico por el cual Rusia busca que Ucrania se mantenga próximo a sus intereses: en Ucrania, 17% de la población es de origen ruso y el idioma ruso es utilizado en muchas ciudades, sobre todo en el este del país. Además cuenta con dos repúblicas separatistas (Lugansk y Donetsk) que luchan por independizarse de Ucrania desde 2014.

La situación en Ucrania plantea diferentes actores y fines disímiles. Volodímir Zelenski, el presidente de Ucrania, advirtió de un posible intento de golpe de Estado por parte de Rusia en su territorio. Rusia alega que el aumento de tropas en la frontera solamente se trata de ejercicios militares rutinarios. El presidente Putin afirmó recientemente que Ucrania, Bielorrusia y Rusia son parte de un mismo conglomerado histórico, advirtiendo a la OTAN que no debe traspasar “las líneas rojas” establecidas. 

El Gobierno de Estados Unidos acusa a Rusia de no cumplir con los tratados de Minsk, firmados en 2015 con el objeto de detener el conflicto en curso entre los separatistas prorrusos y la administración de Kiev. 

El Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, remarcó que Rusia pagaría un alto precio por involucrarse en Ucrania. Por otra parte, Alemania no quiere entrar en un conflicto diplomático con Rusia debido a su dependencia energética del gas ruso, sobre todo luego de la colosal obra de infraestructura como lo es el Nord Stream 2, que conecta ambos países a través del Mar Báltico. 

Para la Federación Rusa, Europa del este es fundamental. Su política exterior en este continente siempre giró en no perder influencia política ni militar. Un caso clave fue Kaliningrado, una región que es parte de Rusia que limita con Polonia y Lituania. El objetivo fue lograr tener acceso a un área del Mar Báltico en donde las aguas no se congelen y la actividad comercial y militar no se vieran afectadas en determinadas partes del año. Sumado a sus aliados Moldavia y Bielorrusia, desde el Kremlin, mantener a Ucrania lejos de la OTAN es primordial.

Para la Federación Rusa, Europa del este es fundamental. Su política exterior en este continente siempre giró en no perder influencia política ni militar

Esta semana, el presidente Putin y el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, mantuvieron un encuentro virtual de dos horas, donde Ucrania fue el eje de la discusión. Biden le señaló a Putin que Estados Unidos y sus aliados "responderían con fuertes medidas económicas y de otro tipo ante la eventualidad de una escalada militar”.

Biden le señaló a Putin que Estados Unidos y sus aliados "responderían con fuertes medidas económicas y de otro tipo ante la eventualidad de una escalada militar”

Por su parte,  Putin enfatizó que la responsabilidad sobre la situación en Ucrania "no debe recaer sobre los hombros de Rusia, ya que es la OTAN la que está haciendo peligrosos intentos de conquistar el territorio ucraniano y estáacumulando su potencial militar en nuestras fronteras". 

Es evidente que el conflicto en Ucrania persistirá por muchos años. Al tiempo que una solución a corto plazo parece no vislumbrarse dado el contexto actual y sobre todo las discrepancias entre los intereses de los grandes actores a nivel global. Así lo afirma el exembajador Mariano Caucino: “Los conflictos geopolíticos tienen una tendencia inercial a mantenerse en el tiempo y los estadistas solo pueden maniobrar para morigerar sus efectos”.

Seguí leyendo

Enterate primero

Economía + las noticias de Argentina y del mundo en tu correo

Indica tus temas de interés