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El Deutsche es “too big to fail”

Es verdad que no hay elementos objetivos para sentir pánico, pero tampoco para esperar una salida libre de costos. Al menos para el Gobierno alemán, que deberá ahora esperar la decisión final del Departamento de Justicia, probablemente después de las elecciones en Estados Unidos.

Héctor Rubini 17 octubre de 2016

por Héctor Rubini (*)

El gran banco alemán está en serios problemas y ya preocupa a varios ministros europeos la simple mención de todo comentario al respecto. Sin embargo, es un poco tarde para seguir la estrategia del avestruz.

¿Cómo comenzó?

Desde principios de este año se observan diversos artículos sobre la delicada situación de esta entidad. La evolución del precio de sus acciones lo muestra sin mucho margen de duda: en el 2007, llegó a cotizar a 80 euros por acción, y luego de la crisis financiera de 2008 llegó a perforar los 15 euros. Luego de cierta recuperación entre 2010 y 2011, no logró afirmarse y desde 2015 fue cayendo a poco más de 11 euros a fines del mes pasado. En lo que va de octubre, oscila en torno de los 12 euros y no se espera una gran recuperación en el corto plazo.

Esto proviene de los conflictos judiciales irresueltos luego de la crisis subprime. Según el Financial Times, la entidad ha acumulado más de 7.000 acciones judiciales en su contra, carece de activos de alto valor para vender y afrontar esa deuda flotante, y las tasas de interés en torno de cero o incluso negativas (en el continente europeo) tornan improbable recuperar rentabilidad con la operatoria habitual como banco comercial y de inversión.

Las multas por los litigios judiciales y los costos asociados a sus iniciativas de reestructuración llevaron a la entidad a cerrar 2015 con pérdidas por 6.700 millones de euros, y ahora se ha sumado en septiembre pasado el reclamo del Departamento de Justicia de Estados Unidos, que pretende cobrarle una multa de US$ 14.000 millones (unos 12.700 millones de euros), por fraude a inversores con la venta de activos garantizados por hipotecas. La entidad ha iniciado negociaciones para reducir significativamente el monto de la multa, equivalente a tres cuartas partes de su valor de capitalización, pero no es claro que pueda sortear este problema sin ayuda extra.

Ya en 2014 el Departamento de Justicia conminó inicialmente al Citigroup al pago de US$ 12.000 millones, y luego le concedió un descuento de US$ 5.000 millones. Sin embargo, JP Morgan Chase no tuvo tanta suerte: en 2013 debió absorber el pago de una multa de US$ 13.000 millones por ocultar la baja calidad de los derivados garantizados por hipotecas que vendió a sus clientes, más otras multas por US$ 7.000 millones adicionales. Al año siguiente sumó otra de US$ 1.700 millones por ignorar operaciones fraudulentas de Bernard Madoff. A su vez, en 2014 el Bank of America debió pagar mulas por US$ 16.700 millones.

Es complicado

En el caso del Deutsche Bank, no sólo enfrenta demandas de inversores individuales e institucionales, empresas no financieras y reguladores, debido al marketing engañoso previo a la colocación de activos garantizados con préstamos hipotecarios de baja calidad crediticia (subprime).

A esto se le suman juicios en Suiza por manipulación cambiaria y de los precios del oro y de la plata, otros por el escándalo de la manipulación de las tasas Libor y Euribor, investigaciones por lavado de dinero y una investigación en Rusia por operaciones “espejo” de acciones: algunos clientes de este banco obtenían millonarias diferencias comprando acciones en Rusia vendiéndolas simultáneamente en el exterior. Además, hay seis ejecutivos y ex ejecutivos del Deutsche Bank acusados en Milán de complicidad con colegas de la Banca Monte dei Paschi di Siena SPA por fraude contable y manipulaciones en el mercado local de derivados.

Esto ha complicado la situación del banco alemán, que además en 2015 debió pasar a pérdida el 20% de las acciones del banco chino Hua Xia adquiridas en 2006. La anunciada venta de acciones en el banco minorista Postbank que adquirió en 2008 por 4.000 millones de euros, no se concretará este año, y a pesar de potenciales interesados como el Commerzbank, el Hypo- Vereinsbank y eventualmente el español Santander, no se espera que morigere el impacto de la suma que debe pagar en Estados Unidos.

Los caminos

Si bien la entidad sostiene que podría negociar una importante reducción de esa multa, para varios bancos y consultoras privadas eso puede afectar la capacidad de pago de sus bonos de cupones convertibles conocidos como (AT1, o “CoCo” Bonds). Estos son bonos híbridos que combinan características de bonos convertibles en acciones y otros conocidos como Reverse Convertible Notes. La emisión de estos bonos contó con el visto bueno de las autoridades europeas, ya que se convierten en acciones cuando el capital del banco emisor cae debajo de cierto nivel crítico. De esa forma se transforma deuda en acciones sin incurrir en los procesos extensos de reestructuración de capital y sin requerirse salvatajes.

Ahora bien, la corta vida de estos títulos, emitidos después de la crisis subprime no permite contar con información suficiente para eventualidades que pudieran ocurrir por primera vez. Por ejemplo, ¿qué ocurriría si un gran banco emisor de esa deuda incurre en default o directamente en cesación total de pagos de cupones y capital de esos títulos? Por ahora, no hay muchos temores al respecto.

A pesar de haber caído a su mínimo histórico a fin de septiembre, el precio de los bonos AT1 empezó a mostrar cierta recuperación luego de las compras de grandes inversores. Esto se debió a la buena recepción de una información de la agencia France-Presse, según la cual el Deutsche Bank llegaría a un arreglo con las autoridades de Estados Unidos para cancelar la multa por sólo US$ 5.400 millones, pero hasta el presente no hay nada confirmado. Tampoco respecto de los demás juicios que enfrenta la entidad y que también podrían complicar su futuro.

¿Cómo sigue? Es cierto que hay margen para el optimismo, dado que este banco ha superado todavía sin ajustes demasiado dolorosos un período de ocho años de baja rentabilidad. Otra cosa, en cambio, es dar crédito a la reciente afirmación de la canciller Angela Merkel en el sentido de que la entidad “no tendrá un rescate estatal, aun si lo necesitara”. La frase apunta a descartar esa hipótesis hasta las elecciones parlamentarias del año próximo y a sostener cierta coherencia con la renuencia a ayudar al Gobierno italiano que no sabe si rescatar o no al Monte dei Paschi di Siena.

No obstante, si hay un banco que es “too big to fail” es el Deutsche Bank. Sin contar la gran red de clientes del Postbank en Alemania, su exposición neta en derivados a mediados de este año superaba por 20 veces al PIB alemán y equivalía a 5 veces el PIB de la eurozona. Mal que le pese, el Gobierno alemán debería dar respuesta a estos tres interrogantes: 1) si en el peor de los casos, permitiría la quiebra de esta entidad, 2) cómo sería el salvataje estatal a la entidad, y 3) cuál sería su costo.

Es verdad que no hay elementos objetivos para sentir pánico, pero tampoco para esperar una salida libre de costos. Al menos para el Gobierno alemán, que deberá ahora esperar la decisión final del Departamento de Justicia, probablemente para después de la elección presidencial de Estados Unidos del próximo 8 de noviembre.

(*) Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas de la USAL

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