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¿Esta vez es diferente?

¿Esta vez es diferente? Nadie va a decir que Milei se parece a otros presidentes argentinos del pasado reciente. Ha encarado un rumbo distinto y lo defiende con convicción. ¿Pero es la Argentina diferente? Por ahora, los mercados quieren ver antes que creer.

Javier Milei
Javier Milei .
Pablo Castro 29 agosto de 2024

"Esta vez es distinto: ocho siglos de necedad financiera" es el título del libro donde los economistas Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart analizaron crisis financieras y defaults soberanos a lo largo de la historia. 

El título remite a la noción de que en su momento los protagonistas de cada crisis encontraron razones para argumentar que la crisis no sobrevendría y que en aquella ocasión los excesos de deuda, apalancamiento o gasto eran moderados por otros factores que tornaban la situación menos riesgosa.

Hace pocos días el ministro Luis Caputo expuso en la Bolsa de Comercio de Córdoba su visión de por qué esta vez es diferente en Argentina. Destacó el liderazgo del Presidente, su convicción en no retroceder un milímetro en el frente fiscal y el apoyo de la sociedad a intentar algo distinto encarnado en este plan económico. 

El plan económico puede resumirse en prudencia fiscal y monetaria como base de una buena macro, más incentivos correctos como base de una buena micro. Como señaló Caputo, los episodios de equilibrio o superávit fiscal han sido raros en la historia argentina y los dos más recientes (al principio de las eras Menem/Kirchner) no eran del todo genuinos al sustentarse en ingresos extraordinarios (privatizaciones) o una baja de gastos extraordinaria (default). 

Los pocos meses de gobierno nos muestran que la prudencia fiscal puede ser un principio sencillo pero poderoso en sus consecuencias para un país acostumbrado a lo contrario.

Por el lado de la micro, la argentina kirchnerista destruyó incentivos a invertir, exportar y crecer con impuestos y trabas orientados a sostener un esquema de consumo presente a expensas del crecimiento futuro. 

Parte de la agenda tanto de Federico Sturzenegger como de Caputo es reducir esa maraña regulatoria cambiando los incentivos para que el capitalismo pueda operar su mecanismo de destrucción creativa: facilitando la expansión de sectores rentables -en lugar de castigarlos- y encareciendo la asignación de recursos a actividades menos productivas, en lugar de premiarlas para sostener otros objetivos políticos. 

Desarmar la joya de este entramado de ineficiencia -el cepo cambiario- es lo que reclaman quienes corren al Gobierno desde el liberalismo, quizá menospreciando el delicado equilibrio entre mantener el apoyo político de la población y avanzar en la agenda liberal.

Si es cierto que el Gobierno está desandando el esquema económico kirchnerista, el Presidente lidera y la sociedad banca, ¿por qué el mercado de bonos todavía muestra desconfianza (como se evidencia en que el costo de financiamiento en dólares para el Tesoro supera ampliamente el 20% en bonos relativamente cortos)? 

Después de décadas de prometer e incumplir, o directamente confrontar e incumplir en algunos casos, Argentina es como el pastorcito mentiroso de Esopo. Incluso cuando hace buena letra se le mira con desconfianza. 

El mercado es consciente de que los políticos que hasta ayer estaban dispuestos a sacrificar el futuro para estimular el consumo no están de vacaciones, están ahí (muchos en el Congreso votando en contra del equilibro fiscal). Esos políticos no nacieron de un repollo, salieron de una sociedad que en el pasado premió con sus votos ese cortoplacismo. Incluso si "la casta" no obstaculiza demasiado al programa liberalizador, ¿está lista la Argentina para la destrucción creativa del mercado? 

El cambio siempre genera temor. Es más difícil para los intereses de los sectores que no existen (o que crecerían mucho en este nuevo esquema económico) tener representación política en contraposición con los sectores que ya existen, y posiblemente se achicarían, como buena parte de la industria.

Por si fuera poco, existe un contexto externo que ningún gobierno controla, en el que tasas de interés y precios de los commodities suelen tener un rol determinante en la suerte electoral de gobiernos en Latinoamérica. 

Si la experiencia de Milei fracasa, sea por impericia política, por mala suerte o porque la población decide que no está dispuesta a acompañar con más sacrificio en los próximos años, la alternativa a emerger podría ser un kirchnerismo 5.0 -¿a cargo del defaulteador serial Axel Kicillof?-. En todo caso nada auspicioso para los bonistas.

El gobernador Axel Kicillof.
El gobernador Axel Kicillof.

¿Qué puede hacer el Gobierno para enfrentar la desconfianza? No hay ninguna varita mágica: trabajar todos los días para despejar dudas sobre la capacidad de pago. Buscar alternativas de financiamiento en otros mercados: el repo anunciado es una. Préstamos sindicados, colocaciones privadas o incluso acuerdos con otros gobiernos podrían ser otra. 

Cualquier alternativa será relativamente costosa y sesgada al corto plazo, simplemente porque plazos más largos permanecen cerrados. La ejecución constante sin sobresaltos es el inicio del camino para recuperar la credibilidad. Además de "talk the talk, you've gotta walk the walk". Ese camino probablemente sea más largo y arduo en la Argentina de lo que nos gustaría.

En el medio, el esquema cambiario es la gran duda. Hasta ahora los números del balance comercial le dan razón al Gobierno, pero la recuperación de la actividad y la inflación -más baja pero todavía lejos de niveles de país normal- podrían aumentar la presión sobre los dólares paralelos. Quizá el Gobierno deba considerar, aun sin salir del cepo, recalibrar el tipo de cambio oficial en coincidencia con la baja del impuesto PAIS de manera de no bajar el tipo de cambio efectivo a los importadores. En ese juego de cambiar inflación por reservas, cualquier cambio súbito en la percepción del mercado puede dejar al Gobierno sin capacidad de reacción. Un tipo de cambio insostenible ha sido el camino al cementerio de muchos planes económicos en la Argentina, lo cual explica que tantos economistas y participantes del mercado miren los datos de reservas y compras del BCRA todos los días.

¿Esta vez es diferente? Nadie va a decir que Milei se parece a otros presidentes argentinos del pasado reciente. Ha encarado un rumbo distinto y lo defiende con convicción. ¿Pero es la Argentina diferente? Por ahora, los mercados quieren ver antes que creer.

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