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La vida te da sorpresas

Carlos Leyba 11 noviembre de 2016

por Carlos Leyba

Tal vez el triunfo de Donald Trump no sea una sorpresa sino, más bien, un nuevo error de los pronosticadores respecto de cómo se compondría el Colegio Electoral.

El triunfo de Trump pone en vidriera la bronca de millones de ciudadanos castigados por el modo que adoptó el proceso de globalización. Modo impuesto por las multinacionales con el concurso ideológico del neoliberalismo dentro de los partidos conservadores y socialdemócratas de Occidente.

El voto a Trump tal vez represente el interés de fortalecer la idea de los Estados nacionales y su capacidad para procurar el bienestar de los ciudadanos.

Margaret Thatcher y Ronald Reagan lideraron una corriente de gobiernos que administraron la erosión del orden occidental surgido de la Segunda Guerra Mundial. Ese orden era el de los Estados de Bienestar en cada país y la idea, lo que no es poco, de contribuir al desarrollo económico de las naciones industrialmente atrasadas.

A los números?

Durante ese orden, desde 1944 hasta 1974, nuestro PIB por habitante creció al mismo ritmo que el de Estados Unidos y la participación de la industria en el PIB llegó al 25%. Esa transformación estructural logró reducir la pobreza al 4% de la población y produjo un curso progresivo en la equidad distributiva. Desde entonces, nos alejamos del ritmo de expansión yankee y nos desindustrializamos hasta ser una fábrica de pobres. Son hechos.

Paul Krugman, a finales del Siglo XX, advirtió que esta sería la primera generación estadounidense que viviría peor que sus padres. James Galbraith y Thomas Piketty, entre otros, pusieron en evidencia el crecimiento de la desigualdad que debilita el espíritu de la democracia. Llevamos décadas en “la era de las expectativas limitadas” (Krugman).

Es la globalización

¿Qué pasó? Las multinacionales, justificadas por el neoliberalismo, impusieron un modo de globalización que, como todo proceso, adquiere modos y particularidades que, los que conducen, le imprimen. Juan D. Perón decía “la historia se cabalga”.

El problema es que este modo de globalización está asociado y convive con una redistribución regresiva del trabajo mundial promovida por las multinacionales. El capital migró a la búsqueda de salarios bajos y los migrantes de los países más pobres lo hicieron hacia los más ricos, presionando, en los países que los acogían, los salarios a la baja. La globalización expone la dramática cancelación de oportunidades de vida en los países que expulsan a sus hijos. La globalización está muy lejos de ser un camino de solidaridad global.

Por razones que sería largo detallar, pero entre las que están las antes mencionadas, el Estado de Bienestar casi colapsó en Occidente. Fue la consecuencia del retroceso del sistema productivo. Al retroceso del Estado de Bienestar sucedió el desempleo, la caída del salario real, la inequidad distributiva y la pobreza. Todos esos indicadores han tendido a borrar las conquistas de los “dorados treinta” en Estados Unidos.

Hubo muchos ganadores. La movilidad le permitió al capital aprovechar ese modo de globalización. Es cierto que también el trabajo suficientemente capitalizado (educación), que dispone de “movilidad”, le permitió ganar a un sector de los trabajadores. Y por eso Trump y el Brexit reflejan una fractura económica y social. No es nuevo.

Los indignados, que llenaron ciudades europeas, reclamaban la reconstrucción del Estado de Bienestar. Es lo que dice textualmente “Indignaos” de Stephane Hessel (2010). No reclaman el cambio del sistema, sino estar incluidos en él como lo estuvieron sus padres. El primer vehículo de inclusión es el pleno empleo.

Está claro que ese objetivo social y económicamente prioritario supone otro modo de globalización. Objetivo social, porque la exclusión genera fronteras internas. Y económico, porque el desempleo y la pobreza contribuyen al déficit fiscal. En el Siglo XXI difícilmente se tolere el abandono como política de equilibrio fiscal.

El modo de globalización vigente, gobernado por multinacionales y burocracias internacionales, no es igual al modo de globalización posible gobernado por los Estados nacionales y los valores esenciales de la democracia. La globalización posible tiene como eje central “las desvinculaciones selectivas” que protegen el empleo local.

La globalización tratada como sinónimo de comercio libre, que es lo predican algunos economistas locales, significa desempleo e inequidad. La receta del “comercio libre a cara de perro” no lo avala la historia de los países exitosos a lo largo de los siglos y tampoco la teoría económica. Los teoremas más abstractos sostienen el poder maximizador del PIB mundial, pero no la generación de una distribución equilibrada de esos beneficios. Es que todo crecimiento no regulado por el bien común acrecienta el poder de los ganadores y empobrece a los perdedores.

