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En la pelea con China, EE.UU. lanza la mayor política industrial de su historia

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Pablo Maas 09 junio de 2021

Por Pablo Maas

¿Se acuerdan del “acero o caramelos”? La frase la había acuñado Alejandro Estrada, secretario de Comercio de José A. Martínez de Hoz durante la última dictadura militar. Quería decir que para el Gobierno era indiferente lo que se producía, porque la decisión, en última instancia, la tomaba el mercado. Para el credo neoliberal, que el Estado elija ganadores y perdedores es anatema y la “política industrial”, un pecado imperdonable.

El recuerdo viene a cuento de que Estados Unidos, la primera potencia capitalista global, está a punto de aprobar el mayor programa de política industrial en toda su historia para contrarrestar el avance chino y asegurar su supremacía manufacturera y tecnológica. Es una prioridad estratégica nacional en la que republicanos y demócratas están de acuerdo en que para combatir al capitalismo de estado chino, el mercado no alcanza, hace falta la ayuda del Tío Sam.

Desde que asumió el poder el 20 de enero pasado, la administración del demócrata Joe Biden lanzó una catarata de iniciativas destinadas a revertir buena parte de las políticas de su antecesor republicano. Pero los demócratas están de acuerdo en convalidar la política de Donald Trump hacia China, un enfrentamiento que escaló durante su presidencia hasta desatar una verdadera guerra comercial. Con la ley de estímulo industrial y tecnológico que se apresta a aprobar, llamada “Innovation and Competition Act of 2021”, Washington sube la apuesta y busca asegurar su liderazgo en la carrera por la hegemonía global con una inversión que se estima en US$ 250.000 millones.

La ley incluye US$ 52.000 millones en apoyo a la manufactura local de semiconductores, US$ 81.000 millones en fondos para la Fundación Nacional de Ciencia entre 2022 y 2026 (duplicando los presupuestos previos) y US$ 17.000 millones en el mismo período para que el Departamento de Energía invierta en investigación y desarrollo en cadenas de abastecimiento energético en áreas tecnológicas clave. La ley, un mamotreto de 1.400 páginas, fue elaborada por seis comités bipartidarios del Senado en las últimas semanas e incluye numerosas enmiendas solicitadas por legisladores republicanos, informó el líder de la mayoría demócrata del Senado, Chuck Schummer. El proyecto fue aprobado ayer por el Senado (68 a 32) y se espera que la Cámara de Representantes lo apruebe a fines de junio o durante julio.

“Esta legislación bipartidaria será la mayor inversión en investigación científica e innovación tecnológica en generaciones, colocando a los Estados Unidos en el camino para liderar al mundo en las industrias del futuro”, declaró Schummer ante el pleno del Senado el lunes.

Su colega Todd Young, un republicano de Indiana, está tan de acuerdo con la iniciativa que llegó a escribir lo siguiente en una publicación de su partido: “Hoy nuestro liderazgo está siendo desafiado por un régimen capitalista de Estado en Pequín que amenaza ganar el próximo siglo dominando las tecnologías que le darán forma. Es tiempo que EE.UU. pase a la ofensiva (?) a través de mayores inversiones en el descubrimiento, creación y manufactura de tecnología crítica para la seguridad nacional y la competencia económica”.

La ley incorpora varias iniciativas de legisladores republicanos que siguen a Donald Trump y propician la decidida intervención del estado en la economía, como la de John Cornyn, senador por Texas, que había presentado un proyecto de ley llamado “Chips for America” para estimular la producción nacional de semiconductores.

Según el diario The New York Times, la legislación estadounidense está diseñada como un espejo del programa “Made in China 2025”, anunciado por Pekín hace seis años y que canaliza enormes recursos gubernamentales hacia tecnologías en las que la República Popular busca ser independiente de proveedores extranjeros. Entre los críticos de la nueva legislación, el diario The Wall Street Journal dijo que los temores por la dependencia estadounidense de fabricantes extranjeros de chips es exagerada. Es cierto que EE.UU. solo fabrica el 12% de los semiconductores, pero son empresas estadounidenses las que dominan la etapa del diseño de los chips (52%) y en los equipos para fabricarlos (50%).

Aquí es donde Estados Unidos tiene una ventaja comparativa y China está muy atrasada, dijo el diario en un editorial. En todo caso, agregó, es lícito el temor a que China pueda algún día adueñarse de Taiwán, donde están radicadas las mayores fábricas de semiconductores del mundo. Pero defender a Taiwán implicaría suministrar más armas a la isla y aumentar el poderío disuasivo estadounidense, lo que es contradictorio con la política de Biden de reducir el presupuesto militar.

El mayor problema, sostiene el WSJ, son los resortes no económicos que dirigen la política industrial: “Si pudieran decidir, las empresas asignarían capital a sus usos más productivos, pero los subsidios gubernamentales desviarán las inversiones allí hacia donde los dirige la política”. El diario sostiene que es un error enfrentar el desafío chino imitando sus políticas. La fortaleza del país siempre ha sido su sistema capitalista competitivo de mercado, fuertes derechos de propiedad intelectual y el atractivo de las ganancias, por supuesto. “Así fue como Estados Unidos superó el desafío de Japón en los años 80 y 90 del siglo pasado”, concluyó el diario.

Los críticos de este argumento observan una diferencia fundamental entre la década de 1980 y la actual. Japón era y es un competidor industrial, pero un aliado militar de EE.UU. China, en cambio, es un ascendente rival geopolítico y eso cambia por completo la naturaleza del debate. Nadie pensaba en los '80 que Japón podía utilizar a sus mayores empresas como un arma para vigilar o como una potencial arma de guerra. En cambio, esa es la mayor preocupación que tiene la dirigencia estadounidense con China en este momento.

Según Young, el senador republicano, las ortodoxias ideológicas que tenía su partido han sido barridas por las realidades de la forma en que China financia a sus “campeones nacionales” como Huawei, el gigante de las telecomunicaciones que está desplegando sus redes 5G alrededor del mundo. “No podemos casarnos con las viejas doctrinas y dogmas”, dijo Young en una entrevista con The New York Times. “El mundo ha cambiado, nuestra economía ha cambiado. Y las necesidades de nuestro país han cambiado”.

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