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La salud económica de Estados Unidos, bajo la lupa

La economía se encuentra en el camino correcto y sin grandes desafíos de corto plazo. Por lo tanto, las acciones deberían seguir subiendo.

12 octubre de 2016

por Gustavo Neffa (*)

El reciente repunte del dólar a sus máximos del mes de marzo no es el reflejo de la salud de la economía norteamericana. De hecho, las estimaciones a comienzo de año superaban ampliamente el 2% y hoy se deben conformar con un consenso de apenas el 1,3%. Es más: Barack Obama quedará como el presidente que en ocho años consecutivos no tuvo un crecimiento por encima del 3%.

Otros dirán que el crecimiento es bajo pero estable, en una etapa de crecimiento ininterrumpido de seis años, que posiblemente se extienda unos años más sin una recesión de por medio. Las probabilidades son de apenas el 20% en los próximos doce meses. Y ese es un logro que hasta desafía la teoría de los ciclos económicos, que marca que en algún momento toda economía debe dar lugar a una recesión, para luego oxigenarse y retomar impulso.

También podemos echarle la culpa de tan poco crecimiento en años recientes a la caída de las commodities y de los problemas del sector petrolero, allí donde tantas oportunidades se generaron en torno al shale oil, que hoy no es rentable a estos precios. Eso repercutió directamente en las ganancias de las compañías de un sector tradicionalmente muy rentable.

A modo ilustrativo, ayer se inició una nueva temporada de resultados del tercer trimestre de las compañías que componen el S&P 500, siendo la primera firma en reportar Alcoa, con ganancias inferiores a las esperadas por el mercado. En su conjunto, las firmas que componen el índice presentarían una caída en sus ganancias de 1,6% interanual en el tercer trimestre que acaba de concluir, el sexto trimestre consecutivo de caídas, en gran parte debido a la caída de energía (extracción de petróleo y gas, así como equipamiento y servicios petroleros), y al resto de las commodities. Excluyendo a ese sector, los beneficios habrían reportado un crecimiento del 1,6% interanual.

Si alguien piensa que la caída de las materias primas golpea únicamente a los países emergentes, se equivoca. Basta con ver cómo se devaluaron monedas como la corona noruega, el dólar canadiense o el dólar australiano, tres monedas atadas directamente al ciclo de las commodities. Sí es cierto que dichas economías poseen instituciones más fuertes y mejores fundamentals a la hora de recibir el impacto y permiten amortiguar el impacto y recuperarse más rápidamente.

El fortalecimiento del dólar se encuentra entre las principales preocupaciones por parte de los empresarios según Factset, así como la incertidumbre por la contienda presidencial en EE.UU. y los efectos del Brexit.

Entrando en el último trimestre del año, el foco se encuentra en la probabilidad de una suba de tasas de referencia en EE.UU. Todos los cañones apuntan a diciembre con una probabilidad de 66% una vez superara la contienda electoral, un proceso en el que se vio una batalla tan mediocre entre dos aspirantes que no generan ni simpatía ni confianza en lo que vendrá, y en el que veremos por primera vez votar a los norteamericanos entre el menos malo. De más está decir que esto último no suma sino resta en la confianza de los agentes económicos.

La próxima suba de tasas está largamente descontada, aunque su sendero de mediano plazo es una incógnita. Pero EE.UU. se puede dar el lujo de hacerlo porque está mejor que el resto: su sector laboral da muestras todavía de buena salud, una creación de empleos envidiable a la hora de compararse con Europa o Japón, sumisos en la tarea de seguir fogoneando sus economías sobre la base de la impresión de dinero sin respaldo con tal de no volver a caer en la deflación.

También su sector de servicios presenta buenas perspectivas, pero no tanto su sector manufacturero, en parte golpeado por un dólar fuerte y poco competitivo a la hora de exportar o de generar ingresos en el exterior en moneda dura para sus empresas. Pero EE.UU. es una economía de servicios y prácticamente todos los empleos que se crean se dan allí. Dicha evolución alimenta una suba en el salario promedio por hora trabajada y una inflación núcleo que, si bien se encuentra por debajo del objetivo de la Fed del 2%, justifica en parte el movimiento contractivo por parte de la autoridad monetaria.

La suba de tasas modifica el escenario para los emergentes y Argentina recibirá cierto impacto. Pero este proceso se demoró mucho en darse este año y forma parte de la normalización que muchos le piden a la Fed para imponer ciertas medidas de normalización en las valuaciones de las acciones de las empresas y del sector inmobiliario, activos que se encuentran (según algunas medidas) sobrevaluados. La economía se encuentra en el camino correcto o, al menos, sin grandes desafíos de corto plazo. Por eso en ese escenario las acciones deberían seguir subiendo: el múltiplo precio-a-ganancias doce meses forward del índice S&P 500 aún se encuentra por encima del promedio de diez años, pero es mucho más bajo que si tomáramos los últimos doce meses.

(*) Socio y director de Research for Traders (RfT) @gneffa

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