El Banco Central Europeo anunció un cambio sustancial en su política monetaria. A partir del 1 de julio terminará con la compra de activos y anunció que subirá la tasa de interés en un cuarto de punto en su próxima reunión que se realizará en julio. Será el primer incremento en once años y llevará la tasa del -0,5% a -0,25% y dejó abierta la posibilidad de una suba de medio punto en septiembre.
De todas maneras, Christine Lagarde sostuvo que la estrategia se irá ajustando en función de los datos que se vayan conociendo, “partido a partido” fue la metáfora futbolera que utilizó. La decisión del BCE es una respuesta a la suba de la tasa de inflación que alcanzó a 8,1% en mayo, muy por encima de la meta del 2%. Además, la entidad corrigió al alza las proyecciones de inflación que cerraría el año en 6,8%, bajaría a 5,1% en 2023 y a 2,1% en 2024. A su vez, recortó los pronósticos de crecimiento y ahora se estima una suba del PIB de 2,8% este año y de 2,1% el próximo.
Por la estructura de su comercio exterior y cercanía geográfica, la zona euro se vio particularmente afectada por la suba de precios de los alimentos y la energía que originó la invasión de Rusia a Ucrania. Ahora el BCE se suma a la mayoría de los bancos centrales que endurecieron sus políticas monetarias en los últimos meses para enfrentar niveles de inflación que no se registraban desde hace décadas.
La respuesta inicial de los mercados a la decisión fue la previsible, con una caída de las bolsas y una suba del euro.