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Francia y una elección presidencial incierta

Macron y Le Pen van a la cabeza, y Mélenchon en un claro tercer lugar. Zemmour y Pécresse pelean el cuarto.

Emmanuel Macron y Marine Le Pen en el último debate.
Emmanuel Macron y Marine Le Pen en el último debate.
08 abril de 2022

Francia se enfrenta este domingo a un nuevo ciclo electoral, que a simple vista parece similar al de 2017: aunque no se puede pronosticar, hay altas probabilidades que la segunda vuelta presidencial otra vez sea con las boletas de Emmanuel Macron y Marine Le Pen.  

Sin embargo, esta elección presenta dos particularidades: se enfrenta a una nueva regularidad, que podría ser la punta de lanza para que observemos un cambio en un histórico sistema de partidos europeo y por otra parte, que la agenda de campaña, en lugar de versar sobre cuestiones internas -como es lo habitual-, ha tenido a la política exterior, y al rol del país en el conflicto Rusia-Ucrania como eje.

Macron, de manos de su propio partido (“La République en Marche”, centrista) y otros aliados con los que conserva la mayoría parlamentaria, buscará la reelección.

De la vereda de enfrente tendrá a tres tipos de candidatos. Por un lado, el contingente de candidatos de derecha y ultraderecha: Le Pen, líder de la histórica fuerza de derecha (hoy llamada “Agrupación Nacional”), el periodista y comentarista político Eric Zemmour, y el diputado Nicolas Dupont-Aignan.

Con matices, estas fuerzas políticas enarbolan posiciones euroescépticas y nacionalistas, que en casos como el de Zemmour pueden llegar a polémicas que invaden algunos puntos clave de la política francesa actual (como es el multiculturalismo y las diferencias étnicas).

Por izquierda, Jean-Luc Mélenchon, de “La France Insoumise”, y también candidato en 2017, representa la opción más viable en términos de votos, y también presentan candidatos -con menor nivel de apoyo-, el Partido Comunista, y otras dos fuerzas menores.

Por último, los partidos tradicionales: Los Republicanos (partido al que perteneciera el expresidente Nicolás Sarkozy) impulsa a la presidenta de la región parisina, Valérie Pécresse y el Partido Socialista, a la alcaldesa de París, Anne Hidalgo. Por último, el panorama lo completan los ecologistas-verdes, postulando a Yannick Jadot.

Este listado de candidaturas, nos da cuenta en realidad de una elevada fragmentación y dificultades de todos los sectores políticos para confluir en coaliciones o candidaturas viables. Tanto en los sectores de derecha, como de izquierda, emergen varios candidatos disputando el mismo electorado.

Esto, aparte de dificultar el trabajo de encuestadores y analistas, da cuenta de un fenómeno particular: es la primera elección desde 2002 en la que, prácticamente, cualquier candidato puede alzarse con el primer premio buscado, que es pasar a la segunda vuelta.

Sin embargo, las encuestas, sobre los últimos tramos han sido marcadas: Macron y Le Pen, a la cabeza; Mélenchon en un claro tercer lugar -incluso peleando el segundo lugar-; Zemmour y Pécresse peleando el cuarto lugar. El ecologista Jadot por debajo, y la socialista Hidalgo lidiando con la virtual extinción de su partido.

La fragmentación elevada, por otra parte, muestra la dificultad de los distintos sectores políticos para poder sostener eventualmente un esquema de gobernabilidad. Aquí es donde la segunda particularidad antes mencionada entra en el análisis: los partidos políticos tradicionales estarían enfrentándose a los peores resultados de su historia. Hace cinco años, el Partido Socialista estaba en la presidencia, y Los Republicanos, peleaban por su pase a la segunda vuelta. Hoy, el primero se acerca a un magro 2%, y el último, fue perdiendo vigor y presencia a lo largo de la campaña.

¿Quiénes ocupan su lugar? Las fuerzas emergentes hace cinco años: el “macronismo”, con despliegue territorial en toda Francia; las distintas fuerzas de derecha (particularmente, la Agrupación Nacional) y Mélenchon ocupando el espacio a la izquierda.

El proceso de este domingo, y la continuidad que se da con las elecciones legislativas en junio, podrían dar cuenta de la consolidación de una transformación del sistema partidario en el país galo, donde los partidos tradicionales se ven reemplazados por fuerzas menos estructuradas y con líderes claros, que resultan atractivos para el electorado.

Adicionalmente, la incertidumbre respecto a la participación electoral aumenta la confusión del escenario: se espera una baja real en la participación, y se presume, que el grueso de estos votantes, habrían votado anteriormente a Macron. De tal modo, se espera que las candidaturas alternativas se vean fortalecidas en términos relativos, haciendo que el apoyo a Macron disminuya.

Por último, la campaña, en su tramo final, ha consistido en una campaña donde el presidente Macron obtuvo una inesperada centralidad. Prácticamente todas las fuerzas políticas y todos los candidatos se han tenido que definir en función de su relación con quién hoy ocupa el Palacio del Eliseo.

¿Qué le ha aportado semejante centralidad? La guerra. Macron es, hoy por hoy, el único de los candidatos que cuenta con experiencia de gestión en el escenario internacional.

El conflicto entre Rusia y Ucrania, y la aparición de dudas en el escenario económico derivadas de ello, han permitido que Macron despliegue sus habilidades tanto en el escenario internacional, como también la chance de mostrar proactividad a nivel doméstico.

De forma adicional, es el único de los candidatos que lideran las encuestas, que presenta una posición europeísta marcada (en contraposición con Le Pen y Mélenchon, que por derecha e izquierda han tenido que matizar su euroescepticismo). Este escenario, si bien pone a Macron al frente de las expectativas, abre la puerta a que una segunda vuelta que lo tenga como candidato pueda permitir que su contrincante tenga argumentos para salir a buscar votos por izquierda y por derecha, y desde allí, vuelva a tener preeminencia la política doméstica, y la elección se convierta en realmente competitiva.

En síntesis, la elección de este domingo en Francia nos responderá varios interrogantes. ¿Llegará la consolidación de un nuevo sistema de partidos, más débil, pero con liderazgos más claros? ¿La consolidación de una candidatura alternativa a la de Macron permitirá que la elección sea más competitiva? ¿Jugará el conflicto ruso-ucraniano un rol trascendente en el comportamiento electoral? Y por último, pensando en perspectivas de futuro, ¿se abrirá la puerta a un triunfo de la derecha, por primera vez en la historia reciente francesa? Para dar respuesta a estas preguntas, será necesario ver el resultado de las elecciones de este domingo, barajar y dar de vuelta para la segunda vuelta del 24 de abril.

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