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El plan de Trump para duplicar el crecimiento en Estados Unidos

14 noviembre de 2016

Se ha hablado y escrito de forma profusa (y se seguirá haciendo) sobre el impacto de Donald Trump más allá de Estados Unidos. Y no es para menos: su sorpresiva victoria ya se está sintiendo en todos los rincones del planeta y lo hará aún más a partir del 20 de enero cuando jure en las escalinatas del Capitolio y se convierta, formalmente, en el 45° Presidente de Estados Unidos.

Sin embargo, no ha recibido tanta atención su impacto económico dentro de las propias fronteras estadounidenses. No es un tema menor: estamos hablando de la principal economía del planeta y un PIB que se acerca a los US$ 20 billones (trillions, en inglés), según el FMI. Cualquier variación en ese indicador afecta y mucho a todo el mundo. Además, importa más de US$ 2 billones del resto del mundo todos los años y es el principal mercado de consumo global.

Durante la campaña, Trump dijo que quiere duplicar el crecimiento actual del PIB y llevarlo de 2% a 4% anual. Incluso, aventuró, puede llegar a 5% o 6%. No será fácil: son cifras que no se ven desde la Segunda Guerra Mundial. Si eso ocurre y además crea, como pretende, 25 millones de empleos en la próxima década, y no hay grandes cambios en las demás economías del planeta, sería un empuje significativo para una economía global que crece poco desde la Gran Recesión.

Pero?

Ciertamente, eso no es el sentimiento general hoy y sobresalen las prognosis fatalistas. Paul Krugman predice una “larga recesión global”, por ejemplo. Pero, en rigor, nadie sabe. Sin embargo, algunos indicios preliminares invitan a tener una visión menos pesimista, o incluso optimista, sobre qué pasará con la economía de Estados Unidos que, recordemos, hoy no está en una crisis pero está creciendo poco.

Por ejemplo, Wall Street no colapsó (hasta el viernes pasado, por lo menos) ni llegó el Apocalipsis. También se pudo observar a un Trump más moderado (Teorema de Baglini mediante) y a varios asesores suyos bajándole el precio a algunas de sus propuestas más exóticas y dañinas.

¿Vuelve Keynes?

Además, algunas de las ideas de Trump traen optimismo entre los economistas y empresarios. Allí sobresale su plan fiscal, apodado sorpresivamente por keynesiano por algunos analistas, basado en aumentar el gasto federal en obra pública en US$ 1 billón en la próxima década y reducir la presión impositiva sobre las empresas (federal corporate income tax) desde 35% (una de los alícuotas más elevadas del G-20) a 15%.

Su plan para potenciar la infraestructura es uno de los pilares de su plataforma. Contrario a lo que se supone, la infraestructura estadounidense está en muy mal estado y fue construida en los '50 y '60 del siglo pasado. No casualmente varias empresas ligadas de alguna manera a la obra pública, como Caterpillar o US Steel, tuvieron alzas impresionantes cuando se conoció el resultado electoral. La masiva inyección de fondos (que no serían todos públicos sino que habría mucha participación privada a través de los famosos PPP) sería un estímulo fuerte para la economía en el corto plazo y, a la larga, redundaría en mejoras para la competitividad sistémica.

Asimismo, sería expansiva su política tributaria, cuyo eje será reducir el federal corporate income tax a 15% y estimular la repatriación de capitales de las compañías estadounidenses en otros países, que deberán pagar una alícuota de 10% para regresar.

“El plan de Trump induce el crecimiento. Baja impuestos, reduce regulaciones, remueve restricciones para el desarrollo de la energía y eliminará nuestro debilitante déficit comercial. A medida que se acelere el crecimiento, las Trumpnomics generarán millones de empleos adicionales y billones de dólares en ingresos y recursos tributarios adicionales”, escribieron Peter Navarro y Wilbur Ross, asesores de Trump, en The Washington Post. El efecto fiscal neto sería neutral y, por ende, el déficit fiscal no crecería.

Más artillería

Navarro, autor de la plataforma económica de Trump (disponible en su sitio), agrega que con Trump no habrá “guerras comerciales”, como muchos auguran. “Ya estamos en guerra”, dice Navarro. “Trump las va a terminar”. Según esa visión, Estados Unidos está siendo perjudicado por la manipulación de las monedas, las “trampas” y los malos acuerdos que tiene con sus principales socios comerciales.

El rojo comercial de 2015 fue de nada menos que US$ 500.000 millones (el PIB de Argentina, virtualmente). Según Navarro, Trump va a eliminar ese rojo exportando más e importando menos con la renegociación de los acuerdos comerciales y el onshoring (es decir, el regreso de la producción a Estados Unidos) que, además, apuntalará la tasa de inversión interna y, también, el consumo y el empleo. A su favor, Trump tendrá una palanca importante: Estados Unidos es el mercado de consumo más potente del planeta y quedarse afuera implica perder mucho. La campaña que terminó el martes no fue rica en propuestas y se ha dicho que Trump no tiene un plan. Sin embargo, parece que lo tiene y algunos expertos, y 60 millones de estadounidenses, creen que puede funcionar. Veremos.

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