Ahora Trump Trump ?más allá de su ideología? ha denunciado la perdida de millones de trabajos industriales bien pagados, sostiene la necesidad de proteger el trabajo local (“proteccionista”) y se ha manifestado crítico de los acuerdos de libre comercio, de todos los que firmó y está por firmar Estados Unidos. Esta posición “estratégica” fue sostenida por el candidato de izquierda Bernie Sanders, quien influyó notablemente en Hillary Clinton en el último tramo de la campaña. Pero, además, Trump ha sido muy duro y amenazante para los privilegios del sector financiero y ha declarado su compromiso con los programas sociales de Barack Obama. Tal vez esas propuestas para los muchos perdedores de la globalización hayan sido una motivación para el voto.

Nuestros dirigentes (entre ellos, la canciller y el Presidente), alimentados a base de encuestas, adelantaron su rechazo a Trump. Rompieron las reglas de la diplomacia. Y según La Nación, ahora, Macri “ordenó preservar la relación con Trump”. ¿Cuál?

Somos un país de traductores. Por eso llegamos tarde.

No hace un mes, nuestros ministros fueron a Estados Unidos a procurar el ingreso al Tratado de Libre Comercio cuando había señales que ese club estaba por cerrar. En todo caso, la elección yankee les dio una sorpresa y le puso la nota de “tarde” a un viaje no demasiado pensado.

Faltan ideas Pero hay otra sorprendida en esta semana: Cristina Kirchner. No me refiero a las páginas policiales. En todo caso esas serán sorpresas de enojo. Hay una que la debe haber hecho feliz. Mauricio Macri ha declarado ser el continuador del principal proyecto estratégico K. En el último reportaje sin medias que el Presidente le brindó a La Nación, definió su visión estratégica.

Una visión que augura la continuidad de la cadena de errores que nos seguirán costando muy caro en términos de calidad del empleo e intercambio equilibrado.

Dijo el Presidente, “la alianza estratégica con los chinos nos beneficia para esto, son grandes fabricantes de infraestructura, ferroviaria también, como la energía y tantas cosas, y ellos necesitan lo que vamos a producir nosotros, que son más alimentos”.

Exactamente esta fue la definición estratégica de Cristina y Axel Kicillof. Los firmantes deciden consagrar definitivamente sus estructuras productivas: uno industria y valor agregado y, otro, alimentos y naturaleza.

Esta ratificación de Mauricio establece lo que no vamos a hacer. No vamos a promover la solución del problema ferroviario apelando a la capacidad todavía existente, aunque dormida, y la posible de desarrollar en el país en materia ferroviaria.

Ni siquiera vamos a imitar al Gobierno del Estado de Río de Janeiro que -el mismo día que Florencio Randazzo importaba, al contado y llave en mano, formaciones ferroviarias enteras desde China? negoció un crédito a 10 años con la firma Alstom con el compromiso de participación de la industria brasilera en el 60% de la provisión de las formaciones ferroviarias. Un abismo entre la “estrategia” brasileña y la kirchnerista.

Similares planteos actuales en materia de energías alternativas. Hay un vasto programa para incorporar esas energías. Un acierto. Pero, ¿cuánta incorporación de tecnologías de producción y cuánto trabajo local en los equipos (no cemento) nos hemos asegurado?

El planteo estratégico en común del FpV y el PRO define aquello que no vamos a hacer. En la concepción K antes, y en la de Mauricio ahora, no figura la reconstrucción ?con transferencia tecnológica? de los saberes que alguna vez tuvimos. Eso, “infraestructura, ferroviaria también, como la energía y tantas cosas”, es lo que en la “alianza estratégica” está a cargo de China.

De las palabras de Macri se desprende también lo que sí vamos a hacer. No es nuevo. Es lo que puso en práctica Cristina. “Ellos (los chinos) necesitan lo que vamos a producir nosotros, que son más alimentos”. Compramos fierros y pagamos con alimentos. La diferencia negativa de la balanza comercial, que antes del acuerdo estratégico Kirchner-Macri era monumental, se zanjara con crédito chino. Es decir, deuda externa. El camino del endeudamiento con China que inició Cristina. Los funcionarios PRO creen que, lo dice Mauricio, “la alianza estratégica con los chinos nos beneficia”.

La definición estratégica de CFK es compartida por MM. Es una sorpresa para Cristina. Una ratificación de su único planteo estratégico realizada por el adversario.

Los dos han hecho una lectura de la globalización equivocada, primero, y además a contrapelo de la historia. Hay otro modo de globalización compatible con la reconstrucción del Estado de Bienestar y el desarrollo de nuestras fuerzas productivas, Arturo Jauretche decía: “El subdesarrollo de un pueblo empieza por su mentalidad”. El subdesarrollo se mantiene por la mentalidad de su clase política. El subdesarrollo es impedir poner en acto el potencial de una sociedad. Poner en acto implica procurar la diversificación y evitar la especialización productiva.

Dos sorpresas. Una que muchos yankees hayan expresado su hartazgo del “no a la diversificación” que le ha impuesto este modo de globalización. Otra, que el FpV y el PRO hayan coincidido en la estrategia de la primarización dependiente. La suma de ambas, para nosotros, es una mala noticia. Las malas siempre sorprenden porque abaten la esperanza.

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